Madres de Carapita preparan y sirven 100 platos diarios para niños de la comunidad. El hambre golpea con fuerza al sector donde representantes aseguran que la crisis solo permite que sus pequeños coman entre una y dos veces al día.

Alba Páez abrió las puertas de su casa durante las vacaciones escolares para convertirla en un comedor comunitario. La pequeña residencia se ubica en el sector Monserrat de Carapita, parroquia Antímano. A partir del mediodía, de lunes a viernes, ese hogar cobija el hambre de hasta cien niños de la zona.

“Nosotros empezamos con 50 niños. Les hicimos unos distintivos con los nombres y nos dimos cuenta de que llegaban otros que no tenían sus identificativos. Eran nuevos. Los fuimos incluyendo en la lista y durante esta segunda semana ya contamos con 105 pequeños. Aquí en Carapita hemos hecho milagros con la comida”, relató.

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Alba tiene tres hijos y es profesora de preescolar en Mamera. Asegura que ha tenido que aprender a hacer arepas de yuca, plátano y ñame, pues a ella también le afecta la crisis, pero su sentido de comunidad, empatía y solidaridad la ha llevado a convertir sus pesares en acciones. Insiste en que desde su trabajo ha sido testigo de cómo los niños cada vez tienen más hambre:

“Mis alumnos me piden un pedacito de mi comida y, aunque la Ley nos impide a los docentes darle de comer a los niños, no impide que el alma se te rompa”, sostuvo.

La voluntaria comenta que entre las madres beneficiarias del programa Alimenta la Solidaridad hay algunas que tienen hasta seis hijos y muchas, antes de abrir este espacio, pedían diariamente comida casa por casa.

“Ya han dejado de hacerlo porque tienen un almuerzo seguro. Son los primeritos que llegan. No dejan nada en el plato”, añadió.

Un estudio de alimentación nacional realizado por More Consulting como parte de la consulta pública para el Proyecto de Ley de Garantía de la Alimentación Escolar de la Asamblea Nacional muestra que 14,4 millones de venezolanos comen dos vecesal día. La encuesta también sostiene que 57,8% de los entrevistados aseguran haber dejado de comer para darle sus alimentos a sus hijos.

Solidaridad comunitaria

Alba es la líder de Alimenta la Solidaridad para el sector de Carapita que funcionará, por ahora, hasta el 16 de este mes. La iniciativa de Roberto Patiño, coordinador del movimiento social Caracas Mi Convive, da de comer diariamente a más de 250 niños en varias parroquias de Caracas.

“El programa que arrancó en el sector Las Mayas (parroquia Coche) así como en la parroquia La Vega, específicamente en escuelas, tiene un mes funcionando. Comen más de 250 chamos de lunes a viernes. Se empezó a correr la voz y se amplió hacia Carapita y a la Cota 905. Pero en estos dos no es en escuelas sino en espacios privados de las comunidades (como casas)”, precisó Patiño quien acotó que esta iniciativa es un trabajo paralelo al que lleva adelante con su ONG.

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El joven, junto a un pequeño equipo es quien estructura la empresa. Hace llegar las donaciones de los particulares y, con los vecinos de la comunidad, organiza los comedores; pero insiste en que son los líderes comunitarios y los voluntarios los que hacen posible la iniciativa. Las donaciones son bienvenidas y para hacerlas llegar solo hay que contactar con Caracas Mi Convive para establecer la comunicación con él.

“El menú varía todos los días y es recomendado por un nutricionista. Nuestro mensaje gira alrededor de la solidaridad. Es posible gracias a la donación de distintas personas. Nos ayudan sobre todo particulares. Son pequeñas donaciones que van sumando. Con Bs 450, le das de comer a un chamo durante un día. Con Bs 60.000 pagas todo el programa, para 300 niños durante una jornada”, dijo.

Los otros líderes comunitarios que trabajan junto a Alba en Antímano son Yorleth Páez y Mayqueline Ramírez, todas mamás de la zona, así como Sillas Villegas, padre de tres niños.

Alba describió algunos de los almuerzos que prepararon durante la segunda semana de labores: “La comida de ayer  (martes) estuvo exquisita, como nos dieron leche, hicimos una crema bechamel y se la echamos a la papa. También comieron perico y queso. El jueves tendremos granos y el viernes perros calientes hechos de plátano”. Aprovecha y ofrece su receta: “Se abre el plátano por la mitad como un perro y se le echa la salchicha y queso”.

La docente además manifestó que la comunidad está muy agradecida:“Una mamá me decía que se paraba tarde porque no tenía para darle desayuno a sus hijos y si le daba desayuno, no les daba almuerzo, y si daba almuerzo no les daba cena. Hoy yo me acuesto más tranquila”.

Yorleth y Silla procesan la sopa de auyama con carne en dos pequeñas licuadoras, mientras Alba y Mayqueline pasan la lista y sientan los niños a comer. A la manera de cualquier restaurante profesional, no se detienen hasta haber llenado los más de 100 platos que sirvieron el pasado miércoles. Los dos mesones de plástico con sus manteles y 20 sillas son ocupados cinco veces en menos de dos horas.

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A Steven de nueve años le brillan los ojitos cuando prueba la sopa, quiere ser médico y está en cuarto grado. Prefiere comer que hablar, al igual que Ángel Gabriel, de ocho años, quien tímidamente contesta que le “encanta mucho” la crema. Quiere ser policía. Los niños comparten pocos comentarios porque están concentrados en sus almuerzos.

Cada uno debe llevar su envase de plástico y sus cubiertos lavados. “Les creamos una responsabilidad que es que traigan sus envases lavados. Nosotros se los dimos y están identificados. Llevamos el control de los niños por orden de llegada. En cuanto a los niños de brazos, los padres retiran sus comidas”, explicó Alba.

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Patiño, ingeniero de la Universidad Simón Bolívar con maestría en Políticas Públicas en Harvard, no teme en decir que quiere dedicarse a la política. Argumenta que para iniciativas de esta índole, así como las que lleva adelante con Caracas Mi Convive(asociación civil que surge para propiciar el encuentro y el reconocimiento entre los ciudadanos), puedan tener un impacto mayor “se necesitan espacios de representación”.

“Usando la frase de la señora Cecilia, otra líder comunitaria, ‘una vez que comienzas a trabajar en esto te das cuenta de la necesidad de la política’. Te preguntas cómo masifico esto, esta visión, este trabajo social, si no es a través de la política”, acotó.

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El Estímulo

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