Nada de gente “en pie de guerra”, en el Tercer Encuentro de Constructores de Paz, nos vimos puros amantes de la convivencia pacífica, y así, juntos, nos sentimos como si fuéramos muchísimos.

 

Por tercer año consecutivo la cita fue en la UCAB Caracas. Los asistentes fuimos cerca de 800 personas en búsqueda de la comprensión del fenómeno de la violencia de diversos tipos y con deseos de aprender unos de otros, pues, además de ponentes internacionales, una mañana estuvo dedicada a la presentación de experiencias concretas que nos dicen que la convivencia pacífica es posible.

 

Todos parecemos miembros de la “AAM”: la Asociación de la Alabanza Mutua, pues con mirada limpia y generosa somos capaces de valorar lo que hace el otro, sea su trabajo pequeño o grande, que en realidad, todos se vuelven grandes.

Este año el énfasis se puso en la participación para la construcción de la paz, o sea, ciudadanos y ciudadanas cumpliendo deberes y exigiendo derechos en pro de la paz.

 

De afuera nos llegaron las palabras de Miguel Álvarez Gándara, director de una ONG que se dedica a la mediación de conflictos. Nos alertó sobre indicios de agravamiento de la violencia en Venezuela, y nos animó a buscar acuerdos para la convivencia. Habló también de la importancia de los “actores intermedios que puedan encontrar debilidades y fortalezas en ambos bandos”. Mencionó ejemplos de El Salvador, entre otros. De Guayaquil, Ecuador. Llegó Nelsa Curbelo, de una organización que trabaja con jóvenes con problemas con la ley, nos habló de los milagros que se realizan cuando se busca comprender -y no enjuiciar y condenar- a estos jóvenes que viven en entornos violentos, “falta de amor y no tanto pobreza es lo que tienen dentro”. Escuchar, más que dar sermones y consejos, resultan a veces más efectivos.

 

De Venezuela también recibimos iluminaciones, tanto de los ponentes centrales -Jesús Machado y el padre Jesús María Aguirre, del Centro Gumilla, monseñor Baltazar Porras, de la Cáritas, Naibet Soto de Liderazgo y Visión, la cual nos habló de las herramientas del activista de la paz. Rescato del Padre Aguirre, la necesidad de hacer silencio para escuchar a los que piensan distinto”.

 Claro que no somos ingenuos, la violencia en Venezuela es suficientemente grave como para que sepamos que necesitamos acciones sostenidas y que involucren a muchos venezolanos, capaces de dialogar, recordando que el diálogo supone escuchar y no sólo hablar.

¡Escuchar, escuchar para entendernos! Reitero yo. Luego, todos los actores sociales que expusieron experiencias en la mañana del sábado, venidos de diferentes partes del país, nos hicieron recordar aquella canción “quién dijo que todo está perdido”. Uno realmente se sorprende gratamente de todas las cosas que se están haciendo en el país para reducir la violencia y promover la paz. Más de uno dirá que estamos teniendo poco éxito, porque no podemos olvidar los 19 mil 366 homicidios del año pasado, y, la verdad es que en Venezuela cada uno tiene su propia página de sucesos, con hechos no reseñados en los medios, pero que nos están afectando.

 

Los héroes no faltan. En la mesa de “comunidad”, por ejemplo, un señor de Caja Seca -estado Zulia- expuso su experiencia de la organización que dirige a favor de jóvenes con problemas de drogadicción, tratados con más amor que medicina y con ocupación y no con represión. En la mesa de educación, escuchamos las asombrosas, creativas y eficaces experiencias del Banco del Libro -con varios reconocimientos internacionales- enseñando convivencia con la literatura, Provida -“franquicia” venezolana en educación en valores, exportada a América latina y África-, la gente de Psicología Positiva que nos reconcilian con los adolescentes, Madres Promotoras de Paz, propuesta formativa y organizativa de Fe y Alegría para las madres de sectores populares, para todo el país, representadas en este encuentro por las señoras Carmen Emilia Rojas y Del Valle Ruiz, de San Félix, compartieron sus aprendizajes y sus “aventuras” en la promoción de la paz.

 

Claro que no somos ingenuos, la violencia en Venezuela es suficientemente grave como para que sepamos que necesitamos acciones sostenidas y que involucren a muchos venezolanos, capaces de dialogar, recordando que el diálogo supone escuchar y no sólo hablar.

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