En los últimos seis años el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social ha registrado unas 22 mil protestas sociales (37% por violaciones laborales).
En un período de al menos ocho años suman además tres mil procesos judiciales por ejercer el derecho a la protesta. 230 de esos casos involucran a sindicalistas. Y por si fuera poco, en el denominado «Gobierno obrerista» se ha tejido un andamiaje legal que cercena cada vez más las manifestaciones.
Rubén González es uno de los casos emblemáticos de esa criminalización de la protesta. El secretario general de Sintraferrominera enfrentó un proceso de casi cinco años, que incluyó 17 meses de prisión. Su delito fue buscar una conciliación con el patrono durante una huelga laboral en la empresa estatal que duró 16 días. Fue un caso político, así lo dijo el expresidente de la estatal Ferrominera, Rawan Sabbagh, y así lo ratificó la Fiscalía durante su juicio. Su crimen, según Sabbagh, fue salirse de la militancia del PSUV.
Hoy, a casi una semana de ser absuelto, González está convencido de que hizo lo correcto y que su compromiso es mayor, pese a las trabas legales para evitar las protestas.
-¿Qué lección le deja el proceso judicial?
-En parte traumática y en parte conocimiento. Pude conocer la delincuencia dentro de los calabozos, pude conocer las mafias y cómo puede haber justicia en las instituciones.
-¿Qué fue lo más fuerte?
-Yo tenía la voluntad de que estaba ahí porque sencillamente tenía que hacer lo hice. Si ellos (las autoridades) querían seguir cometiendo injusticia que la siguieran haciendo, pero yo no podía deponer mi actitud de defender los intereses de los trabajadores. Solo tenía una cierta aflicción por mi familia, que estaba dolida y estaba sufriendo por el acoso.
-¿Volvería a participar en una huelga laboral?
-Claro, porque si no lo hago no soy dirigente sindical. Para eso me eligieron los trabajadores. Los trabajadores cuando paralizan sus actividades se debe a incumplimientos, si el Estado no quiere que haya huelga, entonces que le cumpla a los trabajadores.
-La huelga laboral por la que fue enjuiciado fue por la violación del contrato, ¿cuál es el panorama hoy?
-Todavía se mantienen las violaciones. Falta de dotación de uniformes, insumos, en el comisariato no hay artículos. Aunque debo reconocer que el nuevo presidente de la empresa (Jesús Mata) ha buscado el entendimiento.
-¿Qué piensa de la prohibición del TSJ de las manifestaciones espontáneas?
-Es aberrante. Si la soberanía reside en el pueblo, ¿cómo es que tenemos que pedir permiso para protestar? Tenemos que unirnos, lo que quieren es chantajear al pueblo. Esto es dictadura disfrazada de democracia.
-¿Por qué incomoda que los trabajadores protesten?
-Incomoda porque ellos desde que llegaron al Gobierno les gusta tener títeres y payasos, gente que diga: ¡Uh ah, así es que se gobierna! Aún sabiendo que van para un hoyo profundo, no pueden protestar.
-¿La polarización política ha interferido en lo laboral?
-Sí. En Ferrominera tenemos la Fuerza Bolivariana de Trabajadores y el Movimiento 21. Cuando hay unos dirigentes sindicales genuinos luchando por el bienestar general de los trabajadores, ellos se enfrentan a nosotros y nos dicen que queremos acabar con la empresa, y no, nosotros estamos defendiendo los intereses de todos. ¿Cómo es que ellos van en contra de sus propios intereses? Eso deviene porque son payasos y títeres.
-¿Cómo ve el rol de la actividad sindical?
-Hay dirigentes sindicales, la mayoría del oficialismo, que son politiqueros. Entonces, la dirigencia sindical genuina tiene que estar consciente de que fue electa para defender los intereses laborales. Creo que la unidad de los trabajadores y sus sindicatos es la columna vertebral para salir adelante.
-¿Negociaría algún principio?
-Que nos digan donde estamos equivocados y nosotros también podemos rectificar. Nosotros como trabajadores y dirigencia sindical siempre vamos a estar dispuestos al diálogo, pero los intereses de los trabajadores no se negocian ni se vulneran. Como dice la Constitución son progresivos, son intangibles e irrenunciables.
-Mientras usted plantea el diálogo, se habla de romper este año con el «modelo anarcosindical», ¿qué piensa al respecto?
-El Gobierno que haga el lineamiento que crea conveniente, pero lamentablemente desconoce lo que está en el seno de los trabajadores. Anarcosindicalista es una falta de respeto con la gente. Nosotros somos defensores de los intereses de los trabajadores, no somos borregos ni somos manipulados.
Dios, que es la máxima autoridad que nos rige, nos da el libre albedrío y nos dice: yo pongo delante de ustedes la bendición y la maldición, escojan ustedes. Esto quiere decir que ni Dios nos pone lineamientos.
-¿Son los conflictos laborales los causantes de las cifras en rojo en Guayana?
-Es una mentira grande. En Venalum hay 780 celdas, ahora quedan poco menos de 250, ¿quién las destruyó? Las destruyeron ellos. En Ferrominera, de una producción de 21 millones de toneladas ahora hay 12 ó 15. No compraron equipos, aprobaron más de 1.400 millones de dólares para inversiones y dónde están esos recursos.
-Usted comulgó con el Gobierno, ¿se siente defraudado con lo que ve hoy día?
-Uno se siente decepcionado de esa gente que uno pensaba que podía dirigir el país con más equidad y justicia, y resulta que sucedió todo lo contrario. Para buscar un pollo hay que hacer colas de 5 ó 6 horas, la delincuencia está desbordada, la salud no funciona. La doctrina que hablan de ser leal está condicionada a su entorno y sus beneficios, no es una lealtad de bienestar para la gente. Ellos nunca fueron leales a lo que es mi lucha.
-¿Y qué piensan los trabajadores?
Los trabajadores, en alto porcentaje, han reflexionado. Muchos creyeron que podían estar mejor, pero al pasar el tiempo se han dado cuenta que están peor, las empresas destruidas y los salarios destruidos.
-Pero el Gobierno se declara obrerista
-Es para manipular con esa palabra. Yo digo que obrerista es aquel Gobierno que discute sus políticas con la dirigencia sindical. Aquí no hay discusión, aquí hay es imposición. Vale más la politiquería aunque vaya en contra del pueblo.
-¿Cuál es el fin último?
-El plan de ellos es que todos los venezolanos dependamos del Gobierno, que mendiguemos. (Yaneth Fernández, El Universal, 28.04.14)