Luisa Pernalete

Conseguí el cupo para la pequeña, y estoy feliz, ahora me toca empezar a comprar los útiles de una vez, porque si espero a septiembre no vamos a poder”, me dijo la señora Yraida, de San Félix. Compartí la alegría por el cupo, no quedó entre el 23% de los niños en edad de educación inicial que, según cifras oficiales quedan fuera del sistema educativo. También compartí su preocupación en relación a  lo que cuesta equipar un estudiante hoy en Venezuela.

Cada vez que pidamos algo pensemos cuánto significará para el presupuesto de los padres y lo más importante,  si realmente es necesario para el aprendizaje de los muchachos.

Tal vez esta columna la pude haber titulado: “lo que hay que pedir hoy para entrar a la escuela”, y añadir como  respuesta, lo mínimo y el aula que de lo máximo, en creatividad, en flexibilidad. Y ahora, mis recomendaciones a directores y educadores, sobre todo los que trabajan en contextos populares. Piense qué es lo verdaderamente necesario para que el niño aprenda.

Lo primero es la sonrisa que debemos ofrecer a la entrada, es gratis,  no hay que hacer cola para que la tengamos, eso sí,  supone que hagamos nuestros ejercicios de respiración, relajación, sonreír tres segundos frente al espejo, de manera que no paguemos con los niños nuestras preocupaciones, nuestra rabia por no conseguir café y otros “lujos”, y ya sabemos el resto de la lista.  Hablo también de lo que ahora, en julio, pediremos a los padres y representantes: los útiles y el uniforme.

Demos una vuelta por librerías y quincallas de chinos,  preguntemos qué hay y cuánto cuesta lo que hay. Una libreta grande, de las empastadas, ya pasa los doscientos “bolívares débiles”, los únicos que tenemos. ¿Es necesario exigir ese montón de cuadernos que  probablemente no sean utilizados completos? ¿En bachillerato es sensato pedir una libreta por materia? ¿No podemos  sugerir  que tengan una libreta para cada dos materias?  Revisen los cuadernos de este año que finaliza, ¿Cuántas hojas quedaron sin usar?  Si fuera autoridad, prohibiría pedir resmas de papel, ni siquiera la mitad, no solamente porque están carísimas – cerca de 2.000 – sino además, porque ningún alumno va a utilizar 500 hojas en un año escolar que a duras penas llegará a 150 días hábiles. De paso, ya en junio había planteles oficiales sin clases. Usted maestra, ¿qué diría si se lo pidieran en la lista de su hijo? En esa vuelta, ¿ya vio cuánto está costando una caja de colores? Mejor no lo digo porque esta debe ser una columna para todo público y esas cifras ya las considero una grosería. Y así, vaya por la lista que tenía en la mano, y saquemos la cuenta.

Sensatez vamos a necesitar durante todo el año escolar para las tareas que asignamos a los estudiantes. ¿De verdad con esas maquetas tendremos mejores alumnos? Cada vez que pidamos algo pensemos cuánto significará para el presupuesto de los padres y lo más importante,  si realmente es necesario para el aprendizaje de los muchachos.

Sobre el uniforme, un par de comentarios. Dejémonos de florituras: que si zapatos con una rayita blanca o sin ella, que si monos que nadie encuentra… Sensatez colegas. Ya que no podemos bajar la inflación, al menos bajemos los niveles de estrés en los padres y representantes.

No se trata entonces de no pedir nada, se trata de pensar en alternativas que nos permita educar sin generar tanta angustia en las familias, e incluso frustración en los niños. En Fe y Alegría, en algunos centros,  hemos hecho ensayos que han resultado exitosos. Menciono unos ejemplos. En Brisas del Orinoco, a orillas del río del mismo nombre, las madres  se organizaron, ellas mismas fueron a las librerías y quincallas, consultaron precios, y luego hicieron un fondo común  con el que  compraron al por mayor lo necesario para el primer trimestre, pero además, ciertos útiles, como creyones y tempera, se adquirieron por mesa y no por alumno, de esa manera los pequeños aprendieron a trabajar en equipo  compartir, cuidar. Todos tenían, como en la multiplicación de los panes. Conozco colegios de clase media que reutilizan los libros de texto, cada año los estudiantes pagan una especie de “alquiler”, usan el libro ese año y lo regresan, se arreglan unos, se forran otros, y se ponen nuevamente a la disposición de los que llegan. Como estos hay otros ejemplos.

Compañeros,  pidamos como si el bolsillo de las familias fuera el de nosotros, lo importante se podrá hacer con menos hojas,  menos anime y más creatividad.

Luisa Pernalete @luisaconpaz

 

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