Muchos venezolanos quizás no hayan reparado en la importancia que tiene el Banco Central de Venezuela (BCV) para la vida del país. Tampoco conocen el nivel de destrucción interna de esa institución.

El BCV debería ser el garante de la estabilidad monetaria de Venezuela, esto es, el guardián contra la inflación. Cuando el banco central sostiene la estabilidad monetaria ello significa que la inflación es baja y estable y por tanto, los salarios y remuneraciones de los trabajadores mantienen su poder adquisitivo.

Todavía más, la estabilidad monetaria crea certidumbre en la economía y ello propicia la inversión, el crecimiento económico y el empleo.

Desafortunadamente el BCV se ha venido desviando de estos conceptos que deben guiar su acción para transformarse desde unos años para acá en una gigantesca caja chica en manos del gobierno, utilizada sin escrúpulos para el financiamiento de cuanta aventura económica pase por la cabeza del Ejecutivo Nacional, desde cooperativas hasta núcleos endógenos.

Ha sido el BCV una institución que mansamente abdicó de sus responsabilidades monetarias para convertirse en una especie de gran imprenta nacional que emite dinero sin valor y la prueba de ello está en que en menos de año y medio de la alharaca formada con el lanzamiento del bolívar fuerte, éste ha perdido casi tres cuartas partes de capacidad de compra. El bolívar fuerte hoy languidece ante el dólar del mercado paralelo.

LEALTAD O CONSOLACIÓN

El Directorio del BCV y su administración se conforman no a partir de los criterios que dicta la Constitución y la Ley del BCV, que pautan y señalan experticia en materia financiera con al menos diez años de trajinar en esa área de la economía para sus aspirantes, sino más bien por lealtad a algún ministro o sencillamente como un cargo de consolación para un ex ministro fracasado pero consecuente con su dogma ideológico.

El de Venezuela es el único banco central del mundo donde sus autoridades no tienen experticia en el campo financiero y monetario, de allí tantas medidas erráticas adoptadas recientemente.

A pesar de contar con el mejor equipo técnico del país en materia económica, al guiarse por referentes políticos, los informes emanados del BCV relativos al análisis de la inflación o al comportamiento de la actividad económica, francamente dan pena.

Parecieran escritos, no para relatar hechos sino para justificar con sofismas las políticas del gobierno.

En lugar de juicios basados en la teoría económica hacen propaganda, desplegada en ciertos periódicos y no en otros.

ATRASO EN LAS CIFRAS

En lo relativo a sus estadísticas, los datos del BCV presentan un atraso inexplicable. Siempre se procuró en el Instituto Emisor que dos principios se cumplieran: la calidad de sus estadísticas y la oportunidad del dato.

La única referencia de estadísticas mensuales, bien estructuradas en Venezuela, ha perdido sentido. Hasta el 6 de mayo de 2010, el Boletín Mensual, compendio fundamental de información económica, no se publica desde diciembre de 2009.

Según las autoridades del BCV, el año 2010 todavía no ha comenzado desde el punto de vista económico. Variables claves para el análisis económico tales como la producción manufacturera y las ventas comerciales, no se editan desde diciembre de 2009.

Con motivo de la presentación de las cifras relativas al comportamiento de la economía durante el primer trimestre de 2010, conviene hacer la siguiente advertencia. La capacidad técnica del BCV no está en cuestionamiento para lidiar con coyunturas tan adversas como la actual.

Sin embargo, un fenómeno nuevo está complicando la elaboración de indicadores relevantes para el seguimiento de la economía.

Debido a la creciente estatización de los medios de producción, no está asegurada la calidad de la información estadística que como insumo básico sirve para confeccionar indicadores claves como el producto interno bruto (PIB).

De esta manera, se corre el gravísimo riesgo de que la información sea manipulada en la fuente primaria, por los entes encargados de su elaboración y procesamiento, no por el BCV.

De esta manera, si la información primaria está sesgada, también lo estará la estimación de la variable resultante de haber empleado esa información.

Con la politización, partidización y quiebra tanto financiera como administrativa del complejo de empresas del Estado, nadie hoy puede garantizar la calidad de la información estadística proveniente de esas empresas.

Le tocará al BCV velar por que sus datos sigan contando con la credibilidad ganada hasta ahora y con ello preservar la institución ante la opinión pública.

La nueva legislatura que se instalará a partir de los comicios a celebrarse el 26 de septiembre de este año tendrá la oportunidad de restituir parte de las potestades arrebatadas al BCV.

José Guerra
Econosmista

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