En algunos años emblemáticos de la historia contemporánea de la nación, en Venezuela se ha protestado con intensidad durante el mes de Febrero. Sin embargo, hay diferencias en cada situación.
El programa de febrero de 1936, debe su nombre al mes en que lo presento López Contreras, entonces Presidente del país luego de la muerte de Gómez. En aquellos días se produjeron importantes revueltas sociales, en una Venezuela que empezaba a conocer libertades democráticas.
La inspiración de esos momentos, tuvo sus fuentes nutricias en las luchas estudiantiles de la generación del ’28 y en los pininos del movimiento sindical.
He allí una primera precisión: Venezuela era un país que no estaba acostumbrado a los partidos políticos, al ejercicio democrático, a elecciones y no se tenía noción de los derechos humanos.
Saltando arbitrariamente algunas décadas para comparar aspectos del pasado con el presente de las protestas venezolanas, en 1989 el mes de febrero estuvo caracterizado por un estallido popular.
Sin programa, sin partidos políticos que encausaran la insurrección popular y sin mayor organización, la ciudadanía salió a la calle a rechazar de manera contundente las medidas económicas del gobierno.
El saldo de personas muertas y heridas es incalculable. La imagen de aquel febrero aún asusta, por lo dantesco de la realidad que plasmó. De 1989 en adelante surgió la idea de que las causas de aquel estallido debían ser superadas o resueltas de alguna manera.
Segunda precisión: el sacudón representa el despertar de un país cansado de mentiras, corrupción y hambre, cuyo pueblo pobre se asumía como actor de la vida política, más allá de los resultados de procesos electorales con reducida participación.
El febrero de 1992 es producto del fenómeno iniciado en 1989. El 4F hubo una insurrección básicamente militar, contra un poder constituido que se había deslegitimado porque puso en práctica políticas públicas que no satisfacían a la población mayoritariamente pobre.
Aquí cabe otra puntualización: dijeron sus voceros que el 4F fue un alzamiento militar para cambiar la Constitución, para no reprimir mas, para lograr la justicia social y para incluir al pueblo en el disfrute de derechos que solo tenia una minoría.
Ahora estamos en un febrero 2014 donde una parte de la ciudadanía ejerce el mismo derecho de 1936 y de 1989, casi con las mismas consignas, pero que se encuentra de frente con un estamento militar que comete y permite el asesinato y la tortura, que tolera la actuación de grupos de civiles armados para atacar manifestantes, muchos de los cuales son estudiantes, mujeres y gente en sus casas.
El febrero del 2014 tiene censuras y el gobierno justifica la desproporcionada represión aludiendo un supuesto «golpe» de Estado, legitimando de esta forma a los paramilitares y cubriendo con su vocación de hacer loas a la impunidad, los crímenes perpetrados.
Precisión: este febrero es peor, pues significa un retroceso indiscutible en las libertades democráticas, en la violación a los derechos humanos y en la escasa voluntad del gobierno por rectificar y atacar la inseguridad y las causas económicas de la movilización de un importante sector del país.