Les aseguro que no voy a tratar el tema de la “suprema felicidad”, hablo tan solo de amortiguar las secuelas que la violencia y las carencias de muchos tipos, están dejando en los niños y niñas de entornos muy violentos.
Afirmo que es posible generar un poco de alegría en esa población, y como argumento compartiré el resultado de unas jornadas con pequeños de un promedio de 10 años, estudiantes de 5 grado de una escuela de San Félix.
Como parte de un trabajo de Educación para la Paz, se les está enseñando a expresar emociones y sentimientos, básico para aprender a convivir pacíficamente.
En estas últimas jornadas se les preguntó qué les daba miedo, qué les ponía tristes y qué les ponía alegres. A esas preguntas respondieron hablando, escribiendo, cantando y dibujando. Por cierto, dibujos “en blanco y negro” porque no tienen colores.
A más de la mitad le da miedo “la correa”, o sea que el castigo físico está presente, probablemente porque sus madres no saben que se puede corregir sin maltratar.
También les da miedo quedarse en las esquinas porque es peligroso. Las pistolas, los malandros, salieron también. Hay que añadir que las culebras y los ratones no quedaron bien parados y hasta alguno mencionó tener miedo a los tiburones, pero ganó “la correa”.
Las respuestas sobre los motivos de tristeza son para poner a llorar a cualquiera: de 20, 4 mencionaron la muerte de algunos de sus padres, dos de ellas, hermanas, ya han perdido sus dos padres en momentos distintos por causas violentas.
¡A los 10 años! Otro apuntó que se pone triste cuando su mamá le pega a su hermanita; una niña dijo que está triste porque su madre se fue a las minas a trabajar y no sabe si volverá.
Una niña mencionó las burlas de sus compañeros como la causa de su tristeza. La muerte de las abuelitas tuvo varias menciones. Es importante que los niños puedan hablar de estos temas para que se trabajen los duelos y crezca su capacidad de adaptación.
¿Qué les da alegría?
Escucharles y ver sus dibujos ingenuos nos indica que son niños y niñas con su corazón sano a pesar de las adversidades, y es por ahí donde vemos la esperanza: “me pone alegre que mi mamá me abrace”, esa fue la respuesta más repetida; “me alegro cuando canto” ¡el arte salvará a este país!; “me alegra ver a mi maestra bonita” -esa maestra da mucha alegría porque siempre anda bonita-; “me alegra que me lean un cuento”, ¿será eso muy difícil, decretar la hora del cuento en aulas y hogares?; “me alegro cuando me compran un helado”, “que me dejen salir a jugar”…
Hay un caso muy especial porque es uno de esos chicos de conducta difícil, con una historia triste, que nos dice cómo la escuela puede compensar la carencias familiares.
El niño escribió que se había puesto muy alegre cuando la maestra le dijo a su padre que ese día se había portado muy bien y su papá lo felicitó. ¡Bien por el niño, bien por la maestra y bien por el padre!
La verdad es que hay entornos especialmente violentos, tanto familiares como comunitarios, pero escuchar a los niños nos sirve para orientar las acciones tanto a los padres como a los educadores.
No podremos erradicar la violencia, pero sí podemos amortiguar sus efectos proporcionando abrazos, felicitaciones, cantos, juegos, endulzando el día con un helado de vez en cuando, y todo eso podrá fortalecer la persona en crecimiento, los niños estarán en mejores condiciones para suavizar las experiencias negativas.
A los padres, cuando se les comprende -antes que enjuiciarlos- y se les ayuda a ver otras opciones para la crianza de sus hijos, incluso en esos entornos adversos, en términos generales, son capaces de cambiar sus prácticas, como el padre del chico que hemos mencionado.
No será la “felicidad suprema”, pero es la felicidad posible, sin requerir dólares de Cadivi ni postgrados. En estos tiempos necesitamos de pequeñas victorias que nos permitan alimentar la esperanza.
Nada de esto es para que nos olvidemos de exigir Políticas Públicas adecuadas, pero mientras, maestras bonitas, cantos y cuentos hay muchos en este país. Cada quien puede hacer el suyo y verá que no se arrepentirá.