Estimados:
He leído el día de hoy, en la página 3, del Cuerpo «Nación», del Periódico El Nacional, las declaraciones de la Sra. Luisa Ortega Díaz, Fiscal General de esta nación, y su contenido me tiene hasta el momento, absolutamente horrorizada. La persona en cuestión declaro, y el texto de lo que dijo esta entrecomillado, por lo que imagino que es rigurosamente exacto, lo siguiente:
«Esta inhabilitado (se refiere a Franklin Brito), tiene una disminución de su capacidad, es una persona con conductas no ajustadas a la normalidad a lo que clínicamente se considera una persona normal, es decir que mentalmente puede tener unas desviaciones».
Haciendo abstracción de la extremada pobreza de lenguaje de la Sra. Ortega, que demuestra sin dudas su lamentable nivel intelectual, así como el uso que da a términos que evidentemente desconoce, resultan en extremo alarmante los siguientes aspectos:
1.- La calificación de «inhabilitado» y de «desviado mental» ahora es POTESTAD de una persona que no es NI MÉDICO, NI PSIQUIATRA?
2.-La «normalidad mental » ahora paso a ser decidida por personas cuya profesión es el derecho -como entiendo que es el caso de la Sra. Ortega- o es ¿que la Fiscalía General de la República tiene ahora entre sus derechos el de decidir quién esta «mentalmente desviado»?
3.- Sabrá la señora Fiscal que para inhabilitar a una persona desde el punto de vista psiquiátrico se requiere de UN JUICIO DE INCAPACITACION? ¿Qué son necesarias evaluaciones por parte de psiquiatras forenses? ¿Qué se trata de un proceso enormemente complejo, precisamente porque lo que está en juego es la integridad del ser humano al cual se está evaluando?
4.- ¿Sabrá la señora Fiscal de lo gravísimo de sus afirmaciones, lanzadas con una ligereza tan solo comparable con su evidente ignorancia en este terreno?
Me parece de mucha importancia traer a la memoria los dolorosos procesos vividos en los países del llamado «socialismo real», donde innumerables personas vivieron la experiencia del internamiento en clínicas psiquiátricas, expediente utilizado como instrumento político, por el delito de lo que se conoció como «disidencia». Una de esas miles de personas fue el escritor soviético Vladimir Bukovski, quien transcurrió 12 años entre campos de concentración y prisiones psiquiátricas, y quien dio a conocer en 1971 un documento de 150 páginas referente a los abusos cometidos en instituciones que deberían haber estado reservadas a pacientes mentales , las cuales terminaron alojando a los críticos del régimen «socialista».
Me pregunto si estas infelices actuaciones de la Sra. Ortega estarán sugeridas por la experiencia de aquel funesto «mar de la felicidad soviético». Aunque tampoco dudo que sean de su propia «inspiración», dada la impunidad y los innúmeros ejemplos de abuso que diariamente el poder chavista exhibe sobre la gente común y corriente. Es doloroso constatar como las personas que alguna vez pensaron en ideales de igualdad, libertad y equidad, hoy son solo repugnantes expresiones de un autoritarismo pinochetesco. Y lo digo con una gran tristeza.
Otro elemento a destacar es que la Sra. Ortega ha intentado descalificar la protesta de los periodistas en algunas ocasiones, considerándolas como «políticas» y no «gremiales». Como si las personas no tuviéramos derecho a expresarnos más que en nuestra condición profesional. En otras palabras, la «prócer «Ortega parece querer que limitemos nuestra vida, nuestras aspiraciones y nuestra acción social a la pertenencia al oficio. Pero a ella, en cambio, el poder le permite discriminar quien esta «loco» y debe ser internado, aunque su profesión nada tenga que ver con el tema.
Pese a lo incomodo que me resulta decirlo, no tengo más que apelar a mi propia experiencia: durante el infausto gobierno de Carlos Andrés Pérez, me toco vivir durante siete meses en la cárcel de Tocuyito, apartando unas semanas en la D.I.M. Como cualquier preso, puedo decir que fue un proceso absolutamente terrible. Inclemente. Odioso. Pero debo agregar que pase unas etapas en HUELGA DE HAMBRE. Y fui respetada. Nunca apareció una fiscal a declararme loca. A violar mi integridad como persona.
Que triste y lamentable que en esta «democracia participativa y protagónica», Franklin Brito haya perdido hasta la posibilidad de que se le considere «normal».
Por último, mi llamado es a mis colegas psiquiatras a que protesten con toda la rabia y el derecho como profesionales, contra esto que llaman democracia participativa y protagónica
Argelia Melet