luisa pernaleteEste vía crucis venezolano se ha vuelto permanente y cada vez con más estaciones.

Además de las cruces de que ya cargamos desde hace años malos servicios, las escuelas a medio construir en zonas populares, por ejemplo, la falta de políticas de prevención que eviten que más adolescentes mueran o maten, la violencia de diverso tipo que hiere, que atemoriza, que mata -se han añadido las nuevas: la inflación más elevada del mundo, la escasez de productos de primera necesidad- y aunque suene a disco rayado, en esta cruz hay que meter el drama de los niños y niñas que no están tomando leche, las amenazas de parte de jefes de bandas delictivas que reciben directores de escuelas ubicadas en entornos violentos, la angustia que genera no encontrar medicinas indispensables para ciertas enfermedades, las decenas de detenciones arbitrarias, el trato cruel e inhumano de autoridades que deberían proteger a la población…

Creo que mientras más cruces encontramos en el camino más tenemos que agudizar nuestros sentidos para ver a los que ayudan a cargar cruces o a los que logran resucitar a pesar de su calvario.

Tanquetas, persecuciones de papel sanitario y harina o comentarios fuera de tono como que las colas obedecen a que hay más capacidad de compra. No hay salidas fáciles ni instantáneas para estas cruces.

Pero sabemos que después de la pasión y muerte de Jesús, vino la resurrección. Volvió a vivir. ¿Es posible hablar de resurrección en este país?

Yo veo resurrección. Yo veo vida.

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