El periodista Cesar Noriega, del Correo del Caroní, conversa con el profesor José Luis Da Silva acerca de lenguaje y polarización:

«La capacidad de comunicarnos a través del lenguaje es la base de la civilización humana y es lo que nos separa del mundo animal, pero este dominio de la palabra podría causarnos la falsa ilusión de que los términos que empleamos son en realidad las cosas o conceptos que denominamos, éste es el tipo de problemas que se plantea la filosofía del lenguaje y un exponente de esta disciplina, el profesor José Luis Da Silva sostiene que en parte la violencia social es producto de la disparidad entre «los discursos y los hechos reales».

Da Silva integra el equipo de profesores de la Maestría en Filosofía de la UCAB-Guayana, como facilitador de la materia «Logos y Giros Lingüísticos». Es egresado de la universidad jesuita, donde obtuvo la licenciatura en Filosofía, ha hecho una maestría en la misma área en la Universidad Simón Bolívar y un doctorado en Historia en la UCAB. Dirige el Centro de Formación Humanística y de la revista especializada en Filosofía Logoi.

«No necesariamente el lenguaje dice lo que es la realidad, sino que una cosa es aquello que tenemos al frente y otra muy diferente es la fórmula en que decimos e interpretamos la realidad», argumentó Da Silva.

Al analizar el discurso de la política venezolana contemporánea, Da Silva singulariza una característica, «rara vez y hoy más que antes le damos a la palabras no el significado que han de tener para referirse a las cosas, sino el significado que convenimos que han de tener las palabras para entendernos».

El académico ejemplificó su hipótesis con el «mal uso» del apelativo fascista, que con persistencia se escucha en los discursos políticos para desacreditar al adversario. «Esto significa, sin importar el tinte político, que podemos sospechar que nadie sabe lo que significan las cosas».

Por si no fuera poco el empleo errado de términos que no se corresponden con el referente real, Da Silva notó que las leyes y normas dejaron de tener un solo significado y están en constante amoldamiento a los giros coyunturales del poder.

«Pensamos cuando las normas y leyes están escritas para su cumplimiento, pensamos que eso que está escrito no es lo que está allí, puede ser cualquier otra cosa y se puede pensar de muchas maneras», planteó Da Silva, quien presenta situaciones cotidianas como el instituido «regateo» que practicamos cuando pensamos que somos víctimas de una inmerecida calificación en clases o de una multa de tránsito, pero que siempre se puede optar por saltarnos la sanción «entendiéndonos» con la figura sancionatoria.

Detrás de esa incapacidad para seguir la ley al pie de la letra, no está una rebeldía innata, Da Silva ensaya otra explicación «no actuamos de esa forma sólo por birlar la ley, sino por alguna circunstancia educativa no le estamos dando el peso mínimo significativo a las palabras».

Medias verdades

El caprichoso uso del lenguaje se extiende más allá de la confusión del significado de las palabras, porque hay conceptos que sin una claridad meridiana la sociedad queda a merced de la deformación demagógica.

Una de estas grandes palabras es democracia, para Da Silva hay una interpretación interesada para hacer resaltar algunas verdades de este sistema de gobierno y disminuir otras condiciones para realmente afirmar que vivimos democráticamente.

«Uno cree que democracia es simple y llanamente el hecho de protestar, el hecho de que se me atienda, el hecho de que a mí no se me puede dejar a un lado y lo que es peor aún, que la democracia es sinónimo de mayoría, cuando la cosa no es así tan fácil, que si bien es cierto que contar la mayoría es un elemento fundamental, pero lo que hace la democracia es que cualquiera pueda exigir el respeto a la ley».

Da Silva identificó las flaquezas de una democracia que no se asienta sobre las firmezas de un marco legal, sino sobre las movedizas mayorías electorales. «Según las veleidades de una mayoría, que en un momento puede ser contraria a mí pero en otros momentos pueda ser a favor. Bajo esa fragilidad no hay democracia que pueda mantenerse a buen resguardo».

Formas que polarizan

Las dos visiones para interpretar la democracia son expresión de la polarización política, pero Da Silva considera que las divisiones entre los venezolanos pueden estar basadas en «los gestos, terminología para hablarle a sus partidarios y a los contrincantes» que usan los referentes de las dos principales tendencias políticas. Sin embargo estas formas esconden el acuerdo que podemos establecer en la definición de los contenidos, «son más las identidades que las diferencias», acotó el filósofo.

Uno de estos puntos comunes en los que se cruzan las distintas tendencias políticas es lo que entendemos por ciudadano, de haber un diálogo social profundo sobre el significado, los encarnizados adversarios verían que sus luchas son compatibles.

«En conceptos como ciudadanía, mientras que unos y otros se dicen que no son ciudadanos. Nadie dice lo qué es ser ciudadano, lo que corresponde ser un ciudadano. Estoy seguro en el momento en que se acude al diccionario, o se acude a los preceptos más sencillos de lo que significa ciudadanía ambos sectores y los otros que están entre ellos van acceder que ese es el concepto de ciudadanía. Van a ver que son más las identidades que las diferencias, es decir, ciudadano es aquel comprometido con lo público y que sus actos son visibles, trasparentes».

Redes sociales ha renovado el lenguaje

José Luis Da Silva, profesor de Filosofía de la UCAB, considera que las nuevas tecnologías de comunicación y quizá su faceta más popular: las redes sociales, han influido en el lenguaje, «difícilmente podamos pretender que con los usos tecnológicos de hoy en día, seguiremos escribiendo a la usanza de los años 20 del siglo pasado».

Da Silva no juzga la «pureza» del estilo del lenguaje usado en la escritura de un mensaje de texto, al actualizar el estado del Facebook o enviar un tweet desde nuestra cuenta en Twitter. Para el estudioso «si se logra que el lenguaje comunique, éste ha sido realizado, se ha avivado, se ha renovado».

Concluyó que el avance de la tecnología no ha impedido satisfacer la instintiva motivación de comunicarnos. «Lo interesante es que aun cuando la tecnología ha avanzado más bien han estimulado la comunicación, no la ha cercenado». (Correo del Caroní, 09.05.10, http://www.correodelcaroni.com/content/view/152528/1/)

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