Maria Esperanza HermidaEn 2008, frente a la crisis del capital a nivel mundial, Chávez y su gobierno dijeron que Venezuela estaba blindada ante sus efectos. La verdad es que la crisis sí nos tocó y en su paso arrasa derechos tales como el disfrute de una vida digna con base en el salario.

Docentes universitarios y de educación básica,  personal de las empresas básicas, tribunales, petróleo y empresas privadas concentradas geográficamente en Carabobo y Sucre, así como de empresas del sector alimentario, automotriz e industrial en general, demandan insistentemente mejoras socioeconómicas. La gente lucha por salarios que permitan comprar comida y vivir decentemente.

Ahora bien, desmenuzando la noción de salario suficiente, se trata de una remuneración capaz de cubrir las necesidades básicas de quien trabaja y su familia, además de ser un concepto consagrado en el artículo 91 de la Constitución, 98 de la LOTTT y en el convenio 105 de la OIT, ratificado por Venezuela.

No obstante, la realidad demuestra que ni 4 sueldos mínimos permiten comprar comida para una familia de 3 personas. Y de hecho, la espiral huelgaria y la conflictividad social protagonizada principalmente por los trabajadores y las trabajadoras evidencia una curva ascendente  en el lapso 2010 – 2013, sólo superada por las demandas de orden político planteadas en 2014.

En cifras concretas, se trata de un promedio cercano a las 2.000 protestas laborales por año, en el período inmediatamente después de haberse reconocido la crisis capitalista mundial y ante la cual, Venezuela no estuvo nunca blindada. Al contrario, la gente más pobre paga los platos rotos.

La protesta laboral en Venezuela tiene su causa en el conjunto de políticas económicas implantadas por el gobierno y cuya naturaleza es, sin duda, de neto corte capitalista. Destacan el control cambiario, las expropiaciones improductivas, el retroceso abismal de la contratación colectiva, el alza inflacionaria, la pérdida de miles de puestos de trabajo y el incremento creciente de las importaciones.

Adicionalmente, Venezuela no ha dejado de jugar su papel de proveedor de materia prima esencialmente petrolera, en el contexto de la división  internacional del trabajo. A ello se agrega que frente a la caída de los precios del barril petrolero, el gobierno aumenta los impuestos, profundiza el extractivismo de forma indiscriminada y, ha planteado ajustar el precio de la gasolina.

Esta semana el Presidente de la República anunció otro aumento más del salario mínimo. De esta manera el gobierno evade su responsabilidad en la materia, ya que no protege el poder adquisitivo de la remuneración al empleo, sino que da más dinero para comprar menos.

La misma vocería oficial lo confiesa, cuando presenta su balance de aumentos salariales: 30 incrementos en los últimos 16 años. Mientras tanto, el salario mínimo y el salario promedio no permiten satisfacer las necesidades humanas de los niveles inferiores establecidos en la conocida pirámide de Maslow. 

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