La participación es una herramienta fundamental para el acercamiento de las personas en las decisiones que les incumben. Ella no se decreta ni puede calificarse por capricho, no es protagónica porque a alguien se le ocurra calificarla así sino por su real alcance e impactos en la realidad que se desea transformar.
Variados son los conceptos. El más sencillo es el del Pequeño Larousse: «Acción y efecto de comunicar, informar, tomar parte, intervenir, o recibir parte en una cosa». Carmona la entiende como el «grado de responsabilidad e implicación de un grupo de sujetos con intereses propios en una actividad determinada con el fin de lograr sus objetivos. El Diccionario Enciclopédico Norma Castell lo define como la «forma de intervención social que les permite a los individuos reconocerse como actores que, al compartir una situación determinada, tienen la oportunidad de identificarse a partir de intereses, expectativas y demandas comunes y que están en capacidad de traducirlas con una cierta autonomía frente a otros actores sociales y políticos».
Un concepto operativo pudiera ser: «Proceso voluntario mediante el cual las personas toman decisiones y se incorporan en los procesos administrativos, las funciones administrativas y el monitoreo de los impactos en el entorno de una organización, con miras a lograr a través de esas decisiones e incorporación, un beneficio general y compensaciones equitativas a sus acciones y aportes».
Sin duda, es un proceso con obvias ventajas en lo organizacional, el desarrollo humano, lo social, cultural, y político, pero tiene lógica resistencia de sectores amantes del modelo burocrático como los militares que obviamente no la practican. Un impacto casi mediato de ella en las cooperativas que la practican es que «se encarna en políticas, estructuras y procesos que permiten y estimulan que asociados y trabajadores se involucren de manera efectiva en la operación de la organización». La participación se apoya fundamentalmente en la libertad de quienes la practican para actuar como equipo; no puede ser impuesta ya que lo voluntario es fundamental. En las cooperativas debe efectuarse sin presiones ni contraprestación y, además, debe superar las responsabilidades asignadas, ir más allá, agregarle valor, surgir de la base y romper con los niveles reacios a los cambios.
De la modalidad participativa que se emprenda, dependerán las transformaciones en la sociedad y sus organizaciones, la concentración de poder, y la influencia en la calidad y pertinencia de ellas.
Mientras más cercano esté la decisión de los niveles estratégicos, más trascendente será; esa cercanía define sus modalidades: coinfluencia, codecisión, coparticipación, acuerdos, alianzas, la cogestión real y la autogestión. (Tal Cual, 14.05.13)