Por Alejandro Moreno

Al Presidente, en los sucesos de Rodeo, le pareció “insólito” que exista armamento en las cárceles, según reporta la prensa del día 15 del presente mes.

“Cuando llego al Rodeo me encuentro ahí el causa mío que había caído por homicidio también. El hombre me recibe y en lo que me recibe, saca…, me arrojó, donde nos fichan a todos, lo que hace es que me zumba una pistola y una granada. Yo agarro la pistola y agarro la granada en el aire”. Lo narra José, sujeto de Salimos a matar gente, cuando ingresa por primera vez en el penal. De lo más sólito, al parecer. “Las cárceles están llenas de armas por la misma policía y la misma Guardia Nacional. Un arma Glover, cuando yo estaba arrestao, valía 100.000 bolívares (de los viejos). Una pistola, el pase”. Lo dice Alfredo, otro de nuestros sujetos.

Sigamos su relato (haré un collage): “Dos nueve milímetros con cuatro cajas y tres cacerinas. Ahí mismito se empezó a hacé la caleta. Se abría por dentro y se volvía a sellá y tú no veías que ahí había algo. Ya no eran dos y tres quilos (de droga), eran diez y los repartíamos en el pabellón. Ya comprábamos a los vigilantes. Yo llevaba las armas pa’ donde tocaba. Los vigilantes nos veían y nos abrían toas las puertas. Pa’ donde iba yo llevaba una granada y una nueve milímetros. Empezaron los problemas entre pabellón y pabellón. Empezó la balacera. Ellos también tenían armas. Empezamos a traé más armas.

Tiro p’allá y tiro p’acá. Muertos y más muertos (…) De repente se prende esa balacera. ¡No había visto tanta pistola junta en mi vida! Esos hombres han sacao cuatro fundas llenas de puras pistolas y cajas y cajas de proyectiles”. Cuando llega por segunda vez a El Dorado: “¡Me dan un pistolón más grande que no jo…! Un nueve checoslovaco, un bichote grandote y me dan armas largas”.

“En cuatro días han remodelado todo el pabellón. Ese pabellón estaba que ahí no había sino cemento y rejas. Nos llevaron a la letra A y no teníamos ahí nada, nada, a dormí en el suelo. Todo estaba limpiecito y recién pintao. Cuando llegamos ahí, bueno, eso era el mismo pistoleteo por donde quiera. Yo no sé de dónde salieron esas pistolas. Estaban metías debajo de las pocetas, metías en los huecos así, sellados…”. Es de nuevo José quien narra.

¿Insólito, o más bien sólito? Insólito en esta más que milenaria lengua que hablamos equivale a desacostumbrado, infrecuente, desusado y, por eso, extraodinario en cuanto no suele acontecer ordinariamente sino muy rara vez. Lo que sucede continuamente, en todos los tiempos y lugares, como la presencia y el funcionamiento de armas en las cárceles de Venezuela, no puede calificarse sino de ordinario, frecuente, acostumbrado, continuo, lo esperable sin lugar a dudas, sólito.

Cuando el Presidente, los ministros, los generales, los diputados, y dele, califican de “insólito” lo que está a la vista todos los días, ¿lo hacen porque lo ignoran o porque quieren hacer creer que lo ignoran? No tienen derecho de ignorar. Hay demasiado conocimiento válido ya acumulado, elaborado y publicado en miles de páginas y testimonios y experiencias como para que la autoridad (i)responsable pretenda evadirlo. Todo lo que ha sucedido en Rodeo no tiene nada de novedad. Con la variedad propia de las circunstancias de tiempo, lugar y ambiente ha sucedido ya muchas veces y volverá a suceder en cualquier otro momento y en cualquier otra cárcel. Eso se sabe y se puede pronosticar con total certeza. Ya se asomó en San Felipe. No hay excusas que valgan.

La ignorancia al respecto es culpable en sí misma y en sus consecuencias mortales. ¿No será que se sabe y la culpa peor está en otra parte?

 

27/07/2001 SIC Semanal

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