La finalidad de las cooperativas, propia por demás de toda Organización de Economía Social (OESs), es la de servir a quienes las constituyeron y a su colectividad ya que sus miembros pertenecen a ella. Es falso que cuando una cooperativa se constituye sus fundadores solo le aportan capital y trabajo, también, y de manera natural, le aportan un territorio, una comunidad, y hasta una nacionalidad, que orientan sus esfuerzos y sentido de pertenencia a una región, un país o al Planeta mismo.

El territorio constituye el espacio donde se realiza una serie de relaciones socio-económicas y de poder entre sus pobladores y que se expresan fundamentalmente en el control y utilización de los recursos existentes.

Es falso que cuando una cooperativa se constituye sus fundadores solo le aportan capital y trabajo, también, y de manera natural, le aportan un territorio, una comunidad, y hasta una nacionalidad, que orientan sus esfuerzos y sentido de pertenencia a una región, un país o al Planeta mismo

Es así entonces como lo local se convierte en el espacio mínimo vital de las cooperativas; en su espacio de acción inmediato, en aquel donde, por el simple hecho de que quienes la constituyen habitan, está la amplísima mayoría de los problemas que ella debe enfrentar. También lo local les proporciona una cultura específica sobre la cual construir su propia cultura organizacional interna.

Cada comunidad, por pequeña que sea, crea la identidad colectiva del grupo humano que habita en ese determinado territorio, es portadora de un conjunto de valores compartidos por sus miembros, y este aspecto, interiorizado a nivel cultural se expresa como “una manera de ser”.

Los dos componentes analizados: el sistema de valores y el conjunto de articulaciones intrasociales en un espacio determinado, permiten soportar una nueva concepción del desarrollo, es decir el desarrollo local, definido como “un complejo proceso de concertación entre los agentes-sectores y fuerzas -que interactúan dentro de los limites de un territorio determinado con el propósito de impulsar un proyecto común (máxima expresión colectiva) que combine la generación de crecimiento económico, equidad, cambio social y cultural, sustentabilidad ecológica, enfoque de genero, calidad y equilibrio espacial y territorial con el fin de elevar la calidad de vida y el bienestar de cada familia y ciudadano que viven en ese territorio o localidad. Por lo tanto, un grupo social será capaz de generar dinámicas colectivas en la medida en que el conjunto de normas y valores que sustentan su identidad colectiva le permitan superar dificultades y transformar dichas dificultades en logros”.

La identidad colectiva local se da cuando hay un reconocimiento compartido de creencias, actitudes y comportamientos por parte del grupo al que se pertenece y está estrechamente vinculada a una cierta territorialidad. Tiene un fuerte componente emocional y surge de la relación entre el yo frente a los otros (abarca lo social y lo personal); dicha identidad se construye en la esfera grupal y se basa en ese reconocerse en una historia colectiva y adquiere toda su potencialidad cuando provoca interrogantes sobre el presente y sobre un proyecto colectivo común.

Si precisamos que las cooperativas poseen la doble dimensión Asociación-Empresa, el peso de lo local le concede a cada cooperativa de base la obligación de responderles con un doble anclaje, con una doble capacidad de integración: la social establecida por la asociación y la económica por la empresa. Ese doble anclaje reforzará el vínculo entre quienes la constituyeron y quienes pueden agregarse con ellas: las condiciones de afiliación a las cooperativas.

Siendo así, el cooperativismo se convierte en motor del desarrollo cuando conlleva al convencimiento de actuar con su doble anclaje para aportar a la comunidad, produciendo nuevas formas de asociación y de empresas que inician procesos de transformación económico-social haciendo, al mismo tiempo, hincapié en lo más auténtico de las tradiciones.

“Sin quererlo” entonces, las cooperativas son consecuencias de lo local y se deben a ese nivel. Lo local forma parte estructural de ellas y sólo considerándolo como punto de partida hacia espacios de mayor dimensión mediante el asociacionismo, la intercooperación, y la integración (en ese orden), y sin perder de vista lo mundial, es posible un desarrollo cooperativo con bases apropiadas.

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