Hoy 15 de abril se celebra, alrededor del mundo, el Día Mundial de Acción contra el Gasto Militar, iniciativa coordinada por la Oficina Internacional de la Paz y apoyada por la Internacional de Resistentes a la Guerra, la red antimilitarista más antigua del mundo, con sede en Londres. En la región diferentes iniciativas y organizaciones circulan un pronunciamiento en donde exigen que los países latinoamericanos no gasten más dinero en juguetes de guerra “y hace que las gigantescas sumas de dinero que van al gasto militar no puedan ser usadas para el gasto social, tan necesario en nuestra región”. Si bien los fenómenos de golpes de Estado continúan siendo una realidad entre nosotros, los antimilitaristas recordaron que el mayor destino de las importaciones de armas es la represión interna “en particular contra comunidades indígenas en defensa de sus tierras y en lucha contra proyectos extractivistas, como también contra movimientos sociales, que casi como un fenómeno generalizado son fuertemente criminalizados”.
Venezuela tiene mucho que decir en el tema, pues en el año 2012 fue el país de América Latina que liderizó las importaciones de material bélico según las cifras disponibles en el Instituto de Investigaciones por la Paz de Estocolmo (Sipri). Durante el año pasado el país importó armamento por una cantidad de 643 millones de dólares, un 6.8% más que lo gastado un año antes, cuando pagó 602 millones de dólares por las armas adquiridas en el 2011. El 63.7% de las armas compradas el año pasado fueron adquiridas a Rusia (410 millones de dólares), 17.8% a China y un 8.5% a España. Otros montos menores fueron negociados con Ucrania, Holanda, Alemania y Suiza. Comparando el monto global con la Ley de Presupuesto 2013, el gobierno venezolano gastó más dinero en compra de armas que en instituciones que afirma son sus abanderadas en las políticas sociales, como el Ministerio de Comunas y Protección Social, Agricultura y Tierras, así como Vivienda y Hábitat. De hecho, la carrera armamentista endógena gastó 3 veces más en armas que en el Ministerio del Servicio Penitenciario, 3.5 veces más en equipo bélico que lo destinado a deportes y cultura, 9.3 veces más en armamento que lo destinado al ministerio de mujeres y 19.6 veces más en instrumentos para la guerra que lo destinado para el ministerio de pueblos indígenas.
Cuando hacen falta inversiones en infinitas áreas, como en la repotenciación tecnológica de las Empresas Básicas para la generación de empleo digno, el gobierno venezolano invierte sumas generosas en armas, beneficiando a intermediarios y los llamados “perros de la guerra”, mientras paralelamente habla sobre la necesidad del desarme de la población. Esta no es la única paradoja de la voluntad humanista y de cultura de paz del gobierno bolivariano. En junio del 2005 Venezuela adquirió 100.000 fusiles de asalto Kalashnikov AK-103 (una variante del clásico AK-47) a la Federación Rusa en una transacción por valor de 54 millones de dólares. Según las notas de prensa el objetivo era introducir dicho fusil de asalto “como arma de uso común en la Fuerza Armada Nacional”. La orden de compra incluyó accesorios: 74 millones de cartuchos calibre 7,62×39 mm, 2 mil juegos de repuestos, 50 juegos de calibradores, 2 mil manuales de empleo y 5 simuladores unificados para entrenamiento de tiro con el fusil. El negocio, además, incluía la transferencia de tecnología con lo que Venezuela se convertirá en el único país fabricante de AK-47 y sus variantes en la región. El seguimiento del convenio ha sido difícil por la opacidad de las informaciones. En un informe realizado en el año 2006, Amnistía Internacional calificó a los fusiles Ak como “la máquina de matar preferida en el mundo”.
La carrera armamentista del Estado venezolano no es una tendencia nueva. Un estudio de la ONG venezolana “Laboratorio de Paz”, basada en las cifras del Sipri, demuestra que entre los años 1980 y 2010 Venezuela se posicionó cómodamente en el segundo puesto, detrás de Chile, como el país de la región que más compró armamento gastando, durante esas tres décadas, un monto de 6.934 millones de dólares. De esta cantidad casi el 50% del monto total fue para adquirir aviones de combate (3.472 millones de dólares), seguida por barcos (1.727 millones de dólares) y los misiles (676 millones de dólares). Un dato interesante es que entre los años 1980 y 2010 no fueron los Estados Unidos, como comúnmente se cree, quienes más exportaron armas a la región, vendiendo en total 8.891 millones de dólares. En primer lugar, con un monto mayor se ubica la actual Federación Rusa quien vendió 9.272 millones de dólares a los países de la región. Precisamente son los rusos quienes liderizan la actual exportación de armas a nuestro país, rodeados de una incomprensible aura de país “antiimperialista”.
(*) Coordinador del Programa de Investigación de Provea
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@fanzinero