Por : Jerónimo Carrera
En otras partes del mundo de habla castellana –que no es español, porque este idioma en realidad no existe- ciertamente se les ha llamado siempre “cambios de bandera”, pero acá en esta Venezuela tan peculiar, en tantas cosas, el saber popular los ha bautizado con la propagada denominación de “saltos de talanquera”. Y en verdad aquí hemos tenido y tenemos ahora campeones en este deporte político.
Todos sabemos de personajes políticos muy conocidos que a lo largo de sus vidas han sido militantes de tres, cuatro y hasta cinco de nuestros partidos políticos, saltando de uno a otro con la mayor facilidad y sin que nadie se los reproche. En general, tampoco se toman la molestia de dar alegatos ideológicos para ello, cosa que además nadie espera que hagan.
Lo de ahora, pues, no es ninguna novedad, y hace ya algún tiempo he titulado una de estas OPTICAS semanales así: “El país de los Ex”, sin necesitar dar nombres. Pero tampoco esta especialidad podemos decir que sea exclusiva del mundo político. Se practica con igual y hasta más frecuencia en lo militar, pese a los llamados en su léxico “juramentos a la bandera”. Y nadie se los echa en cara, si salen exitosos en el intento de golpe, por el contrario, se les aplaude como si fueran atletas en un stadium.
Por qué escribo hoy todo esto, se preguntará algún lector algo desprevenido, no al tanto de lo que nos ocurre ahora acá en este país dentro del mundillo político. Y quiero responderle, la cosa es que a alguien con mandonería se le ha ocurrido de pronto la idea de prohibir este deporte, tan criollo como las peleas de gallo y como si se tratara de las hoy casi extintas corridas de toros….
Pero lo cómico, mejor dicho tragi-cómico, es que se ha pretendido hacer tal cosa nada menos que por la vía legislativa, con una ley especial, y sin una explicación lógica. En trastienda, lo que se oye murmurar es que se quiere impedir la defección, en la recién electa nueva Asamblea –donde el balance de fuerzas es muy parejo- así sea de una pequeña cantidad de parlamentarios.
Francamente lo digo ahora mismo, en absoluto puedo estar yo a favor de una ley semejante. Nunca en mi ya algo larga vida como militante comunista, he sido diputado ni nada parecido, y esto es algo que no lamento en absoluto. En nuestro PCV, nunca se ha estimulado “saltos de talanquera” hacia nuestras filas.
Todo este asunto, a nuestro parecer, sencillamente debe verse como de moral política, de valores éticos, y si un parlamentario quiere abandonar las filas del PCV, por los motivos que fuesen, la ética misma debe hacerle poner el cargo a disposición de ese partido que lo hizo elegir. En nuestra experiencia hemos sufrido las pérdidas de unos cuantos desertores, en casos bastante conocidos, pero nunca de camaradas de algún relieve histórico o de cierta valía como dirigentes.
Hemos tenido camaradas parlamentarios electos en todas las así llamadas elecciones que ha habido en Venezuela desde 1946, y han descollado como parlamentarios camaradas como Gustavo Machado, Jesús Faría, Eduardo Gallegos Mancera, y otros tantos, de los que todos los comunistas nos enorgullecemos. De aquellos que se han ido “con la cabuya en las patas”, con “saltos de talanquera”, no recordamos ahora ni sus nombres… no vale la pena.
09.01.11 Jerónimo Carrera. Óptica Mundial
Saltemos la talanquera
Por Douglas Zabala
Aquí no es la primera vez que en estos menesteres del activismo político se arremolinan grupos, tendencias y corrientes que ante la prepotencia de los que asumen el poder de manera hegemónica y sectaria, se atreven al acto más sublime del ser humano, y es entrar en rebeldía y disidencia contra todas aquellas talanqueras que se imponen como las únicas y exclusivas verdades absolutas de la existencia cotidiana del vivir.
Quienes sí tuvieron el coraje y la valentía estratégica de saltar a tiempo las talanqueras que en menos de 24 meses de haber llegado al poder, había impuesto a nombre del “proceso” democrático Rómulo Betancourt, fueron Domingo Alberto Rangel, Américo Martín, Gumersindo Rodríguez, Simón Sáez Mérida, Aníbal Molina, Gabriel Quintero Luzardo, Lino Martínez, Rómulo Henríquez, Héctor Pérez Marcano, Moisés Moleiro y Freddy Melo. Desavenencias estas que los llevaron a fundar el MIR insurreccional y socialista.
También y como reafirmación de su gesto libertario en medio de las luchas que se libraban en el continente, cuando el Partido Comunista de Venezuela siguiendo los mandatos originados por la guerra fría y el reparto del mundo entre la Unión Soviética y EEUU, resolvió con su paz democrática deponer las armas y claudicar ante el proceso revolucionario que convulsionaba a la América irredenta; Douglas Bravo, Alí Rodríguez, Kleber Ramírez, Francisco Prada, Argelia Melet, Armando Daza, Elegido Magolla Sibada, Julio Chirino, Doris Francia, Dimas Petit, Priscila López, Luben Petkoff y Fabricio Ojeda entre otros, decidieron desacatar la línea partidista e irrumpir contra las talanqueras que desviaban el camino iniciado por Livia Gouvernuer, el Chema Saher y Argimiro Gabaldon.
Quien paró la oreja a tiempo y resolvió saltar la talanquera en medio de una confrontación que le costó el poder al partido donde había militado desde su juventud, fue el maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa, quien junto a Jesús Ángel Paz Galarraga, Adelso González Urdaneta, Fernando Álvarez Paz, Salom Mesa Espinoza, Mario Isea, Omer Muñoz y Eustoquio Contreras, de forma premonitoria aquel 10 de Diciembre de 1967 le anunciaban al país que habían tomado el camino de la irreverencia partidista contra Acción Democrática y se constituían en el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), en aras de construir la democracia socialista.
De manera que aquí nadie puede equivocarse ni dejarse atrapar por las viejas seguridades y falsas lealtades a un proceso político; que si bien es cierto se inició en medio de una ruptura y salto de talanquera contra el estamento político – militar que se había perpetuado en el poder a espaldas del pueblo en los últimos cuarenta años de la vida republicana; hoy ha devenido en una grotesca caricatura de lo prometido. Vamos, saltemos las talanqueras de la corrupción, el autoritarismo, la ineficiencia y las prácticas antidemocráticas que hoy se nos pretenden imponer en nombre de un proceso, que ni es revolucionario ni socialista y mucho menos democrático.
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