Ya casi llegamos a los 20 días del Plan “CHOQUE” y muchas han sido las opiniones y las cifras que vemos y escuchamos de los medios de comunicación masiva que como serpientes se mueven con una sólo mirada a los diferentes puntos de la frontera para trasmitir las alocuciones de las autoridades que reportan cifras de decomiso y anuncian que el contrabando está dando sus últimos gritos de vida.
Muy humildemente quisiera aportar mi visión y mis propias cifras, soy mujer wayuu y vivo aquí en la Wajiira, no soy política ni mucho menos analista, tampoco sumo votos pero si voluntades, estoy más cerca de Maicao (Departamento de la Guajira – Colombia) que de Maracaibo (Estado Zulia – Venezuela) y eso puede legitimar lo que expresaré a continuación.
Personalmente siento que los controles militares le mejoran el precio al combustible que viene de contrabando, primero decir que la única manera de obtener combustible al precio que cualquier ciudadano venezolano la compra es hacer una kilométrica cola de hasta 20 horas en la única estación de servicio que tiene el Municipio Guajira que es San José de los Filuos, mientras que en el mercado paralelo que son “las caletas” el día en que fue anunciado el Plan choque una pimpina de 20 litros costaba 250 bolívares y hoy cuesta la misma pimpina de 20 litros 600 bolívares, el bulto de arroz puesto en el mercado de Los Filuos costaba el día del anuncio 1000 bolívares, hoy cuesta 1600 bolívares.
Desconozco las cifras exactas de cuanta gasolina o cuanta comida se iba a Colombia antes del plan Choque, pero ayer que no hubo electricidad toda la tarde, hice el ejercicio de sentarme en la comunidad de Puerto Aleramo en la Parroquia Guajira del Municipio Guajira y en 35 minutos, contabilicé 22 carros, 750 cargados de gasolina y en la mañana de hoy en los 10 minutos que camino de mi casa a mi trabajo conté 18 motos que llevaban leche, arroz, y otros productos.
En este contexto yo me pregunto ¿A cuál contrabando está haciendo choque el Plan?, de lo que si he visto que hace choque es con la cultura wayuu y con la poca tranquilidad con que vivimos la gente que está aquí en esta frontera colombovenezolana quienes tenemos que pasar hasta más de 8 horas sin señal telefónica, quienes no podemos circular de noche, a quienes nos contabilizan los granos de arroz que debemos comer, quienes debemos hacer colas hasta de 4 horas para poder salir o ingresar al territorio, los que tenemos que guardar en nuestra memorias y en la piel el sonido de los tiros de los fusiles del ejercito, quienes nos sentimos perseguidos por vivir aquí.
Con el choque de la fuerza militar y la cultura wayuu, ha crecido el miedo e incluso de vivir, de existir, pero también siento que con las pocas gotas de lluvia que han caído sobre la tierra germina la esperanza de que el gobierno erradique el contrabando, así como también puede erradicar la corrupción, el desempleo, el hambre y la pobreza y que en los planes de erradicación de estos seamos consultados o por lo menos informados como sujetos de derechos.
Y que el espíritu de nuestros ancestros aviven la voluntad de unidad entre los wayuu, sabemos que sólo unidos podemos salir de este miedo al que estamos sometidos, unidos podemos construir nuestro plan de vida para salvaguardar la cultura milenaria que hemos heredado, un plan sin contrabando, sin hambre y sobre todo sin corrupción, donde seamos gobernados por nuestras propias autoridades legitimas los alaulayuu.