¿Usted es de los que cree que no hay nada que hacer para enfrentar la violencia? Pues le tengo una buena noticia: se puede hacer mucho para prevenir la violencia, reducirla y sentar bases para la convivencia pacífica, sin necesidad de dólares de CADIVI y sin que usted o yo tengamos poder de decisión para implantar políticas públicas. Estamos hablando de la paz en el hogar, en la escuela y en su comunidad. Dedicaremos varias columnas a este tema: erres para convivir en paz.
1.- Reconocer. Este paso creo que ya se ha dado, pues son muchas las familias que reconocen que hay problemas serios de relación en la familia: se ha perdido control, hay madres que no saben qué hacer con sus hijos; hay muchos directores de escuelas que aceptan que tienen violencia en el aula, y parece que la sociedad venezolana y el alto gobierno, a raíz de la muerte trágica de la actriz Mónica Spear, amén de las universidades e investigadores que lo vienen alertando. Junto con reconocer el problema – en alto grado – esta erre supone un re-conocimiento de la violencia: sus nuevas formas, la que hemos estado ingiriendo sin darnos cuenta y tal vez devolviéndola a los que nos rodean, recibo insultos, devuelvo insultos…
2.- Reflexionar: detenernos frente al fenómeno. Comprender al violento, no para disculparlo, sino para saber por qué actúa de esa manera. Ni la escuela ni la familia están para juzgar, pues lo que se busca es que el violento abandone sus actitudes que dañan a los demás. En esta misma erre metemos el tema de enseñar a pensar antes de actuar. La convivencia pacífica requiere de un elemento cognitivo, requiere, para decirlo con Manuel Segura Sj, de 5 pensamientos: el consecuencial, el alternativo, el causal, el de perspectiva y el de medio – fin. En otras palabras, pensar antes de actuar, saber que toda acción tienen consecuencias, que todo conflicto tiene más de una salida, saber ponerse en el lugar del otro, saber las causas de los actos de otros, saber colocarse metas y poner los medios para lograrlas. Este trabajo no se está haciendo ni en las familias ni en las escuelas.
2.- Reunión- Solos no se sale de ninguna violencia. El niño acosado en el aula necesita ayuda y aliados, la madre violentada en la casa o que maltrata a sus hijos necesita ayuda profesional y personas que le escuchen, la maestra que ha sido amenazada en su liceo, o simplemente que está agobiada por los problemas cotidianos de violencia en el aula, el joven que teme a las bandas en su comunidad… todos necesitan ayuda y la comunión con otros con problemas similares o de profesionales que contribuyan a buscar soluciones colectivas.
3.- Respirar, relajarse, recrearse, reírse. Usted dirá que son 4 erres y no una, sí, pero todas pertenecen a la misma categoría: hay que bajar las angustias, el estrés, bajo presión no se pueden tomar decisiones adecuadas. La violencia, del tipo que sea, altera nuestro estado de ánimo. Respirar profundo ante un hecho violento, o como práctica sana después del receso en la escuela, el equilibrio entre trabajo y descanso, técnicas de relajación para liberar estrés, aprender a reírse de uno mismo, cultivar el sentido del buen humor – todo eso se aprende- son herramientas importantísimas para reducir la violencia y fomentar la convivencia pacífica. El sentido del humor distiende, quita dolores, relaja, acerca, es gratis.
Por hoy hasta aquí. Hay que llegar hasta la erre de responsabilidades, y en ésta, “cada cargo con su carga”.
Antes de cerrar, un comentario necesario: esta ventana que el Correo del Caroní me ofreció hace unos años y que la hemos mantenido semanalmente, está en peligro por falta de papel. No quiero que se cierre. Los periódicos son importantes para la Democracia. ¡Ojalá Ciudad Guayana pueda seguir contando con su Correo del Caroní!