No eran muchas, ¿unas 200 personas? Poco más, poco menos, pero se sentían muchas. Por quinto año, la parroquia católica Nuestra Señora del Salvador -Vista al Sol- y las Madres Promotoras de Paz de La Victoria y Cristóbal Colón, animaron a los vecinos de esos sectores a unirse a favor de la paz y la vida en su caminata anual.
Este sábado 1, los habitantes de Santiago Mariño, La Granja y de las comunidades arriba mencionadas, no salieron a la calle asustados por algún tiroteo o a mirar algún cadáver, producto de la violencia delincuencial, no, esta vez salieron a la puerta a saludar a muchas mujeres, muchos jóvenes, unos niños y niñas que abrían la caminata haciendo una especie de gala gimnástica ondeando unas cintas de colores. De las casas y los carros saludaban con simpatía y señales de aprobación. ¡Daba gusto! Algunos se unían espontáneamente y caminaban un rato al lado de los pacifistas que cantaban en coro “Dale a la gente el regalo diferente/que mueve y que se siente/ el verdadero amor/ y no lo escondas ni a nadie lo mezquines/ que a todos nos redime/ el verdadero amo/ para que el mundo marche por fin mejor”. Si, ese deseo por un mundo mejor, en paz, en donde los padres y las madres no entierren a sus hijos a causa de balas, un mundo en donde el diálogo sea la base de entendimiento y no el golpe y el insulto.
“No se si estas caminatas bajan la violencia -decía una señora– pero la verdad es que una se anima mucho, porque se siente acompañada”. Otra comentaba que los “mala conducta” respetan a los que se atreven a expresar públicamente que están por la paz.
Un camión, con un equipo de músicos y animadores, abría la caminata, “Toda violencia es mala, hiere, daña y hasta puede matar. La violencia no es obligada, se puede prevenir, reducir y erradicar. Los pacíficos somos más, y tenemos que expresar nuestra adhesión a la paz”, se escuchaba que decían entre canto y canto León, Vallita, Carlos -“No necesitamos educación premilitar sino educación para la paz… queremos más libros, más computadoras, no fusiles y balas”, seguían. Y continuaban los cantos: “Gracias a la vida que me ha dado tanto”. Por la vida merece la pena el cansancio bien invertido.
En medio de los caminantes, catequistas, maestros de las dos escuelas de Fe y Alegría del sector, maestras de las escuela parroquial, sin preguntar si ese día contaría para el bono alimentario… en medio también el padre Mario, con su liderazgo humilde y sencillo aupando vocerías colectivas, también el padre Gilberto, ahí, calladito pero al lado de unos barrios con fama de violentos, pero con deseos de paz convertidos en acciones, como esta caminata.
Dos semanas antes comenzaron a invitar a las escuelas públicas y privadas. Sin discriminación, porque la violencia nos está afectando a todos. Una semana antes los organizadores llevaron una hoja con propuestas didácticas para que los docentes trabajaran el tema con los alumnos. “Cambiar palabras violentas por palabras amigables”. Ese es labor obligada de los educadores hoy, enseñar que las palabras se hicieron para comunicar vida y no para descalificar e insultar. Aprender a abrir el puño, pues con el puño cerrado no se puede ni saludar ni acariciar.
La calle hay que rescatarla para el libre tránsito, la gente necesita de momentos explícitos de apoyo a la vida y a la convivencia pacífica. Es verdad que los pacíficos somos más que los violentos, pero si permanecemos callados y encerrados, invisibles, dejamos el terreno libre a la violencia. Andar haciendo caminos, como estos perseverantes caminantes, alimentan la esperanza. (Correo del Caroní, 03.06.13)