1.-) Un  informe de Provea  revela datos que considero importantes.

Su publicación fue interpretada por algunos sectores como evidencia de la descomposición creciente del país, reacción de la que no responsabilizo a los autores del trabajo. Siempre ocurre así. Basta contar con datos que sirvan a la polarización para que, de inmediato, con extrema superficialidad, se utilicen para atizar la confrontación.

En este sentido hay que estar claros en torno a tal propósito y no incurrir en el error de hacerle el juego a quienes apuestan al aumento de la pugnacidad. Provea presentó unos datos que para algunos pueden constituir evidencia de aguda crisis social e inestabilidad; para otros, reflejo de los cambios que se han dado en Venezuela. Por ejemplo, en el estudio se señala que durante el 2010 hubo en el país 3.114 protestas de carácter social y político, protagonizadas por diversos sectores, y, además, que entre ese año y el anterior -2009- la protesta se redujo en 56%. ¿Qué lectura tiene este dato? Una negativa: que la conflictividad, reflejo de la situación social y económica, abruma a la sociedad. Otra positiva: que el nivel de conciencia de los venezolanos creció y que la protesta debe ser asumida como expresión de madurez.

2.-) Insisto en la lectura en positivo de las cifras de Provea, porque en ellas está, en parte, la clave de lo que hoy es el país. De lo que el medio-partido  falsea. También de la errática política opositora. El proceso bolivariano estimuló, en una década de dura confrontación, la participación popular y llevó la educación a amplios sectores nacionales. En esta etapa se formó un nuevo ciudadano, consciente de sus derechos, que los defiende a capa y espada, más allá de militancias y posturas ideológicas. De esta política emerge una cultura, la de la protesta, que asume las reivindicaciones no como sucedía antes, sino de manera activa.

Trabajadores, estudiantes, amas de casa, profesionales, no tienen ahora que esperar la conducción partidista o de líderes consagrados para luchar por sus derechos y reaccionar ante cualquier intento por  conculcarlos.

De esa actitud participan chavistas y no chavistas, lo que explica que en muchas  protestas haya personas inconformes que apoyan el proceso revolucionario junto a adversarios declarados. El informe trae un dato singular: sólo 1% de las protestas fue reprimido en 2010. Este logro confirma la cultura de la protesta, asumida en términos democráticos por la autoridad, revelador de los cambios en Venezuela en materia de orden público. Situación ésta incomparable con la que imperó durante la IV República, y a la que en general se da en Latinoamérica. Hoy la protesta no es, fatalmente, violencia, así algunos traten de imprimirle esa connotación. Y el manejo por el Estado de la protesta no implica, necesariamente, represión. Al contrario, es parte del auténtico ejercicio de la democracia. Si el gobierno venezolano fuese una dictadura -como es calificado por algunos insensatos-, las 3.114 protestas que registra Provea, se hubieran convertido en un macabro memorial represivo. Basta comparar con el pasado que, por suerte, hemos superado, pasando de la anticultura de la represión a asimilar la cultura de la protesta. Dada la valoración que hoy se hace de ésta: consecuencia de los problemas y no de los ciudadanos que reclaman sus derechos.

Libia, ¿dictadura o democracia?

El dilema es falso. Tramposo. Me importa un carajo Kadafi. No es santo de mi devoción. Pero eso es una cosa y otra diferente lo que motivó la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU con vergonzosas abstenciones que dieron luz verde a la intervención armada de las potencias occidentales en Libia.

Plantear el tema libio en función del dilema dictadura o democracia es puro cinismo. Creer que el mundo está poblado por idiotas. Ignorar la tradición injerencista, violadora sistemática del derecho internacional por las grandes potencias. Es dar vuelta a la cara cuando se habla de libertad, al tiempo que se apuntalan dinastías sangrientas y corruptas como las de Arabia Saudita, Marruecos, Jordania, Bahréin. El problema: ¿es aceptable que un poder supranacional decida sobre un país y valide, sin confirmar, las informaciones difundidas por medios y gobiernos comprometidos? En el caso libio se aceptó, sin investigar, que Kadafi masacraba al pueblo, y la respuesta fue provocar otra masacre con los ataques de la coalición.

¿Es aceptable la violación de la soberanía de una nación sólo porque un grupo de países lo decide sin indagar lo que ocurre? Lo de Libia acaba con la convivencia y seguridad internacionales y se cierne como amenaza sobre las naciones pequeñas. Aquellas que tienen limitados recursos para defenderse. Simplemente, la ley de la selva.

03.04.11 José Vicente Rangel  Últimas Noticias

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