La doctora María Eugenia Landaeta, infectóloga de ese recinto, informó que este año han tratado casos de histoplasmosis, salmonelosis, tuberculosis y dos de fiebre tifoidea. Preocupa también el aumento de infecciones de VIH y la falta de medicamentos para tratar estos males.
“Teníamos mucho tiempo sin ver casos de tifoidea. Eso habla mucho de las condiciones en las que viven ciertos sectores de la población”, apuntó Landaeta durante una entrevista en el canal Televen. La tifoidea es una bacteria que se transmite a través de las heces y orines humanos. Estos desperdicios pueden caer en el agua potable o alimentos y su consumo ocasiona fuertes fiebres, dolores estomacales y mal funcionamiento del sistema sanguíneo. Si no se trata de manera oportuna es mortal.
“También hemos registrado casos de histoplasmosis. Un hongo que por lo general adquieren personas que trabajan en la construcción”, apuntó la doctora. Este hongo es recurrente en los sitios de construcción de los edificios para la Gran Misión Vivienda y los nuevos túneles del Metro de Caracas según apuntan las estadísticas de pacientes afectados, y luego atendidos, en la emergencia del universitario. La falta de tapabocas o máscaras efectivas en este tipo de empleos es una de las principales razones de contagio. La enfermedad afecta las vías respiratorias, y nuevamente, si no se trata de manera oportuna es letal.
La salmonelosis se da luego de consumir alimentos contaminados con la bacteria salmonela. Produce una infección intestinal y requiere de un tratamiento agresivo con antibióticos. Lo mismo ocurre con la tuberculosis. Enfermedad respiratoria que se creía erradica en nuestro país desde mediados de los años setenta.
“Preocupa que no hay medicinas para tratar estas enfermedades. Por ejemplo, la malaria es un mal recurrente. No es como el dengue o el zika que te da una vez. La personas infectada con malaria puede caer de nuevo si es picada por el mosquito otra vez. Por eso es importante que reciban su tratamiento completo para disminuir estas estadísticas. Lo malo es que en nuestro país se están acabando los tratamientos antimaláricos”, acotó Landaeta.
Ante esta escasez se abrió un mercado negro donde una caja de pastillas para combatir la malaria puede costar hasta ochenta mil bolívares. “La gente, desesperada, opta por esto. Lo que no se dan cuenta es que si consumen mal el tratamiento pueden empeorar. Lo que hemos visto recientemente con la malaria es que hay una cepa que esta desarrollando resistencia contra los medicamentos. Esto porque la gente toma lo que sea para recuperarse”, finalizó la infectóloga.
El Estímulo