Para José Russó, de 83 años, y quien carga dos bolsas con harinas de trigo y de maíz, papel higiénico y margarina, es “maltrato” que ancianos y mujeres con niños tengan que esperar bajo el sol en la cola de Abasto bicentenario, en el sector Alta Vista de Puerto Ordaz.
Giovanni Araujo, un comprador que declara ser “fiel de corazón a Hugo Chávez”, está de acuerdo con Russó: “Hay que entrenar a oficiales que verdaderamente vayan al orden público, no al matraqueo”, considera.
“A las 6:00 de la mañana había sargentos agarrándole cédula a las mujeres de ellos, a la familia (…) la gente vino a pelear que por qué la cola no avanzaba si tenía más de tres horas sin moverse (…) la guardia pasa a su familia, a sus amigos, a los que le dan los trecientos bolívares (…) yo veo una falta de organización”, denuncia Araujo.
Lamenta que los últimos en la cola (que el sábado se extiende hasta más allá de una de las esquinas del centro comercial) posiblemente pasen el día sin poder comprar algo a causa del mismo desorden. Y concluye: “Antes la comida nos esperaba a nosotros, ahora nosotros tenemos que esperar la comida”.
Ni los niños se salvan
En los alrededores del Zulia, vendedores ambulantes se aglomeran. Arturo Rausseu, estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional Experimental de Guayana (UNEG) es uno de ellos. Vende Nestea.
Rausseu ha visto desde temprano cómo ha estado el ambiente. Dice que, por su parte, ve muy mal el hecho de que haya niños en la cola: “No creo que se merezcan estar bajo este sol”. Ver a los niños con sus familiares es frecuente. Es el caso de José Gutiérrez y Yelixa Perdomo, quienes en plena cola cuidan a la hija de su comadre.
Desde las 4:00 de la mañana esperan su turno, con la pequeña en brazos, para comprar sus productos. El papá de la bebé trabaja y no tienen otra opción que sumarla a su actividad en la cola, a pesar de que reconocen que es poco recomendable traerla por el riesgo de que haya algún conflicto.
Gutiérrez, que es mecánico, explica que la necesidad es lo que lo mueve a aguantar penurias como la intensidad del sol, la bulla y el riesgo de que haya algún alboroto. “Ya los niños están a punto de comenzar el año escolar y es necesario tener la canasta reservada, guardadita allí”.
Asegura que la mala organización en las colas se debe más que todo al bachaqueo. “Han pasado ya como 200 personas y aquí esto no ha avanzado, desde que nosotros llegamos, estamos en el mismo sitio (…) muchas veces no es solo la guardia, sino la misma gente”.
Gutiérrez comenta que pasará todo el día en la cola para conseguir lo que necesiten o lo que quede de los productos. Y estará allí con su familia, incluyendo a la más pequeña, una niña en edad de lactancia que el sábado podría (o debería) estar en su casa y no en una cola por comida.