El secretario general de las Naciones Unidas (ONU), el surcoreano Ban Ki-moon, no viajó tantas veces a América latina como las que se esperaría del hombre que, por definición, dedica su vida a solucionar los problemas del mundo. Por ejemplo, en sus diez años de mandato, sólo visitó la Argentina en tres ocasiones, mientras que en otros países con «más incendios» estuvo «15 o 20» veces.
Él asegura que eso no es por desinterés. Es, en todo caso, porque la región es aún conocida como «una tierra de paz», un continente que, en los últimos años, lo alentó con sus «avances positivos», como el proceso de paz en Colombia y el deshielo entre Cuba y Estados Unidos.
Hay, sin embargo, un país que sí reclama la atención y la inquietud de Ban y de la ONU, el mismo que hoy desvela, sobre todo, a los organismos regionales, desde el Mercosur y la Unasur hasta la Organización de los Estados Americanos (OEA).
«Estoy muy preocupado por la situación actual, en la que las necesidades básicas no pueden ser cubiertas, como la comida, el agua, la sanidad, la ropa, no están disponibles. Eso crea una crisis humanitaria en Venezuela -dijo el secretario general-. Toda esta situación está creada por la inestabilidad política. Y antes que nada tiene que haber estabilidad política. La ONU está lista para ayudar, pero las potencias y los organismos regionales ya están comprometidos.»
Ban habló en un encuentro con periodistas de seis medios, entre ellos LA NACION, ayer a la mañana, poco antes de comenzar un intenso día de visitas al Congreso y a la Corte, y reuniones con organizaciones de derechos humanos en el Parque de la Memoria.
Pese a su preocupación, el jefe de la ONU confía en que el esfuerzo de la región y también la misión mediadora del ex presidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero den sus frutos en Caracas y el país logre recuperar su estabilidad política.
Menos dispuesto se mostró Ban a hablar sobre otro de los conflictos que, en el último año, concentraron la atención de América latina: el proceso deimpeachment de la presidenta suspendida de Brasil, Dilma Rousseff.
Con el habitual laconismo diplomático, Ban dijo que la ONU sigue de cerca la «crisis institucional» del mayor país de la región y advirtió que espera que la tensión política no dañe la «energía y el sentido de paz» que han mostrado, hasta ahora, los Juegos Olímpicos, en Río.
El secretario general sí dedicó varios minutos a hablar de las críticas de las que suele ser blanco la ONU por la guerra en Siria.
Aunque dijo que es consciente de los cuestionamientos al organismo, responsabilizó de la duración y dimensión de la guerra a las «divisiones» en Siria, en Medio Oriente y en Occidente.
«Esto sigue no por la falta de compromiso de la ONU o por la falta de habilidades diplomáticas, sino por las divisiones», se defendió Ban, y agregó que «nunca en la historia del organismo hubo tantas crisis al mismo tiempo».
Entre esas crisis, la más urgente -dijo- es la de los refugiados, que «no tienen adónde ir y necesitan todo, agua, comida, sanidad, educación». Acto seguido, Ban exhortó a los líderes del mundo a cumplir con «su responsabilidad política y moral» ante una situación que involucra a millones y millones de refugiados y desplazados y que no tiene comparación desde la Segunda Guerra Mundial.
«La situación ya no es manejable. Es insostenible el número de refugiados», remató Ban.