En menos de 48 horas el país fue sacudido por dos noticias lamentables: el asesinato del líder indígena Yukpa Sabino Romero el día domingo 03 de marzo y horas después, el día martes, por el fallecimiento del presidente Hugo Chávez.
Sabino Romero fue un cacique Yukpa irreductible que luchó hasta el último día de vida por la defensa de los derechos del pueblo indígena al cual pertenecía y particularmente por una adecuada demarcación de tierras.
A pesar que Sabino Romero simpatizaba con el presidente Chávez, mantuvo altos niveles de autonomía convocando a las comunidades para movilizarse por sus derechos
La lucha de Sabino Romero era contra el modelo de desarrollo extractivista energético. La demarcación estaba paralizada no solo por la “presión de la oligarquía ganadera” –como afirma cierta propaganda oficial-, sino porque en tierras indígenas de todo el país hay recursos ya negociados a futuro. Por eso Sabino estaba enfrentado a todos sus beneficiarios: Los medios privados regionales que lo acusaban de “robaganado”, algunos ministros que sugerían que era un bandolero, la burocracia del partido de gobierno que privilegiaba liderazgos indígenas dóciles para eclipsarlo. Sabino Romero venía denunciando que había un plan para asesinarlo.
Consumado su asesinato se pretende abrir un camino para continuar desarrollando esos proyectos desarrollistas, para seguir emprendiendo medidas que garanticen mermar autonomía a las luchas de los yukpas.
Chávez, fue un líder político con carisma que reivindicó en el discurso permanentemente a los más pobres y entre ellos a los indígenas. Aún cuando con la gestión de Hugo Chávez los pueblos indígenas tuvieron la oportunidad de tener representación directa en el parlamento, contar con una normativa jurídica que favorece sus intereses y derechos y contar con un ministerio dedicado a los pueblos indígenas, en términos socioeconómicos siguen tan pobres como hace 14 años. Un presidente que prometió adelantar un proceso de demarcación de tierras y partió sin haber cumplido su promesa. Un político que hablaba del protagonismo de los más pobres pero le irritaba que esos pobres actuaran con autonomía reivindicando sus derechos. Pretendía y trabajó por moldear un movimiento social que obedeciera, que cumpliera órdenes, pero se encontró en el camino con líderes sociales como Sabino o el sindicalista Rubén González para nombrar solo dos de destacada actuación en los últimos años.
Una de las deudas sociales que tiene el gobierno con los pueblos indígenas es cumplir con la Ley de demarcación de Tierras. Muchos de los conflictos que hoy se viven en los territorios indígenas es consecuencia de ese incumplimiento de demarcar las tierras.
El asesinato de Sabino y la partida definitiva de Hugo Chávez abren, sin embargo una oportunidad para el diálogo. Aspiramos que los altos funcionarios del Ejecutivo comprendan que ello es posible.