Producto de la transición del modelo económico y político que vive el país, en el mundo sindical venezolano hay una guerra.

De acuerdo con el informe elaborado por Provea y la Vicaría de Derechos Humanos de Caracas, en los últimos dos años han caído en combate 122 sindicalistas, en su mayoría victimas de sicarios.

Si este articulo estuviese dirigido al mundo castrense, se podría decir que esta es una guerra de cuarta generación, donde no se enfrentan ejércitos regulares, sino grupos violentos que buscan controlar las parcelas de poder que hagan de los sindicatos genuinos catalizadores del proceso de cambio en el país.

Para el mundo civil, de lo que se trata es que cada año que pasa, el sindicato de su empresa se verá sometido a unas presiones adicionales, donde ya no es suficiente lograr unas condiciones laborales beneficiosas para los trabajadores, sino cuánto puede fortalecerse la reputación de la dirigencia sindical en la negociación con el patrono, a fin de contar con una plataforma de liderazgo que le permita mantenerse a salvo en la batalla.

De esta forma, la empresa y los trabajadores son un medio para lograr otros fines distintos a la convención colectiva. El sindicato se verá tentado a ser tan radical como haga falta para alcanzar su meta.

Esto hace que la negociación de la convención requiera de una estrategia de comunicación interna pensada agresivamente, y que no se limite al mundo interno de la empresa, sino a audiencias externas, particularmente aquellas que serían requeridas a la hora de un eventual conflicto.

Una manera de tocar estas audiencias es desarrollando un boletín informativo exclusivo para difundir la marcha de la negociación, que ponga en contexto los temas que se discutan y que no deje al sindicato como único vocero de lo que ocurra en la negociación.

Este boletín debe ser pensado como un canal al cual tendrán acceso terceros, y es bueno que sea así, porque puede convertirse en una señal de transparencia y de la cultura corporativa de la organización.

Otro elemento es el lenguaje: por el hecho de llamar colaboradores a los obreros y empleados, la paz laboral no será más duradera. En tiempos de guerra, el lenguaje directo, franco, es vital. No explique la fórmula para calcular el aumento, diga a cuánto propone subir el sueldo.

La franqueza con la que hable la gerencia permitirá a los empleados entender el contexto en el que se encuentra y en el que se encuentra su delegación sindical. El objetivo es que el trabajador sea parte activa de la negociación, y que permita, de llegar el caso, servir de muro de contención a las presiones que sufra la dirigencia sindical.

Esto implica que la gerencia hable permanentemente. No importa si el gerente es un fanático de la escuela de negocios de Harvard y Cinturón Negro en Seis Sigma. Si no tiene un liderazgo reconocido por su gente, sencillamente no es un líder.

Y si la voz del gerente debe resultar familiar a los trabajadores, muchos más lo debe ser la de los supervisores y personal con responsabilidad gerencial, que opera directamente con la base de la organización.

Los supervisores son actores relevantes a los cuales usualmente vemos dejados a su suerte frente a sus equipos de trabajo, desestimando el hecho de que estas personas tienen más elementos en común con la base que con la línea gerencial. ¿Con quién cree que van a cerrar filas?

Finalmente, haga una buena oferta a su gente. Haga todo lo que los números permitan para que su gente tenga paz laboral, pero por encima de todo, redoble esfuerzos para que aprecien esta paz y sean capaces de defenderla. (Elías Garcia Navas, El Mundo, 30.08.10, [email protected])

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