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El área de la sala de partos está contaminada, por lo que a las pacientes se les advierte que, si deciden quedarse, corren el riesgo de enfermarse. Las que están en mejores condiciones son referidas

Parada en la puerta de la sala de partos de la Maternidad Concepción Palacios, en Caracas, la doctora Amara Nader es el retrato de la desesperación. “Las áreas están contaminadas”, afirma. El relato es muy sencillo: al pasillo del quirófano se le cayó el techo y, según notificó, no ha sido completamente descontaminado. “Solo funciona para estrictas emergencias”, advierte Nader mientras sale una muchacha en silla de ruedas y entra otra. El tránsito de mamás no se detiene.

Por ello, a las mujeres que llegan a la Maternidad para parir les explican que, si se quedan, corren el riesgo de infectarse. Y que, además, no hay antibióticos para tratarlas. “A todas se les explica que pueden contaminarse”, explica Nader. No teme dar su nombre porque ya su voz se ha escuchado alto para denunciar las condiciones de la que fue la primera maternidad de Venezuela.

Como era de esperarse, este año “se han infectado muchas pacientes”, critica otra médica. Las parturientas que no aceptan quedarse en esas condiciones se enfrentan al “ruleteo”, o lo que es lo mismo, a esperar que en otro hospital de Caracas les abran las puertas.

Mientras las dos médicas ofrecen un relato pormenorizado de los problemas del día a día, de la sala de partos sale un enfermero con una silla de ruedas. “No sirve”, exclama, mientras enseña el objeto -lo que queda de él- a los fotógrafos. “No tenemos camillas. Si hay cinco sillas de ruedas es mucho. De 38 camillas solo quedan cuatro”, sintetiza. Luego de golpear la puerta del único ascensor para que bajen a recogerlo, el enfermero lanza su último diagnóstico: “Estamos trabajando con las uñas”.

Sin comida, sin camillas, sin sillas…

Este martes, trabajadoras y trabajadores de la Maternidad convocaron a los medios de comunicación para protestar por las malas condiciones en que se encuentra el centro asistencial y para exponer al país lo exiguo de sus salarios. Como el director de la institución, José Odremán, no atendió a las y los periodistas para dar su versión de los hechos, la delegada sindical Esther Figueroa forcejeó con los funcionarios de seguridad y, finalmente, la prensa entró.

Ya Figueroa, minutos antes, había hecho un resumen de lo que hay en las entrañas de la institución: “En sala de partos tumbaron la parte de arriba y todo lo dejaron así. No tenemos alcohol, no hay algodón, las gasas brillan por su ausencia, no tenemos pitosín (suero para inducir el parto)”. En sala de partos “eso está contaminado… Estamos enredados allá abajo”. Tampoco hay suficientes incubadoras, insiste. No se pueden realizar radiografías porque faltan químicos.

Por los oscuros pasillos de la Maternidad parece que cualquier cosa puede suceder. Tal vez una de las más graves es la que no se ve: el peligro que representan las bacterias para una mujer que va a parir. Pero hay otras, muy evidentes: la cocina, cerrada con un candado -según Figueroa- desde hace al menos nueve años. La delegada sindical detalla que la alimentación estaba a cargo de un proveedor que dejó de garantizarla debido a las deudas del Gobierno. En este momento, el Hospital Militar envía solo el almuerzo: no hay desayuno ni hay cena para las pacientes hospitalizadas, aseguraron dos trabajadoras del área de nutrición (que prefirieron mantener su nombre en reserva). La mayor parte del peso de la nutrición recae, entonces, en los familiares.

Otra experiencia es pasar al edificio de la Maternidad vieja, todavía ocupado por ocho familias damnificadas del año 2010. La estructura está abandonada y deteriorada. En el patio central quedan los restos de una cancha de baloncesto. “Cortaron el agua hace dos meses”, indica Figueroa.

En uno de los cubículos de lo que fue una consulta externa, una muchachita se asoma; en la mesa tiene un paquete de Harina Pan medio lleno. Prefiere no hablar; espera que sea su esposo quien explique por qué, si son damnificados, su hogar es una Maternidad.

Mientras camina, la delegada sindical critica la gestión del director y rechaza que, si las denuncias salen a la calle, los acusen de “guarimberos”.

Al menos 164 dólares al mes

A Pablo Zambrano, secretario ejecutivo de la Federación de Trabajadores de la Salud (Fetrasalud), le llama la atención que las autoridades distritales y nacionales hayan dicho que la Maternidad y otros cuatro hospitales serían remodelados, y que “no se vea ningún tipo de movimiento”.

Denuncia que la única ambulancia de la Maternidad está parada desde el año pasado y que las del sistema Siamu (de atención de emergencias) están prácticamente paradas. En otros hospitales de Caracas se repite el problema. “Hay un abandono manifiesto” del Ejecutivo, dictamina. Dice esperar que el defensor del Pueblo, Tarek William Saab, siga visitando los centros asistenciales y reconoce que, cuando Saab acudió al hospital de El Algodonal y se encontró con obras hechas a toda carrera para complacerlo, se molestó e hizo observaciones al director.

La parte laboral de la Maternidad y de los hospitales de Caracas no está mejor que las de medicamentos e infraestructura. “El contrato del sector tiene un año vencido” y el Ministerio del Proceso Social del Trabajo y el de Salud no han comenzado la discusión, señala Zambrano. La contratación vigente está rezagada, mientras trabajadoras y trabajadores -unos 400 mil, tal como lo estima el vocero- siguen a la espera de ser llamados. “Tenemos una economía totalmente dolarizada”, puntualiza, por lo que ni un incremento de 100% resultaría favorable. “No nos sirven porcentajes de aumento; nos sirve que reconozcan que hay una economía dolarizada y que, con base en esa situación, nos paguen en bolívares pero con la paridad del dólar”. Esperan un ajuste que los lleve a 164 dólares al mes “para comenzar a recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores”.

El dirigente sindical avala el proyecto de ley de protección al salario aprobado en primera discusión por la Asamblea Nacional. “Nos da una esperanza”, subraya, porque con la inflación que hay en el país “todo lo pagamos los trabajadores”.

Al terminar el recorrido por la Maternidad, Zambrano pregunta: “¿Qué les pareció?” y asegura que otros hospitales están en condiciones aún más precarias. Piensa -y así lo comenta- que el director de Salud del Distrito Capital, Earle Siso, es un hombre con buenas intenciones, pero está convencido de que se decepcionará al ver que “prácticamente no puede hacer nada”.

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