rafael uzcateguiVenezuela no se puede comparar fielmente a otro país: sólo consigo misma. Sin embargo, las experiencias de países de la región nos pueden servir de aprendizaje, tanto sobre las buenas prácticas como acerca de los errores.

América Latina ha pasado momentos de conflictos nacionales que se han saldado con sangre, con guerras civiles y dictaduras de diverso signo que han dejado profundas heridas sociales, además de un amplio legado de impunidad y violación de derechos humanos. En el caso venezolano, por una serie de características, la pugnacidad política no ha generado las dramáticas situaciones por las que han pasado los países vecinos. Sin embargo, al mirarse en un espejo, nuestro país ha experimentado una profunda polarización política que ha debilitado su tejido social, los vínculos cooperativos y solidarios establecidos libremente por la gente, hasta ubicarlos en bandos antagónicos e irreconciliables. Familiares, amigos, colegas y conocidos han sido arrastrados a una guerra civil de baja intensidad de alto contenido simbólico. Los venezolanos padecen un drama que sólo podemos entenderlo nosotros, diferente al resto del continente, lamentable para nuestros parámetros.

Todo lo anterior que sirva de preludio a nuestro comentario al extraordinario libro “Los Rendidos. Sobre el don de perdonar” (Instituto de Estudios Peruanos, 2005), publicado hace algunos meses atrás en Perú por el historiador, activista de derechos humanos y poeta José Carlos Agüero. Las palabras de este hijo de militantes de Sendero Luminoso, asesinados en el contexto de la lucha antiterrorista, que no reivindica pero tampoco reniega de sus orígenes, rechazando actuaciones y motivaciones de sus padres, plantea reflexiones sobre el tema reconciliación que, como dijimos antes, son propiedad exclusiva peruana, nos sirven para iniciar nuestro propio proceso de pensamiento sobre lo que debería significar la reconciliación pendiente entre venezolanos y venezolanas.

Este documento de 150 páginas no es líneal ni posee un discurso unívoco. Más bien es una mixtura de apuntes biográficos, ensayos cortos, relatos y recuerdos que han colocado una piedra fundacional en un registro de la Memoria, en mayúsculas, de lo que ha sido una época turbulenta y sangrienta en el Perú, realizado para comprender mejor quienes fueron, y cuáles eran las expectativas, de lo que fue la amplia base de apoyo de la guerrilla más cruenta de la historia latinoamericana. A veces, lo íntimo del relato sugiere que es un ejercicio de expurgación de los propios fantasmas del autor.

Citamos para no sugerir equívocos: “Este libro está escrito desde la duda y a ella apela. No tiene el ánimo de confrontar las verdades predominantes sobre la guerra interna y las ideas sobre “los terroristas” desde alguna otra visión monolítica, ni otorgar una visión de parte, o proponer una justificación de la violencia apelando a lo complejo de la experiencia de los sujetos para relativizar sus culpas”.

Los capítulos. En “Estigma” Agüero describe cómo ha sido vivir como hijo de dos senderistas; en “Culpa” sus sentimientos sobre las acciones de sus padres; en “Ancestros” la historia de su familia y de sus progenitores. También cómo murieron. En “Cómplices” relata sobre los otros, las diversas relaciones con personas con opiniones disímiles sobre Sendero. Y su trabajo en derechos humanos. En “Las víctimas” describe, y toma posición, sobre el debate, académico, sobre la centralidad de la víctima en el trabajo de DDHH. En “Los rendidos” comparte su opinión sobre la justicia a los casos de asesinados por senderistas y militares, así como los no-lugares en los que habitan los exsenderistas, sus familiares y los de aquellos asesinados por su fanatismo ciego. Además, sobre lo que podría significar el perdón y la reconciliación: “Soy hijo de miembros de Sendero Luminoso que murieron en la década de 1980 en Lima. Ellos fueron asesinados de manera extrajudicial. Nunca reclamé por ellos. Mi identidad y la de mi familia no se construyeron desde la carencia, el daño o la búsqueda de justicia o reparación. He vivido sí, largo tiempo buscando un lugar legítimo para escribir, para hablar y para actuar en el espacio público. Pero no ha sido ni es sencillo”.

¿Qué significara la memoria para los venezolanos?, ¿El perdón o la reconciliación? ¿De quienes se sintieron reivindicados en 1999?, ¿De quiénes fueron humillados a partir de esa fecha? ¿Cómo lidiaremos con los que se han ido, los migrantes?, ¿Seremos capaces de lidiar con las demandas de las diferentes víctimas, todas?, ¿De los familiares de Franklin Brito o del Comité de las Guarimbas? Entre nosotros todas las respuestas están por construirse, pues ni siquiera las preguntas se han enunciado correctamente. Quizás el 6-D podría ser el inicio de algo, pero aún no lo sabemos. Los temas seguirán estando allí, esperando la madurez que ya tuvieron colombianos, argentinos, uruguayos, chilenos, peruanos, salvadoreños para asumirlos y enfrentarlos: “¿Debemos sacrificar nuestro don de perdonar por la terquedad de los que insisten en el odio?”.

(*) Coordinador General de Provea

 

 

Una respuesta

  • Excelente! todos los ciudadanos en algún momento de nuestra historia tenemos razones para sentirnos excluidos o discriminados, sin embargo, a cada uno de nosotros le corresponde tomar su propia decisión al respecto….
    esperamos ser muchos, un gran colectivo de ciudadanos los que escogemos perdonar y seguir adelante, apostando por un futuro mejor…Feliz Navidad!

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