Para garantizar la justicia social y mejorar ostensiblemente el nivel de vida de la población, se requiere producir las riquezas que satisfagan las inmensas necesidades actuales y futuras. Cuba no pudo hacerlo en 50 años de «revolución», al no construir la estructura productiva necesaria, y, en nuestro caso, no existe tampoco dicha estructura, por lo que algunos políticos, que siempre vivirán bien pues lo harán de la corrupción y el pillaje, plantean que nos limitemos a repartir lo que tenemos, ellos excluidos, lo cual no significará en absoluto una elevación de la calidad de vida de la población, como nunca llegó a serlo en Cuba. Algunos, los paupérrimos, mejorarán levemente su nivel de vida, mientras el resto verá cómo se les reduce este en forma importante.

Repartir la miseria es algo que ha hecho el cristianismo desde tiempos arcaicos sin cambiar cualitativamente las condiciones de vida de la gente. El socialismo tiene que repartir riquezas, por lo que tiene que producirlas. Y eso no depende de la simple voluntad o del deseo de un líder o de las consignas y la propaganda. ¿Donde está hoy el glorioso pueblo de Viet Nam? ¿Aquél que derrotó militarmente a japoneses, franceses y estadounidenses? ¿Y los chinos? Nadie le quitará a Mao el haber sido el unificador de esa gran República, la conquista del idioma común, independientemente del mantenimiento de sus idiomas regionales; las victorias sobre el fascismo japonés, la supresión de las hambrunas. Pero no pudo construir el socialismo, porque era imposible saltar a este desde las condiciones de las fuerzas productivas chinas. Como en Venezuela, la producción ínfima de riquezas no permite un reparto socialista de la misma. Lo que Chávez llama socialismo es una muy mala caricatura.

Para pensar en el socialismo como posibilidad, habría que dirigir las acciones hacia: cambio del modelo exportador de combustible fósil al de productos con gran valor agregado, desarrollo petroquímico, de la química orgánica industrial, producción nacional de ciencia y tecnología de calidad y de punta, formación de un venezolano altamente capacitado, empleo formal permanente bien remunerado, transporte bajo bandera nacional de la carga comercial venezolana y desarrollo del agro para la soberanía alimentaria.

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