Un corpulento porcentaje de los delitos los comete la policía. Y no sólo en Venezuela. Ya vimos la clase de delito que cometió la ecuatoriana el 30 de septiembre.

Creemos que la gendarmería es una solución ante la delincuencia, su némesis, su contraria. Pero cuando un país llega a lo que ha llegado Venezuela en materia de mutuos robos, la policía deja de ser el medicamento del crimen para volverse su principal aliada. Se integra a la cultura del delito.

Uno de los problemas más agudos de toda sociedad es la mediación, la representación. Si yo decido sin control social quién construirá las aceras y quién reparará los ascensores, nadie puede impedirme corromperme. Si me mantengo honrado es porque me da la gana, no porque el cargo me lo impone. Y en el capitalismo, la corrupción de la mediación se exacerba.

En su contacto cotidiano con la fechoría, la policía se le hermana porque nada se lo impide. Como dijo el filósofo Gonzalo Barrios: «En Venezuela no hay razones para no robar». Ni casi en ningún otro país.

La policía no las ha hallado, más bien vive de ello. ¿Qué hacer? ¿Creamos una policía de la policía? Y si también se corrompe, ¿creamos una policía de la policía de la policía de la policía?

Como en el Ecuador, la policía venezolana fue golpista en 2002. Me enternecen las almas beatíficas que dicen que la del 11 de abril de 2002 fue una marcha pacífica y desarmada. Pues en esa marcha venían la Policía Metropolitana comandada por el golpista Alfredo Peña, la Policía de Miranda comandada por el golpista Enrique Mendoza, la Policía de Chacao comandada por el golpista Leopoldo López, la Policía de Baruta comandada por ya no importa qué golpista. Como 4 mil hombres armados y entrenados. Ese golpe comenzó policial y continuó militar. En el Ecuador no llegó a militar, su destino implícito, porque Correa tuvo la audacia de entregárseles, como Chávez. Se les volvieron una papa caliente que terminó por desarticularles el golpe.

¿Qué hacer con la policía? Mientras las comunidades no se integren a la administración de su vida ciudadana, no habrá modo de evitar que nazcan delincuentes y luego que su represión no sea tarea de un mediador corruptible. No, no es fácil, pero no hay otro modo. (Roberto Hernández Montoya, Ultimas Noticias)

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