“Si le pudieron pagar a Sidor, que solo produce 1.8 millones de toneladas de acero líquido de su capacidad instalada y tiene una nómina de 22 mil trabajadores, nos pueden pagar a nosotros que somos 8 mil trabajadores”, así fue la respuesta de Jorge Ascanio, trabajador de CVG Ferrominera Orinoco, al preguntársele por el motivo de la protesta que paralizó las operaciones en planta este jueves.
Sin embargo, lo que los trabajadores de la empresa más importante de la industria del hierro venezolano ignoraban, es que su situación se repetía cual copia a carbón en el portón tres de la Siderúrgica del Orinoco Alfredo Maneiro.
El personal de la acería se apostó en la emblemática terminal a exigir el pago de algunos conceptos como la diferencia de utilidades, prestaciones y los juguetes de Navidad para sus hijos, aquellos que iniciaron la protesta del lunes en el Edificio Administrativo y fueron supuestamente cancelados a la brevedad, según declaró el secretario de organización del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y sus Similares (Sutiss), José Meléndez, a algunos medios regionales.
Los únicos que percibieron algún ingreso después de la reunión del lunes con el presidente de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), Justo Noguera Pietri, y el ministro de Industrias y Comercio, Miguel Pérez Abad, fueron los transportistas de la flota de la siderúrgica: apenas un abono de entre 400 y 800 bolívares.
El trato desigual e irresponsable por parte de las directivas y autoridades regentes de las empresas de Guayana a los empleados ha sido el catalizador de las pugnas entre los trabajadores del sector hierro y acero respectivamente. En medio de una crisis económica y productiva, y ante la erosión del liderazgo de los sindicatos y sus capacidades de respuesta, son razones suficientes para que la masa obrera decida tomar las medidas por sus propias manos.
Lo que el viento se llevó
En octubre del año pasado, durante la visita del presidente Nicolás Maduro a Sidor, el primer mandatario anunció que aplicaría un 30% de aumento al salario mínimo y la modificación en la base de cálculo del ticket de alimentación de 0,75% a 1,5% unidades tributarias. El público presente lo ungió en aplausos. Tres meses después de que debía ser aplicado, la medida solo existe en el papel.
Este no fue el único compromiso de los asumidos por el Ejecutivo o las compañías que se ha quedado en el aire. Las cláusulas contractuales pierden su validez al ser imposibles de acatar con regularidad por una infinidad de excusas y razones ligadas a la falta de inversión e insumos para la productividad de las industrias básicas.
La desidia se extiende desde la casi invisible estabilidad económica de los empleados hasta las plantas a las que les dan vida. La seguridad laboral y la salubridad se han convertido en mitos perdidos entre robos a manos del hampa y reiterados accidentes laborales por el mantenimiento deficiente.
El presidente de Ferrominera y de la Corporación Siderúrgica de Venezuela, Jesús Zambrano Mata, pidió a los empleados paralizados “apelar a la consciencia” por medio de un comunicado interno. Pero esa palabra también se devalúa cuando se trabaja a diario sin las condiciones óptimas mínimas.
Luchando contra la bota
Aparte de las exigencias salariales, otro factor resentido por los trabajadores de las empresas es el control militar sobre ellas, que contrastan con los índices de producción más bajos que se han cotizado en los últimos cinco años.
“La historia ha demostrado que la producción más baja que ha tenido la siderúrgica ha sido en manos de los militares (…). Actualmente, la cantidad de acero líquido que se produce está cerca del 1,4%”, explicó el presidente del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y Sus Similares (Sutiss), José Luis Hernández.
Las muestras de descontento hacia la presencia de los uniformados en el máximo puesto de estas instituciones se pagan con represión armada y acoso laboral. Tal es el caso, que no es de extrañarse que se susciten hechos como los cinco heridos por perdigones de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en una manifestación, armamento sembrado a trabajadores para generar un causal de detención y despido o el chantaje recurrente para sesgar la crítica al sistema. Algunos trabajadores callan para poder proveer a sus hogares, en la medida en la que la inflación y el salario se los permitan.
Sindicatos diluidos
Con los mandos de los dos sindicatos vencidos (Sutiss y Sintraferrominera), los laboristas se encuentran a la expectativa de las elecciones para renovar una dirigencia que ya encuentran insuficiente para enfrentar la realidad de la lucha obrera por la dignificación de la remuneración y las condiciones en planta.
Carlos Leturia, del área de Laminación en Frío de Sidor, lamentó el hecho de que los mismos sindicalistas se burlen de los trabajadores y se vean desgastados entre ellos mismos, por lo que ya la generalidad decide hacer caso omiso de las directrices y toman decisiones independientes para recuperar las instituciones y sus espacios.
En el caso Ferrominera, la reelección del actual secretario general de la representación obrera, Rubén González, pende de un fino hilo por la presunción de fraude en las votaciones de los miembros al comité electoral en la planta de Puerto Ordaz. Los empleados del hierro ven el paro que acataron como un termómetro electoral: ganará si resiste hasta que se cumplan los objetivos.
No obstante, no hay una fecha fija para ninguno de los comicios y el tiempo corre mientras que la debacle del sector siderúrgico se lleva a todos los involucrados por el medio, especialmente a aquellos que día a día laboran con las manos atadas y sin mayor beneficio personal a causa de la paupérrima gestión.