Hace un año, después de sumar cinco casos de niños menores de dos años muertos por balas, escribí que en este país se muere en pañales. Hoy escribo que se muere antes de nacer.
En Caracas, a principios de junio, asesinaron a una mujer embarazada, la última semana de mayo hubo un caso similar y no son éstos los únicos casos. ¡Muertes violentas aún sin salir del vientre materno! ¡Víctimas de las balas antes de nacer!
En San Félix, el domingo 2 de junio, en el barrio Guaiparito, unos sujetos andaban regando balas y un bebé de un año que estaba siendo amamantado por su madre, en el porche de su casa, recibió un balazo en la frente -ya su madre había sido herida en el seno-, por más que los vecinos corrieron al hospital cercano, no lo pudieron salvar, el pequeño murió. Piensen la escena: una madre amamantando, dando vida pues, un hijo de un año en sus brazos, y en ese lugar sagrado, una bala acaba con la existencia que apenas comenzaba… ¡Es terrible! ¡No hay espacio seguro en este país para nadie!
Difícil no conmoverse ante un hecho como ese, sin embargo, no hay reacciones masivas en este país ante asesinatos de los más pequeños. Ya Cecodap ha alertado, en su estudio sobre 10 años de violencia contra niños y niñas sobre la gravedad del asunto. La curva ascendente de homicidios de menores de 18 años debería generar una reflexión y acción de parte de la sociedad y de parte del Sistema de Protección de niños, niñas y adolescentes.
Una se pregunta ¿Cuántos más tienen que morir? ¿El hijo o el nieto de quién tiene que morir para que el hecho provoque algo más que un titular? Una semana después del caso mencionado, ya es noticia vieja. ¿Nos estaremos acostumbrando?
Hace unos días se aprobó la Ley de Desarme. No se si son leyes o es voluntad política y ciudadanía vigorosa lo que necesitamos en este país para parar esta guerra asimétrica: gente armada contra bebés indefensos. Esperamos que recojan las balas. Hay escasez de harina y papel sanitario, pero las balas sobran. La Lopnna tiene más de 10 años de vigencia y aún no tenemos políticas públicas para la protección integral para los niños, niñas y adolescentes.
Viene julio, y se celebrará “el día del niño”. Se harán fiestas, se adornarán calles con globos, se ofrecerán castillos inflables y sonrisas por un día. Mientras, en Venezuela siguen muriendo cada mes de manera violenta, niños y niñas en un número equivalente a más de un salón de clases.
No se trata de ponerse a llorar, sino de ver cómo estos niños tienen su resurrección. No podemos hacer como Jesús -devolver la vida- pero podemos solidarizarnos con las madres, es posible trabajar para que esta situación tenga muros de contención. En este próximo día del niño, darles una mano a las madres que han perdido sus hijos, elevar nuestros deseos de paz y convertirlas en acciones de paz a favor de los más pequeños. ¡Eso sería hacer justicia y resucitarlos! (Correo del Caroní, 10.06.13)