Estimado señor ministro para la Salud. Comienzo advirtiéndole que hoy no estoy de buen humor, como suelo estar los domingos, para más detalles, desde el jueves pasado estoy no solamente muy preocupada sino muy brava. ¿Adivina usted la causa de mi estado de ánimo? Pues sí: el Sistema Integral para el Acceso a los Medicamentos (Siamed).
Yo no voy a juzgar sus intenciones, suponemos que son buenas, pero si no puedo juzgar, al menos opinar sobre la pertinencia de la medida, las posibilidades de éxito que desde esta mirada de posible beneficiaria le veo al Siamed.
Con toda sinceridad señor ministro, ¿De verdad usted cree que ese registro va a acabar con la escasez de medicamentos? ¿En serio cree que se terminarán las angustias de los pacientes cuando ven que queda un día del hipertensivo para la madre? No sé en cuál país vive usted, pero nada más fíjese en el sistema biométrico, si la lotería de comprar por el final de su cédula ha acabado con las colas en Maracaibo, por ejemplo. ¿La Célika, de San Félix, consigue leche ahora? ¿Mi comadre Lourdes en Barquisimeto ya encontró café? ¿Se acabaron las colas en Farmatodo por haber estado sus directivos presos dos meses? ¿No se suponía que ahora sí seríamos felices y dedicaríamos los domingos al descanso necesario? ¿Qué le hace pensar a usted que el Siamed, que supone trámites adicionales sí servirá para que todos tengan sus medicinas?
Por lo que entiendo, los solicitantes, deben presentar cédula, número de teléfono, nombre del médico tratante, dosis, tiempo del tratamiento. O sea: todos los pacientes con patologías crónicas -esas que no se curan y que ya se sabe que deberán tomar sus medicinas de por vida- deberán ir a una consulta para conseguir ese récipe. No veo yo a un gentío buscando cita con neurólogos e internistas en Barrio Adentro, porque usted sabe que no hay especialistas en esos módulos. Aunque seguro que los bachaqueros, ya con experiencia, lo conseguirán.
Ya veo “revendedores” a la puerta de los hospitales. Pero sigamos, vamos a suponer que los pacientes hagan sus diligencias, consigan su récipes, se registren con éxito, ¿Quién les manda mensajitos desde la farmacia que elijan? ¿Usted no saben que a muchos establecimientos les llegan dos o 4 cajitas y a veces ninguna de estas medicinas reguladas? ¿Qué hacen mientras no llega el mensajito de su farmacia? ¿Se sientan a esperar la convulsión o la muerte?
Voy más allá, ¿Qué pasa con esa red de familiares, compañeros de trabajo, amigos solidarios con estos pacientes? ¿No sabe usted que llevamos años buscando medicinas para conocidos que las necesitan? ¿Puedo registrarme como miembro de la AMBG (Asociación de Madrinas Buena Gente) o la de ACS (Abuelas y Comadres Serviciales? ¿Usted no saben que en el interior está la cosa más difícil que en Caracas? ¿Cómo cree que muchos pacientes han sobrevivido si no es por la solidaridad de héroes anónimos? Eso se acaba con el Siamed.
Si lo que se quiere es “ponerle rostro” a los pacientes, deme su correo y yo le mando la lista de los conocidos, no es necesario ese registro. Sinceramente, creo que no entienden ustedes, allá arriba, lo que está pasando. Lo que se me ocurre es decir: ¡Señor Ministro, derogue el SIAMED YA!