Hay gente que habla mal de los periodistas, hay educadores que culpan a los medios de muchos males, hasta hay gobernantes que atribuyen el incremento de violencia a los comunicadores sociales.
Yo creo que los periodistas pueden ser -y muchos lo son- unos grandes aliados para regar los deseos de la convivencia pacífica.
Los comunicadores tienen mucho poder: ponen la lupa sobre los hechos, seleccionan personas y las vuelven “personajes”, sirven de telescopio para descubrir talentos escondidos, son amplificadores para gritos reprimidos de víctimas de la violencia, transforman historias sencillas en películas de amor o dolor que merecerían premios.
Un periodista puede convertir su reportaje en una máquina del tiempo cuando permite que semillas de paz en una escuela se vislumbren como árboles futuros que alberguen niños y niñas jugando fraternalmente.
Una buena noticia sobre las acciones de paz de una comunidad, de esas estigmatizadas por la violencia, puede ser el comienzo de una serie de “intervenciones quirúrgicas” para limpiar esas heridas generadas por las balas.
¡No saben ustedes lo que puede significar salir en la página de “ciudadanos” y no en la de “sucesos”! ¡Puede ser la gloria que invita a continuar tejiendo lazos de alegría!
Una buena noticia publicada o radiada puede ser también la mano extendida a seguir el ejemplo: “Si ellos pudieron, nosotros también”.
Una buena noticia es la ventana abierta al paisaje con colores pasteles que se convierte en evidencia de que la violencia no es obligada.
“Incidencia pública”, llaman algunas organizaciones a esto que yo llamo alianza posible y necesaria para alimentar la fe en que la convivencia pacífica es posible, y subrayo lo de “necesaria” porque en Venezuela, con tanta bala suelta y tanto discurso rabioso, se puede llegar a creer que no hay nada que hacer.
Las buenas noticias, en cambio, dejan el mensaje no sólo de que sí se puede prevenir, reducir y erradicar la violencia sino que incluso ya se están haciendo muchas cosas para conseguir la paz.
No denunciar la violencia -venga de donde venga- es como tener un semáforo apagado. Los periodistas también ayudan a alertar sobre los factores que atentan contra la paz y la vida.
Y no publicar buenas noticias, aunque sean pequeñas, no sólo puede ser mezquindad, sino también torpeza, falta de visión, poca inteligencia, porque la paz es buena para todos, hasta es negocio, pues ahorra sufrimientos, rejas, fármacos y como es un “bien escaso”, se busca.
Hay dueños de medios que han visto las bondades de ser aliados de los constructores de paz.
Hay universidades que han cultivado esta sensibilidad necesaria para ver noticia en donde otros no ven nada.
Hay comunicadores sociales que han afinado sus sentidos para escuchar lo que no se dice y captan imágenes que como estrellas fugaces, iluminan caminos oscurecidos por la muerte.
Nos gustarían que fueran más, pero valgan estas líneas para reconocer a los que usan su tinta, sus cámaras y sus micrófonos para alimentar la esperanza, eso también es “hacer las paces”. (Correo del Caroní, 24.06.13