Un bebé sostenido contra el pecho de un joven que conduce una moto y una muchacha que les acompaña como «parrillera», cargando un depósito de gas licuado, conocido en Venezuela como «bombona de gas», es una fotografía que retrata otro grave problema que vivimos en el país: el suministro del gas. El motorizado quizá es el padre del bebé y la chica seguramente es su madre. La escena la vi en Caracas esta semana.
A este retrato se suma el caso de los niños, niñas o adolescentes que dejan de ir clases, al menos una vez al mes, porque colaboran con la familia, haciendo la cola para comprar la bombona de gas en uno de los centros de venta del producto. Y es que mientras la madre o el padre trabajan y como estas filas son tan largas y duran hasta 5 horas, son los más pequeños los que asumen esta tarea, me comentaba una maestra.
Cocinar caraotas sobre todo cuando no se tiene olla de presión, dejó de ser costumbre entre los sectores que no disfrutan del suministro de gas directo, ya que el tiempo de cocción del nutritivo grano, consume grandes cantidades de este preciado y cada vez mas inaccesible producto: el gas licuado de petróleo. Lo grave es que cuando el dinero no alcanza para comprar carne, las caraotas resolvían la necesidad de proteínas.
José Bodas, secretario general de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (FUTPV), ha señalado que en un país como el nuestro, donde se produce petróleo y sus derivados, no se justifica esta crisis de suministro del gas licuado, ya que existen probadas reservas y capacidad instalada suficiente para suministrarle a todo el pueblo este servicio.
Los trabajadores de PDVSA Gas Comunal que protestaron en 2009, exigiendo derechos laborales, fueron sometidos a enjuiciamiento penal, con la secuela de desmovilización sindical respectiva, mientras reina el terror contra todo aquel que alce su voz demandando el cumplimiento de condiciones idóneas de trabajo en PDVSA. El rostro laboral es otro componente del drama de las bombonas.
Personas de la tercera edad, mujeres embarazadas -muchas de ellas muy jóvenes- y sobre todo la población más pobre, habitante de los barrios marginales de las ciudades y pueblos de distintas zonas geográficas de Venezuela, son las que generalmente observamos haciendo estas largas filas, desde las madrugadas y en distintos días de la semana.
Todos estos factores forman parte de este drama de las bombonas. La explicación de este problema está en la ineficacia en la gerencia de PDVSA, responsable de esta violación de derechos humanos.