El pasado miércoles se cumplió ocho meses desde que el presidente Chávez lanzó la Gran Misión a Toda Vida. Una propuesta interesante en términos de visión integral sobre cómo abordar la problemática de la violencia y el delito en el país.
Teóricamente bien concebida, en términos de desarrollar simultáneamente medidas de prevención y medidas de control penal ajustada a derecho. Además con el criterio de combatir el delito con pleno respeto a los derechos humanos.
Comprendemos que debido a la magnitud del problema no se pueden esperar cambios significativos en la situación en el corto plazo, pero si se puede saber qué tanto se avanza, cómo se implementa, algunos aciertos y errores.
¿Y qué ha pasado con la Misión? Poco se sabe. Como mucho de los proyectos que desarrolla este gobierno, la opacidad informativa prevalece.
Había una serie de metas a cumplir en un lapso de seis meses. ¿Tendremos todas y todas la posibilidad de conocer los resultados?
Mientras tanto la violencia y la delincuencia terminan afectando de manera negativa la vida de la familia venezolana y el disfrute de los derechos. La conversación popular se llena de historias diarias dónde la violencia dejó su marca. Y con ella dolor y sufrimiento
En la Vega suspendieron clases en una escuela porque en sus alrededores se produjo un tiroteo.En la Candelaria una carnicería decidió cerrar definitivamente las puertas porque en un mismo día fue atracada dos veces.
En un barrio de San Agustín decidieron suspender la celebración de un cumpleaños porque había el riesgo que delincuentes se auto invitaran.
En la escuela de educación de la UCV un día suspendieron las clases muy temprano porque horas antes habían asesinado una persona a escasos metros. Una panadería que trabajaba hasta las nueve de la noche decidió cerrar sus puertas a las 7.
El sistema de transporte de jeeps de un barrio en Antimano decidió prestar servicio solo hasta las nueve de la noche.
Cada vez más padres acompañan a sus hijos adolescentes hasta las puertas de los liceos por temor a que los muchachos sean asaltados.
Muchos maridos, aun corriendo riesgo, salen a esperar a sus esposas a las salidas del metro cuando regresan de clases o del trabajo.
Hombres y mujeres, pero ellas principalmente, abandonan los estudios nocturnos porque no aguantan el temor diario de circular en la noche por las calles oscuras y peligrosas.
Pero también aspectos esenciales como la solidaridad se pierden por temor. Muchas personas mueren desangradas en las calles, porque una vez heridas muy pocos se atreven a auxiliarlas.
La vida cotidiana va sufriendo cambios impuestos por el clima de violencia existente en el país. Nuestros niños y niñas lamentablemente crecen escuchando estas historias o peor aún viviéndolas, siendo parte de ellas.
Aspiramos que la Misión a Toda Vida no sea un proyecto más, muy bien diseñado y muy mal ejecutado.
A diferencia de otros, su fracaso cuesta vidas y lleva más dolor y angustia a la familia venezolana.