Definitivamente las escuelas formales tienen un rol fundamental en la promoción y defensa de los Derechos Humanos, eso es innegable; sin embargo, no suelen concebirse como tal, sino que dirigen sus miradas más a la transmisión de conocimientos preestablecidos por la malla curricular, que en nuestro país no incluye el enfoque de Derechos Humanos como materia ni como eje transversal del proceso educativo, al menos no formalmente.

Ello no implica que no puedan incluir el tema dentro de sus proyectos de aula o proyectos integrales comunitarios. Por ejemplo, que los y las docentes (en funciones administrativas, directivas o en aula) se formen o capaciten en el tema, o sencillamente que hagan el esfuerzo por incluir el enfoque de Derechos Humanos en su discurso cotidiano y que se evidencie en el trato directo con los niños, niñas y adolescentes en las escuelas.

Las escuelas tienen mucho trabajo por delante, ¿no? Pero la verdad es que sea mucho o poco el trabajo que implique el asumir esta perspectiva deben hacerlo, deben enseñar todas las implicaciones -psicológicas, sociales, políticas, culturales, económicas y familiares – que tiene para una persona el ser víctima de violaciones a los Derechos Humanos

Empoderamiento y ciudadanía

Debemos entender la escuela como un espacio de socialización, en el que los niños, niñas, adolescentes y docentes participan colectivamente en la construcción del modelo educativo a seguir, y que su rol fundamental es la educación en y para la ciudadanía.  En ese sentido, emprender procesos formativos en y para los Derechos Humanos representa la oportunidad para crear conciencia sobre el tema, formar para la ciudadanía y transformar la sociedad.

Empoderar del discurso de Derechos Humanos a todos los actores que hacen vida en el contexto escolar permite, no sólo la formación en valores ciudadanos, sino que representa una oportunidad real de generar espacios para la toma de conciencia sobre los derechos de las personas, evitar la vulneración de los derechos, la organización comunitaria, las responsabilidades que sobrevienen de la conciencia de derechos y, en definitiva, permite saber qué hacer frente a vulneraciones a nuestros derechos fundamentales.  Es precisamente en este aspecto donde radica la importancia de la formación y la apropiación del enfoque de derechos en nuestra cotidianidad.

Por ejemplo, todos y todas merecen conocer qué se debería dar a las víctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de Derechos Humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario, de forma apropiada y proporcional a la gravedad de la violación y a las circunstancias de cada caso, una reparación plena y efectiva, en las formas siguientes: restitución, indemnización, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición.[1] Pero la realidad es que muy pocas personas lo saben, lo cual es peligroso porque pudiese traer como consecuencia que los niños, niñas y adolescentes no sabrán qué exigir al Estado si llegasen a convertirse en víctimas.

Las escuelas tienen mucho trabajo por delante, ¿no? Pero la verdad es que sea mucho o poco el trabajo que implique el asumir esta perspectiva deben hacerlo, deben enseñar todas las implicaciones -psicológicas, sociales, políticas, culturales, económicas y familiares – que tiene para una persona el ser víctima de violaciones a los Derechos Humanos.

Cómo podemos incorporar el tema

Una posibilidad real de incorporar este enfoque es a través de los proyectos de aula (PA) o los proyectos educativos integrales comunitarios (PEIC). Con los primeros se puede trabajar directamente dentro del salón de clases o ambiente de trabajo con los niños, niñas y adolescentes, a través de socio dramas, debates grupales,  con la simple investigación, o con cualquier herramienta que sirva para despertar el interés, la conciencia y la sensibilización sobre el tema.

A través de los PEIC, las herramientas son mucho más amplias; pueden partir desde el involucramiento de niños, niñas y adolescentes con su contexto comunitario, en el cual pueden interactuar con personas que han sido víctimas de violaciones de Derechos Humanos y conocer de viva voz su experiencia en la búsqueda de justicia y la reivindicación de sus derechos vulnerados ante los órganos gubernamentales competentes. En caso de no existir vivencias al respecto, igual se puede trabajar desde la base de necesidades y luchas por la garantía al pleno ejercicio de los derechos que han emprendido desde la comunidad.

Como vemos, son muchas las alternativas por medio de las cuales se puede construir un proceso de aprendizaje formal en el tema de reparación a las víctimas como mecanismo para la construcción de ciudadanía y el empoderamiento del enfoque de Derechos Humanos en la cotidianidad de todas y todos los actores que hacen vida en el ámbito escolar. Lo importante es la creatividad, las ganas y la disposición a aprender y cambiar realidades y discursos tradicionales por un nuevo enfoque donde el sujeto es el centro.  Dejemos de pensar que estos son temas para adultos y pongámoslos en la escuela.

No tiene sentido esperar a que las personas seamos víctimas de violaciones a nuestros derechos para conocer otros derechos que nacen desde el momento en que somos vulnerados, o para conocer los mecanismos para exigir justicia y reparaciones  por los daños causados, porque así el camino es más difícil.  Se debe comenzar desde temprana edad a crear conciencia, y la escuela, al igual que otros espacios de socialización de los niños y niñas, tiene un rol fundamental en que así sea. (Francisco Martínez Montero, revista Calle Sol, 20.09.12)


[1] Naciones Unidas (2005). Principios y directrices básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones manifiestas de las normas internacionales de Derechos Humanos y de violaciones graves del derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones. New York

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *