Concentración frente a la FGR para exigir Justicia

* Es curioso que a docentes, alumnos, alumnas y personal directivo de una institución educativa, muchas veces les cuesta identificar la violencia y tienden a pensar que se limita a matar a alguien o que le hagan una calumnia

 

Los niños aprenden lo que viven

 

“…Si los niños viven con tolerancia, aprenden a ser pacientes. Si los niños viven con aceptación, aprenden a amar. Si los niños viven con viven con aprobación, aprenden a valorarse. Si los niños viven con ecuanimidad, aprenden qué es la justicia. Si los niños viven con afecto, aprenden que el mundo es un maravilloso lugar donde vivir… “. Extracto del poema Los niños aprenden lo que viven, de Dorothy Law Nolte.

 

La manera en que aprendemos todas estas cosas es a través de la socialización que puede ser vista como la toma de conciencia de la estructura social en la que nacemos, y el aprendizaje que hacemos para diferenciar lo aceptable (positivo) de lo inaceptable (negativo) en nuestro comportamiento. Ahora bien, nos preguntamos: ¿Los niños venezolanos y las niñas venezolanas son socializados y socializadas en medio de la violencia? ¿Esto los y las marca? ¿Influirá en la sociedad? ¿Se pueden revertir sus efectos? ¿Se puede educar sin maltratar? Para resolver estas interrogantes entrevistamos a Oscar Misle, cofundador de Centros Comunitarios de Aprendizaje (Cecodap), quien tiene además amplia experiencia en el tema de la violencia escolar.

 

Violencia está presente

 

“La violencia es el ejercicio del abuso de todo poder, en el cual una persona en posición de fuerza controla a otra persona que se encuentra en estado de inferioridad y atenta contra su integridad física y moral”. Sin embargo, como señala Oscar Misle es curioso que a docentes, alumnos, alumnas y personal directivo de una institución educativa, muchas veces les cuesta identificar la violencia y tienden a pensar que violencia se limita a matar a alguien o que le hagan una calumnia; en fin, cosas extremas, mientras que nunca se piensa que burlarse de alguien, acosarle, llamarlo o llamarla por apodos es una forma de violencia. Veamos dónde empieza todo.

 

La nalgada tiene fans

 

La socialización primaria es aquella en la que el infante o la infanta adquiere las primeras capacidades intelectuales y sociales, las cuales juegan el papel más crucial en la constitución de su identidad. Señala Oscar Misle que desde ese primer espacio, que es la familia, se justifica la agresión para corregir, pues los padres y madres consideran que “previene muchos males”. “Yo prefiero dar una nalgada que después pagar un psicólogo”, “porque eso lo va formando para que sepa lo que es bueno y lo que es malo”, etc. Añade Misle que la nalgada muchas veces puede ser de baja intensidad física, pero de alta intensidad emocional, y casi siempre es injusta pues les pegamos a nuestros hijos e hijas porque estamos cansados, molestos, porque peleamos con nuestra pareja o el jefe, porque vimos televisión, etc. “Cuando es agredido físicamente, el niño o la niña siente que su cuerpo puede ser tocado, puede ser agredido y cuando ese niño o esa niña se case y tenga una pareja que la ama va a tolerar que lo o la agredan porque lo aman o la aman o por su bien, pues eso fue lo que aprendió”, señala Misle.

 

Lo que esconden los morrales

 

Llegamos a los procesos de socialización secundaria, que vivimos en instituciones específicas, como la escuela, cuyos efectos no se pueden decir que sean menos duraderos o influyentes. En el libro de Cecodap, Lo que esconden los morrales, se explica cómo cada uno de nosotros y nosotras llevamos a la escuela toda esa carga de frustración, de impotencia, de rabia que sentimos cuando nos pegan, porque es algo que muchas veces no podemos contarle a nadie, y a esto se le suman las diversas situaciones que vivimos dentro de nuestra comunidad o del barrio, los duelos, lo que escuchamos en la televisión, o leemos en prensa, lo que comentan nuestros familiares sobre todo con el tema de los homicidios y por si fuera poco, las situaciones que vivimos cuando vengo en el tráfico o en el metro. Tanto en la socialización llevada a cabo en los sectores populares como en los sectores más favorecidos, hay un factor que está presente y que explica, de acuerdo a Oscar Misle, la violencia, que es la intolerancia hacia el que es diferente. “…Esa intolerancia hacia la diversidad hace que la violencia se manifieste como una forma de relacionarse y de vincularse, de dos formas: una, para resolver conflictos, o te agredo o te insulto; otra, para burlarme de ti, que es el acoso o bullying, desde el cual de manera sistemática, de manera intencional, descalifico a la persona que tiene una condición distinta”. Esto trae como consecuencia que “… ese niño o esa niña va creciendo inseguro o insegura, con baja autoestima, con una sensación de mucho problema para lidiar con la autoridad o lo que signifique jerarquía…, pero además voy a tener mucho resentimiento y, como no puedo vengarme de esas personas que me agredieron que son mi papá y mi mamá, yo me tengo que vengar de alguien fuera que me recuerde o que represente de manera simbólica o real esa autoridad que me hizo daño”, comenta el cofundador de Cecodap.

 

Cambiar golpes por abrazos

 

Oscar Misle asegura por su experiencia que sí se pueden revertir los efectos de la socialización en la violencia. Para ello, el niño, la niña o el o la adolescente comienza un largo proceso (en el que aprenden a expresar su afecto a través del cariño físico) y que les permite tanto entender que fueron víctimas de la violencia por parte de quienes los criaron, como que les permite drenar esos sentimientos de rabia y frustración por este hecho. Comprenden que pueden aprender sin ser maltratados o maltratadas y “pueden ser tocados o tocadas no para generarme dolor porque se portaron mal, sino para felicitarlos, darles ánimo, para sentirse que existen”.

 

¿Se puede educar si maltratar?

 

Sí se puede educar sin agredir y ésa es precisamente la metodología que enseña Cecodap en los 86 centros educativos públicos y privados en la gran Caracas, con los que trabaja permanentemente durante todo el año con el programa “La ruta del buen trato”.

 

Oscar Misle aconseja lo siguiente a los padres y a las madres que quieran educar a sus hijos e hijas de una manera diferente:

 

1. Revisar cómo estamos criando a nuestros niños y niñas, si estamos justificando la violencia.

 

2. Revisar cómo me criaron a mí y recordar cómo me sentí cuando me criaban de manera violenta.

 

3. Buscar apoyo si me siento muy tenso o tensa y siento que no me puedo controlar para evitar agredir. Para ello, se puede acudir a una Defensoría del Niño, Niña y del Adolescente o a un Consejo de Protección donde se pueden adquirir herramientas para educar de manera distinta

 

“La violencia no es un problema de sectores populares, pues está presente en sectores con realidades socioeconómicas distintas”.

 

Diario La Voz. 15.04.2012

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