Por Pablo Fernández
Los estudios y registros que se llevan a nivel mundial reflejan que cientos de miles de personas mueren cada año como consecuencia del uso indebido de armas de fuego pequeñas y ligeras. Estas armas no solo son usadas para violar el derecho internacional humanitario en conflictos armados o vulnerar las normas internacionales de derechos humanos por parte de organismos de seguridad pública, sino que de igual manera son empleadas por delincuentes comunes para delinquir y atentar contra la vida y la integridad de sus víctimas.
Las municiones que utilizan las armas pequeñas son un combustible que perpetúa la vulnerabilidad de la vida humana y favorecen la permanencia del ciclo de la violencia. Si bien es sabido que las armas en sí mismas no son la causa de la violencia, ellas hacen que ésta sea mucho más letal y aumente exponencialmente el número de víctimas y de personas que quedan con lesiones graves de por vida. La escasez de munición podría reducir la intensidad de un conflicto o incluso detenerlo del todo. En un informe especial de la organización internacional Oxfam International (www.oxfam.org), se comenta, por ejemplo, cómo en el conflicto armado sufrido hace algunos años en la República Centroafricana, los combatientes llegaron a tirar sus armas porque no tenían la munición adecuada para ellas; o el caso de Somalia, donde el precio que se pagaba por una sola bala alcanzó la cifra récord de un dólar y medio.
La falta de esta «materia prima» de la muerte marca el destino de los conflictos y quienes tienen interés en mantenerlos vivos o lucrar a costa de ellos lo saben perfectamente. Lo mismo ocurre a nivel de la delincuencia común. Acceder a las municiones termina siendo incluso de mayor interés que obtener armas ilegalmente para delinquir.
La producción de municiones es un negocio de escala mundial. Existen como mínimo 76 Estados que fabrican municiones para armas ligeras a nivel industrial (uno de ellos es Venezuela) y la cifra va en aumento a medida que más países adquieren el equipamiento para su fabricación. Se calcula que la producción global anual de munición para armas pequeñas está entre 10 y 14 mil millones de unidades.
Asimismo, se sabe de la existencia de enormes arsenales de munición, de los que proceden cientos de millones de unidades de munición que van a parar a zonas de conflicto con la ayuda de una red global de traficantes y comerciantes de armas.
El impacto que las transferencias irresponsables de munición tienen sobre la vida de las personas y sus comunidades es enorme, y los controles internacionales sobre su comercio son insuficientes o considerablemente más débiles que aquellos que se aplican sobre otras categorías de armas. Las estadísticas indican que sólo existen datos referentes a la exportación del 17% de los 10 a 14 mil millones de balas que se fabrican cada año; esto significa que no existen datos fiables sobre 10 mil millones de unidades.
Controlar y extirpar el negociado criminal que representa la venta ilegal de municiones es una tarea prioritaria en la lucha contra la violencia con armas en nuestras sociedades.
22.08.2011 Red de Apoyo por la Justicia y la paz