Una lluvia tropical cae en la carretera desde el aeropuerto de La Guaira a Caracas: los “motorizados” se guarnecen debajo de los puentes y dentro de lo que los venezolanos llaman El Boquerón. Casi una metáfora de lo que está sucediendo políticamente. Caracas, empobrecida, con una inflación altísima y con el más alto índice de homicidios en Latinoamérica, a pesar de todo, sigue siendo la cálida ciudad bajo la húmeda égida de la legendaria indígena María Leoncia.
La brecha entre el precio del dólar oficial y el paralelo es de locura. Para que tengan una idea: por una cena de 5 personas el primer día pagamos 17 mil bolívares: en el cambio oficial serían algo así como 2,689 dólares; en el paralelo $ 28. No es posible usar tarjetas de crédito ni tarjetas de débito, tampoco se pueden sacar bolívares de los cajeros con tu tarjeta peruana. Toda divisa está controlada, por eso mismo, el dólar en negro está 1 a 100.
El segundo día de nuestra misión de DDHH en Caracas conversamos con un grupo amplio de sindicalistas tan heterogéneo como lo es la oposición al gobierno de Nicolás Maduro: desde la Asociación de Profesores de la Universidad Central de Venezuela hasta la Confederación de Trabajadores de Venezuela – CTV pasando por el Frente Autónomo, la Alianza Sindical Independiente, el Movimiento de Sindicatos de Base MONBASE, el Frente Autónomo de Sindicato de Parques Nacionales y dirigentes del sector Cemento, quienes confesaron que su sindicalismo “comenzó con el proceso [chavista] pero nunca les dimos un cheque en blanco, menos ahora que hay persecución, militarización de la sociedad y congelamiento de cualquier convenio colectivo con las consecuencias para nuestros salarios y nuestros puestos de trabajo”. En el 2000 el sueldo mínimo eran $ 480; hoy son 11 dólares.
Los dirigentes de la CTV se quejan de su aislamiento de los sindicatos de América Latina, quienes muchas veces “defienden al gobierno porque lo consideran progresista”. Ligia Bolívar, de la Clínica Jurídica de la Universidad Andrés Bello, reclama: “este gobierno no es de izquierda; es un gobierno militar de capitalismo de Estado”. El profesor Samuel Pérez reconfirma: “no se trata de un gobierno de izquierda porque tiene un fuerte componente de sectores militares que nunca lo han sido”. Actualmente de los 23 gobernadores de los estados venezolanos, 13 son militares, escogidos por voto popular. Pero también hay 9 ministros militares o ex militares y diversos magistrados que son ex militares. “De los cuatro sectores de poder al interior del gobierno el que más peso tiene es el militar”, complementa Pérez, “pero esto no es nuevo, no olvidemos que los gobiernos de 1958 a 1998 fueron democracias tuteladas militarmente”.
A diferencia de lo que se piensa en Perú, la oposición venezolana es la articulación de sectores muy diversos: desde la socialdemocracia hiperliberal de Leopoldo López o en su versión suave de Henrique Capriles, hasta sectores chavistas pero anti-Maduro, o incluso sectores de izquierda que vienen de Bandera Roja, el Movimiento al Socialismo o la izquierda anarquista. Ha sido la situación política junto con la económica la que viene causando una profunda frustración en el sector sindical; la mayoría de dirigentes, incluso de base, han sido perseguidos, apresados, despedidos, asesinados (100) y algunos para salvarse se han exiliado: varios en el Perú. A pesar de la persecución y la fragmentación (de 1600 sindicatos en el año 2000 se ha pasado a 4800 hoy) el movimiento sigue firme y convocando a una Jornada Nacional de Protesta para el 7 de octubre. (La República, Perú)
(*) Abogada peruana, defensora de DDHH y miembro de la Coordinadora Nacional de DDHH de Perú.