luisa pernalete“¡Usted viera profe, ahora no son sólo los de camisa azul, sino los de blanco, niños y niñas! Da dolor. Ha veces llegan adultos y les dan a probar a los pequeños”, y proseguía la señora, participante en un curso de Madres Promotoras de Paz de Petare, historias parecidas escuché de boca de mujeres de Catia. Hablamos de niños y niñas de educación primaria, de uniforme blanco.

¡Es terrible! La droga lícita o ilícita igual es mala, pero las ilícitas tienen peligro agregado. Suponen contactos con narcotraficantes, dinero extra y un mundo al cual se entra fácil y muy difícil salir. En estas últimas semanas se ha hablado mucho de tráfico de drogas en este país. No me meto en esas honduras, sólo tengo datos blandos que se vuelven duros por la gravedad del asunto.

Hace 4 décadas en los barrios de este país había jóvenes adictos, pero eran pocos, no se mostraban públicamente, y en términos generales los que estudiaban estaban como a salvo de ese peligro. Trabajaba yo en el Zulia, y no recuerdo que hubiésemos tenido ni un solo caso de consumo en 7 años que estuve en aquel ciclo diversificado al sur de Maracaibo. Venezuela era puente pero no se quedaba la droga aquí. Ahora no es sólo una escala, ha crecido el consumo. El narco menudeo ronda los centros educativos y las canchas sin vigilancia, programas ni responsables.

Ha sido un crecimiento silencioso pero a la vista de muchos. Las señoras de Catia y Petare no conocen a los de “blanco” que ven probando “monte” y probablemente otras drogas. “No son nuestros”, aclaran, pero explica que son de otras escuelas, pero duele igual. ¿Quién detiene ese crecimiento? Antes de la marihuana ya seguramente han tenido cigarrillo -muy aditivo- y alcohol. ¿No hay ordenanzas que prohíben expendios de alcohol cerca de las escuelas? Aunque acá entre nosotros, me da lo mismo que sean expendios legales o ilegales, daña igual.

“¿Ante quién denunciamos?”, preguntan las madres. No es fácil, hay miedo, los narcos viven en el barrio. La gente no se fía de la Policía. “Uno denuncia y las bandas saben que fue uno. Entonces hay que mudarse”. La Lopnna dice en su artículo 51, que “El Estado, con la activa participación de la sociedad debe garantizar políticas y programas contra el uso ilícito de sustancias alcohólicas, estupefacientes y psicotrópicas”. También dice que el Estado debe asegurar programas de atención especial para recuperación de niños, niñas, adolescentes dependientes y consumidores de drogas. Me gustaría saber dónde están esos programas.

Mientras esas políticas públicas de protección y atención llegan, cosa que debemos exigir, es mucho lo que en prevención desde la familia y la escuela podemos hacer: crear un clima de confianza desde que son pequeños, fortalecer la persona ayudando a desarrollar sus inteligencias múltiples, dar el ejemplo en casa, enseñar el pensamiento consecuencial, tener proyecto de vida… todo eso es posible para padres, madres y educadores que tengan herramientas. No nos durmamos. Los narcos no duermen y tienen mucho poder. Construyamos muros de contención.

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