luisa pernalete“¿Puede conseguirme un cambio de escuela para mi hijo? No podemos seguir viviendo aquí. Vimos un homicidio y estamos amenazados”, argumentó la madre que pedía un cupo para su hijo en otra escuela de Fe y Alegría. Mejor si era fuera Ciudad Guayana.

Este caso de hace unos años, no es el único. Venezuela también tiene desplazados, aunque no exista un conflicto bélico, como en Ucrania o en Siria o en Colombia, y aunque no tengamos las historias de Centroamérica, en cuyos países  cesó el fuego, la guerra, pero no la violencia, y hoy niños y jóvenes estén saliendo de manera masiva de sus pueblos, huyendo de las “maras”.

Hay desplazados silenciosos, mientras menos se sepa que se mudan, mejor. Son desplazamientos en solitario y sin ayuda. “Nos mudamos, nos duele dejar nuestra casita es de platabanda, es propia, pero preferimos alquilar una en otro lado, aunque sea de zinc, que seguir viviendo aquí. Queremos que nuestros hijos vean otras cosas. Aquí no  tienen futuro”.

Comentaba la  señora Isabel, de San Félix, cuyo hijo mayor había comenzado a consumir droga y lo  querían alejar de las “malas juntas”. Otras historias son de “reincidentes”, como la de Elsa, de Brisas del Orinoco (San Félix) que ya a principios la década pasada habían salido de Caracas por la violencia, la cual decía que a pesar de tener trabajo ella y su esposo, y de que sus hijos están estudiando,  vuelve a pensar en una mudanza, “los delincuentes ahora andan en  moto, son más rápidos que los que vamos a pie. ¿A dónde nos vamos ahora?”. Brisas del Orinoco era una comunidad tranquila hace 12 años.

Hay desplazados escolares también. Liceos que tienen cupo pero… no tienen  alumnos,  hay madres que prefieren que sus hijos se queden sin estudiar y no arriesgarlos a entrar en planteles con fama, justificada o no, de violentos.

Nunca he escuchado que una familia saque a sus hijos de un liceo porque que no sepan suficiente matemática, pero sí que los retiren por problemas de droga y de  violencia. No es sólo Ciudad Guayana, una maestra de Barlovento me contó de un plantel de dependencia nacional, ubicada en la población de Cumbo, ( Municipio Andrés Bello, Estado Miranda) prácticamente ha cerrado porque grupos armados no permiten trabajar en paz.

“La policía no puede entrar ahí, se supone que en esa zona se ha desarmado a los violentos, pero, la cosa está peor”. Otro maestro me decía que en esos municipios en donde se ensayan “las zonas de paz”, de parte del Ministerio de Interior y Justicia,  plan que parece que funcionó el primer mes ( enero 2014), hay escuelas que se están quedando sin alumnos por motivo de la violencia, y los maestros no quieren irse para no dejar a los muchachos que aún no se han retirado. ¡Hay mucho héroe anónimo también!

Se sabe que hay  jóvenes  profesionales que han hecho sus maletas para irse del país. Se sabe que hay muchos otros sacando sus visas para continuar el éxodo, pero no hay cifras “los desplazados internos”, esa población pobre que se ha mudado de comunidad, o de ciudad, huyendo de amenazas y balas, mucho menos de los que desean irse, aunque no tengan opción.

¿A dónde me mudo?, es una pregunta recurrente. No es verdad que las familias de escasos recursos les gusta vivir entre tiroteos y el miedo. Convivir con delincuentes es una estrategia de sobrevivencia ante la imposibilidad de mudarse.

Ahí no hay Comités de Refugiados ni presencia de “cascos” azules de la ONU. Sólo cuentan con la posibilidad de compartir sus miedos y apoyarse mutuamente. No sólo los bombardeos, los conflictos bélicos abiertos, generan “desplazados”, Venezuela tiene los suyos también.

@luisaconpaz

 

 

 

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