El principal legado positivo dejado por los gobiernos de Hugo Chávez fue haber inculcado la participación como valor esencial de nuestra democracia en construcción. La participación, junto con la descentralización, daría nuevas formas al Estado venezolano, deslastrándolo de incompetencias y vicios.
La participación también mejoraría agudas deficiencias de gestión del Petroestado. Para nadie es novedad que el Estado venezolano, ayer, antier y hoy es de los más ineficientes y corruptos del mundo. Gobiernos y políticos de antes y ahora nos han encantado con discursos que aseguran respetarnos y reconocernos como ciudadanos plenos. Pero siempre terminan condicionando los bienes que distribuyen a la obligación de darles el voto. Ninguna gestión así puede ser eficaz, honesta y democrática.
No aceptemos la condición de ciudadanos pasivos, que se dejan obnubilar con símbolos y manipular las emociones. Es necesario hacer valer lo que el proceso de cambios nos dijo siempre pero poco hizo: respetarnos como ciudadanos activos y participativos, con cabeza para saber qué es lo que más nos conviene en lo pequeño, en las decisiones de nuestra comunidad, pero también en lo grande, en cómo queremos -y con quién- insertarnos en el siglo XXI. Es tiempo de perseverar para rescatar la participación y la descentralización, y reconducir la transformación de Venezuela hacia la democracia participativa que votamos en 1999.
Margarita López Maya
Investigadora de la UCV (Últimas Noticias, 12.03.13)