Lo que faltaba pero que fatalmente esperábamos. Uno de los pocos puntos que los que nos gobiernan tenían a favor tras la aprobación de la Constitución Bolivariana del 99, la no obligatoriedad del servicio militar, lo tiran por la borda, y lejos de volver al estado en que estaban las cosas antes de esa fecha, se van abiertamente por los caminos del totalitarismo, militarismo y guerrerismo que dominaron la humanidad a comienzos del siglo XX y qué provocó no pocas guerras, muertes, miseria y destrucción, que es lo único, la humanidad tiene triste comprobación, que puede salir de los fusiles y de los ególatras en armas. Me estoy refiriendo a la reciente aprobación en la Asamblea, en primera discusión, de la Reforma a la Ley Orgánica de la Fuerza Armada Nacional y la aprobación de la Ley de Adiestramiento y Conscripción Militar.
Con la reforma a la Ley de la Fuerza Armada, ahora Bolivariana, se “legaliza”, -aquí todo lo que se hace es “legal”- la militarización de la sociedad. Se transforma al ejército en una ensalada de cuerpos armados tradicionales, milicias, unidades de combatientes de la administración publica y patrullas, escuadrones, etc -era previsible- del PSUV. Y tienen el tupé de mantener “el voluntarismo” en la conformación de dichos cuerpos. En paralelo y el mismo día, aprueban la Ley de Conscripción Militar donde obligan a todos los ciudadanos entre 18 y 60 años a inscribirse en el Servicio Militar, so pena de multas y de exclusión de una serie de servicios que el estado está obligado constitucionalmente a darlos, por ejemplo la educación, y de otras menudencias.
Llega pues el momento donde las cartas se están poniendo en la mesa. La “revolución pacífica pero armada” versus “la sociedad pacífica y desarmada”. La “revolución del discurso bonito” versus la “revolución de las ideas”. Yo no tengo dudas en cuanto a cuál de los dos bandos es más revolucionario.
El chantaje y el poder de las armas, y el terror ejercido desde el “estado soy yo”, no van a poder, ni aún con todas las leyes habidas y por haber, imponer su pensamiento único a un pueblo y a una sociedad que llevan la desobediencia en sus venas y las necesidades a flor de piel. Somos un país en donde “la ley se cumple pero no se acata”. Quizá nos estemos transformando en un país donde “la ley es letra muerta”, y en este momento, igual que antes, yo ni me inscribo en el servicio militar. Después de todo, la objeción de conciencia está por encima de las multas y de las exclusiones que, por cierto, ya las padecemos.
Amor con hambre no dura, reza el dicho, y nosotros añadimos que a punta de pistola tampoco.
Fuente: http://www.lapatilla.com
Publicado originalmente en Mikel Las Heras, escritos y algo más el 13 de octubre de 2009