Las políticas laborales promovidas por el Estado para el funcionamiento de las relaciones de trabajo en una sociedad determinada, se aspira que tengan como propósito contribuir a que las actividades productivas se desenvuelvan normalmente, para que éstas brinden a la sociedad los productos y servicios necesarios para su funcionamiento y el bienestar general en condiciones de equidad y justicia en las relaciones entre empresas y trabajadores, cuya retribución tanto al capital como al trabajo permita satisfacer a ambos, así como permitir el mejoramiento de sus capacidades, por un lado el rendimiento del capital, la reinversión en la capacidad y mejoramiento productivo, y por otro lado el bienestar integral del trabajador y su familia, a partir de una remuneración y unos beneficios suficientes.
Estas políticas objeto de nuestro análisis se insertan en un ámbito más general como son las políticas de desarrollo económico y social, en donde existen espacios que van más allá del quehacer productivo, tales como el propio consumo, los servicios públicos y sociales, las políticas para mejorar las capacidades productivas desde los incentivos, desde educación y la salud, o desde el mejoramiento y mantenimiento de la infraestructura necesaria para la actividad productiva, desde el desarrollo de las capacidades de la ciencia y la tecnología al servicio de la producción y de las personas, o desde el funcionamiento eficiente y fluido de la institucionalidad estatal en temas indelegables del papel del Estado, como los asuntos de gobierno, seguridad, justicia, como los más resaltantes.
Véase que los espacios en donde empresas y trabajadores conviven para producir no funcionan de manera aislada, sino que están rodeados de otras políticas públicas con las que tienen relación. De modo que analizar lo laboral en particular tiene sentido porque privilegia el conocimiento y análisis de las relaciones y los actos que llevan a cabo empresas y trabajadores organizados en los espacios productivos; permite responder cuáles son sus logros y limitaciones en primer lugar explicables por lo que ocurre en su propio espacio, y aquellos explicables por fenómenos y factores externos al espacio productivo.
Hay teorías que asumen que empresa y trabajadores tienen propósitos comunes al estar comprometidos con la producción en una actividad determinada, refiriéndose al hecho de tener que producir y alcanzar bajo ciertos parámetros tales o cuales metas.
La aparente simplicidad de esta ecuación pasa por encarar algunos dilemas más o menos complejos. Obviando la discusión de la propiedad, sea privada o estatal, o que sea internacional o nacional, sino que el dilema apunta más es hacia el producto o resultado de lo que se hace en ese ente productivo, y cómo se organizan los factores internos para llevar a cabo la producción y la administración.
Lo primero es complejo porque refiere a la riqueza que se genera, y lo segundo interpela sobre cómo se hace para llevar adelante los procesos que darán lugar a que el producto se logre, además pregunta por los aportes de cada quién y en qué condiciones de ejecución.
Todos estos elementos son valorables así como categorizados a partir de ópticas gerenciales y/o de los trabajadores. El asunto es que históricamente han estado en manos totales de quién está en la gerencia, y los trabajadores son sólo ejecutores, incluso en aquellos casos que teniendo los saberes también han de estar subordinados a la gerencia, y los espacios productivos son predominantemente verticalizados en lo que tiene relación con la organización del trabajo.
Mirando nuestra realidad laboral y productiva, tenemos un profundo déficit en los temas que se abordan en este artículo. Empezando por la limitada capacidad productiva que el país tiene hoy, que como se ve la ha venido perdiendo, e incluso la que aún conserva buena parte de ella está subutilizada por múltiples razones, que su análisis desborda las pretensiones limitadas del presente artículo. Es un desafío recuperar la capacidad productiva y mejorarla acorde con la necesidad de satisfacer las demandas de la propia población, que ha venido perdiendo la confianza en la certeza de obtener los bienes necesarios para la vida familiar, dando lugar a múltiples distorsiones que repercuten más allá de la pura adquisición con dificultades de bienes y servicios escasos.
A los objetivos de la equidad y justicia en los espacios productivos, así como a la justa retribución tanto del capital como del trabajo, factores de políticas económicas vigentes soslayan los esfuerzos que tanta falta hacen en la dimensión de las relaciones de trabajo.
Con lo anterior se reconoce que las relaciones de trabajo ocurren en espacios de actividad compartida y complementaria de empresa y trabajadores para el alcance de las metas productivas, pero que la equidad en el reparto, en la organización del trabajo y en la satisfacción de los que intervienen en estas actividades es un desafío complejo y delicado. Es por ello que todo esfuerzo por reflexionar, investigar en estas relaciones y su papel para el conjunto del funcionamiento de la sociedad se justifica plenamente sean aquellos emprendidos en ámbitos académicos, profesionales o gubernamentales, y si son esfuerzos integrados mucho mejor ya que la realidad es compleja y las diversas visiones son necesarias tenerlas presentes.