Esta semana pensaba escribir sobre la necesidad de “ayudar a recoger toallas”, por todas esas madres y educadores que están cansados de luchar por sus hijos y/o alumnos y hablan de… tirar la toalla, pero me topé con un titular de la agencia de noticias española EFE, reproducida por periódicos de circulación nacional: “Compra de armas de Venezuela a Rusia asciende a 11.000 millones de dólares”. Entonces cambié el tema.
Según esta nota del 13 de mayo, el director de la exportadora rusa Robosoronexport, Antoli Isaikia, esa empresa envió a Venezuela -entre otras armas- 100 mil fusiles Kalashnikov AK 103, además de helicópteros, carros de combate y otros “juguetes bélicos”. Se informó también que funcionarán dos plantas para ensamblar y fabricar armas. Ya el 24 de abril de este año, Rafael Uzcátegui, con datos del Instituto de Investigaciones de Paz de Estocolmo, nos señalaba que Venezuela está entre los 20 países que adquieren más armas en el mundo. En 2012 se importaron 6,8 por ciento más que en 2010, y el Estado venezolano destinó más dinero a armas que lo asignado a la misión vivienda, protección social, agrario…
Resuenan algunas cifras después de leer estos: ¡Cien mil fusiles! ¡Cien mil armas largas! ¿Para qué? No se puede entender. ¿Utilizará el Estado venezolano armas largas para fusilar corruptos, o adolescentes desorientados que roban en las calles, o a los conductores que se tragan los semáforos y provocan accidentes de tránsito, o a los que incumplen normas ambientales y acaban con bosques y ríos? ¿A punta de fusil reducirán los secuestros? ¿Con armas largas se acabarán los tiroteos que imponen toque queda en los barrios? ¿Con más armas desarmaremos a los que asaltan las unidades de transporte público? ¿Con kalashnikov se humanizarán las cárceles?
Una se hace otras preguntas como éstas. ¿Acaso hay algún país vecino que nos haya declarado la guerra? ¿Hay algún peligro de invasión extranjera que los ciudadanos comunes no sepamos? ¿Realmente se necesitan 100 mil fusiles para enfrentar los problemas de este país? ¿Y no había una comisión presidencial para el desarme? ¿Se desarma por un lado y se arma por otro? ¿No se le podrían dar otros destinos más útiles y nobles a esos 11 millardos?
Propongo algunas ideas, propongo otros titulares, por ejemplo: “Se formarán 100 mil recreadores para que en agosto ningún niño, niña o adolescente los reclute las bandas delictivas en vacaciones”; o éste: “Se construirán 35 mil aulas para reducir el déficit de escuelas y así nadie quede sin cupo el próximo año”; o tal vez éste otro, “Se darán 100 mil bonos a los mejores docentes de liceos públicos para premiarlos por trabajar en condiciones difíciles y no desertar”; o, “Se otorgarán 100 mil becas a los mejores bachilleres para que estudien educación”, o, “Se harán 100 mil copias del corto metrajeLa hora señalada -mención honorífica en el recién Festival de Cine y Espiritualidad- para que se promuevan las salidas pacíficas en los conflictos escolares”; o “Se formarán 100 mil terapeutas familiares para ayudar a las madres y a los padres que quieren educar a sus hijos y no saben cómo”; o “Se construirán 100 mil mesas redondas para estimular el diálogo entre vecinos polarizados por la política”; o, “Se destinarán 100 mil cuatros a las escuelas para que ninguna se quede sin cuatrista para las parrandas navideñas”; o “Se formarán 100 mil madres promotoras de paz”… En fin, hay tantas cosas que se podrían hacer con esos millarditos…
Creo que ese dinero podría servir mejor a la sociedad venezolana urgida de soluciones pacíficas y no de fusiles. (Correo del Caroní, 20.05.13)