La Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana y la Pastoral de la Salud en el marco de la Jornada del enfermo, queremos expresar la preocupación que nuestra Iglesia, experta en humanidad, manifiesta por el mundo de la salud, en medio de la amenaza permanente de una «cultura de muerte”.
En un mundo deshumanizado, donde se han puesto las cosas creadas (política, economía, cultura) por encima de su creador y de la persona humana, todavía hay instituciones que apuestan por la vida desde su nacimiento hasta la muerte natural: la Iglesia católica es una de ellas.
Anualmente el 11 de Febrero, la Iglesia a través del Papa Francisco extiende un mensaje en la Jornada Mundial del Enfermo; este año celebramos la XXIV Jornada con el tema “Confiar en Jesús misericordioso como María: `Hagan lo que Él les diga´ (Jn 2,5)”. Este tema engrana en el año Jubilar de la misericordia, donde el Papa nos pide activar las obras de misericordias corporales y espirituales, entre las que se encuentra la atención a los enfermos, visitarlos con esperanza, atenderlos con alegría.
Este mandato sigue en pie a pesar del profundo deterioro que sufre el pueblo venezolano en materia de salud, no solamente por la falta de atención médica en los hospitales públicos ante la carencia de médicos, de insumos médicos elementales y no se hable de los más complejos, donde las familias pobres hacen lo imposible para obtenerlos para sus familiares enfermos; todo esto como consecuencia de las limitaciones en la asignación de recursos económicos, humanos y materiales o el manejo inadecuado de los mismos.
En los últimos meses se ha recrudecido sistemáticamente la falta de medicamentos para todo tipo de enfermedades, pero especialmente para enfermedades de diabetes, tensión, epilepsia, VIH, cardiovasculares, que ya han cobrado la vida de numerosas personas, sin verse solución por parte de los organismos gubernamentales. Esta ha sido una situación denunciada desde hace bastante tiempo por gremios médicos y farmacéuticos, a los cuales el Estado no les prestó ni les ha prestado atención, por no ser una prioridad política.
Junto con esta grave crisis observamos la falta de prevención, vigilancia y control sanitario, lo cual ha permitido la reaparición de enfermedades infectocontagiosas transmitidas por vectores como la malaria (136.402 casos) y el dengue (54.152 casos). La incapacidad para atender oportunamente nuevas amenazas a la salud a través de enfermedades emergentes como la chikungunya (16.293), el zika (estimado 412.962 casos hasta el 23 de enero de 2016). La ausencia de estas atenciones en la salud, ocasionan el resurgimiento de enfermedades endémicas tales como: Mal de Chagas, Sífilis y la Gonorrea.
Es notable el colapso total de los servicios asistenciales que prestan la red pública de establecimientos compuesta por centros de salud, ambulatorios y hospitales, que son hoy día, incapaces de satisfacer las necesidades y demandas de la población en condiciones normales, por el deterioro de las infraestructuras, insatisfacción del recurso humano a todos los niveles y lo más importante déficit de materiales y equipos para el adecuado y oportuno desempeño de las Instituciones. Este colapso afecta la operatividad del sector privado que no es suficiente para dar toda la cobertura.
Al mismo tiempo la crisis del desabastecimiento de los alimentos, plantea otra amenaza a la salud del venezolano entre las cuales mencionamos: desnutrición por falta de consumo de nutrientes y vitaminas, falta de aplicación de los controles sanitarios necesarios, descontrol de los índices glucémicos por no mantener un régimen alimenticio adecuado y la alteración del estado psíquico y social generando angustia, miedo y ansiedad.
Estamos casi en una situación de “sálvese el que pueda”; si esto es así entonces es necesario apostar por la vida, trabajar para que se de en todo el contexto de la nación la opción por una vida digna, no como nos encontramos actualmente. Por lo tanto la Iglesia exige al Estado y a sus diferentes instituciones avocarse a dar respuesta oportuna a tan trágica situación
Solicitamos a los organismos gubernamentales, particularmente los que tienen la responsabilidad de atender la salud del pueblo, a no ocultar los indicadores más recientes, los mismos servirán para la planificación de una estrategia nacional en la atención sanitaria.
Demandamos definir los productos farmacéuticos (productos acabados o materia prima) a importar como medicamentos de servicio por un lapso a establecer de acuerdo con el estudio de necesidades y tiempo para poder recuperar la producción normal y los procedimientos de importación en condiciones normales.
Requerimos activar y agilizar mecanismos que faciliten la cooperación nacional e internacional que se impulsan por medio de organizaciones no gubernamentales (ONG), alianzas municipales, consorcios privados o comerciales y organizaciones sociales diversas.
Exigimos a los responsables gubernamentales y al Estado en general, las garantías necesarias para el buen funcionamiento de las instituciones de salud, la provisión de medicamentos e insumos necesarios para la atención de los pacientes, especialmente a las madres, niños y ancianos, la profesionalización y el mejoramiento laboral del personal que atiende a los enfermos, y proponemos priorizar el tema de los medicamentos y de los alimentos en la agenda gubernamental, política y financiera del País para que “aparezcan” y se puedan solventar enfermedades que hasta hace poco tiempo estaban controladas.
Solicitamos a la Red Caritas, a la Pastoral de la Salud, a las organizaciones sociales a promover campañas de información pública sobre medidas básicas de higiene para evitar el contagio y la propagación de enfermedades virales, a servir de puente para gestionar ayudas y cooperación solidaria y a sentir con los otros acompañándolos para apalancar soluciones.
En síntesis, la salud es un derecho humano y no puede estar por debajo de los intereses ideológicos de grupos, instituciones o gobiernos. Esta situación de crisis profunda en salud que experimentamos todos, nos debe sensibilizar ante el sufrimiento llamado hasta ahora “ajeno”, pero que en circunstancias como la que vivimos se hace “propio”. El Papa Francisco nos ha invitado a tocar el sufrimiento del otro, y sabemos que actualmente en Venezuela hay mucho sufrimiento en los centros de salud como en nuestras familias. Pero no debemos desesperanzarnos, sino activarnos como pueblo para exigir nuestros derechos cumpliendo nuestros deberes, particularmente el derecho a la salud y a la vida, el derecho a sanarnos y vivir armónicamente con nuestros semejantes y con la naturaleza.
Que María, Madre de la Misericordia, quien mandó a los servidores de la fiesta de la Boda de Caná, a hacer lo que Jesús les dijera (cf Jn 2,5), nos ayude a seguir trabajando por una Venezuela sana, libre de enfermedades que hacen sufrir, con la confianza que cada día nos abrimos a tiempos de esperanza para evitar que, tanto hoy como en el futuro, mueran personas por falta de medicinas, alimentos o de atención médica.
Caracas, 11 de febrero de 2016
+ Mons. Roberto Lückert León
Presidente
Comisión de Justicia y Paz de la CEV