Como tantas veces a lo largo de su historia de alianzas y desencuentros, Colombia y Venezuela inician una nueva luna de miel, esta vez para superar la tormentosa relación guiada por el izquierdista Chávez, en el gobierno desde 1999, y el derechista Álvaro Uribe, sucedido en el cargo por su correligionario Santos tras dos mandatos consecutivo iniciados el 7 de agosto de 2002.
Las relaciones Uribe-Chávez se interrumpieron cinco veces desde 2005, afectando el diálogo y el comercio.
La última fue la ruptura total de los vínculos bilaterales el 22 de julio, después de que Bogotá acusó a Caracas ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) de cobijar a guerrilleros izquierdistas colombianos.
Ocurrió un año después de que Chávez colocase el conjunto de las relaciones con Colombia «en el congelador», como respuesta al pacto militar entre el gobierno de Uribe y el del estadounidense Barack Obama.
Ese acuerdo abrió siete bases colombianas a fuerzas militares de Estados Unidos, desde las cuales Venezuela temía y teme que se orquesten agresiones para desestabilizar o derrocar su gobierno.
«Hemos decidido pasar la página», coincidieron en declarar Chávez y Santos, reunidos en San Pedro Alejandrino, la antigua hacienda de la caribeña Santa Marta donde falleció en 1830 el libertador Simón Bolívar.
«Colombia llevó objetivos más claros a la reunión y alcanzó beneficios mayores y más inmediatos del acuerdo que restablece las relaciones. Es un logro de Santos ante su opinión pública», dijo a IPS Fernando Gerbasi, ex vicecanciller de Venezuela que fue durante años embajador en Bogotá.
Los motivos de la ruptura, bases para estadounidenses versus amparo para guerrillas, aparecieron como temas recubiertos de lenguaje diplomático en la declaración que restableció las relaciones, tales como «dar estricto cumplimiento al derecho internacional» o «aplicar los principios de no injerencia en los asuntos internos».
En cambio, los nudos de cuestiones de economía que interesan sobre todo a Colombia deberán ser desatados rápidamente por comisiones pactadas en Santa Marta.
En primer lugar, el pago de 800 millones de dólares a exportadores colombianos que Venezuela retiene bajo el severo control de cambios que impera desde 2003.
La misma comisión binacional deberá revivir los lazos comerciales, un intercambio que en 2008 llegó a 7.290 millones de dólares, según las cámaras de comercio, 6.092 millones de los cuales fueron exportaciones colombianas, entre las que destacan alimentos, textiles y calzado.
En 2009, después del frenazo tras la ira desatada por las bases militares, las exportaciones colombianas al vecino país por el oriente cayeron a 4.000 millones de dólares y para este año se calcula que apenas llegarán a 1.500 millones, en tanto Venezuela sólo le vende unos 500 millones de dólares.
José Rozo, presidente del gremio patronal en la frontera sudoeste de Venezuela, recordó a IPS que la merma del comercio «afecta a los cinco millones de personas que viven a uno y otro lado de la frontera».
«En Colombia se han perdido unos 35.000 empleos, y en el lado venezolano otros 25.000», detalló.
Una segunda comisión trabajará un acuerdo de complementación económica entre los dos países, para reemplazar las normas de la Comunidad Andina, que Colombia sigue compartiendo con Bolivia, Ecuador y Perú, pero de la que Venezuela se separó hace cuatro años.
Las normas del bloque andino regirán el comercio bilateral hasta el 26 de abril de 2011, por lo que a los exportadores les interesa tener definido un nuevo esquema de regulación. «Eso beneficia principalmente a los colombianos, cuyo sector exportador está mucho más preparado que el venezolano para avanzar sobre el mercado vecino», según Gerbasi.
Las comisiones tercera y cuarta, para planes sociales y obras de infraestructura en la frontera, benefician a los dos países, en tanto la quinta comisión, de seguridad, calza con las demandas para que no se acoja a grupos armados irregulares.
Santos resaltó que «el presidente Chávez dijo de todas las formas que no va a permitir la presencia de grupos al margen de la ley en su territorio».
Según la acusación que Bogotá presentó a la OEA en julio, en Venezuela habría hasta 1.500 guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y campamentos donde se ocultarían jefes de esa guerrilla y de la otra organización armada izquierdista, el Ejército de Liberación Nacional.
«El gobierno venezolano no apoya a la guerrilla colombiana», dijo y repitió Chávez. «Si yo apoyara a la guerrilla colombiana, con recursos y armas, créanme, el esfuerzo que hubiera hecho en estos 11 años habría dado resultados».
Chávez «logró que el Estado colombiano congele la denuncia ante la OEA, algo que le hacía daño internacionalmente, y con ese distanciamiento de Santos del tutelaje de Uribe (de quien fue ministro de Defensa) toma oxígeno y se le descongestiona el cuadro interno», dijo el analista político venezolano Manuel Felipe Sierra.
Venezuela afrontará cruciales elecciones parlamentarias el 26 de septiembre, para las cuales las encuestas registran algún desencanto entre los tradicionales votantes del chavismo debido a problemas en la economía, incluida la escasez puntual de alimentos, así como el afianzamiento de la oposición política en los estados fronterizos.
Por su parte, Santos «supo aprovechar tanto la disposición de Chávez como la opinión del entramado político, militar, empresarial y de la población en Colombia para presentar una diplomacia más activa como un pilar de su gobierno», opinó Gerbasi.
En la región, y también en capitales como Washington y París, se formularon votos por el entendimiento entre Bogotá y Caracas y porque se restableciesen relaciones.
El secretario general de Unión de Naciones Suramericanas, el ex presidente argentino Néstor Kirchner, tuvo una activa participación en las pláticas de Santa Marta y, en ese marco, se decidió que acompañe las gestiones que emprenderán desde el 20 de este mes en Caracas las cancillerías de Colombia y Venezuela para reencaminar la relación.
La luna de miel debería ser larga a juzgar por las expresiones de los mandatarios a favor de una «relación franca y duradera», pues para la integración sudamericana «¿qué importa que un gobierno sea de izquierda o de derecha?», se interrogó Chávez.
«Cualquier situación que pueda presentarse no la vamos a utilizar para destruir la relación con el otro país. Decidimos doblar la página y mirar hacia el futuro», recalcó Santos.
La prueba sobrevendrá si en la frontera incursiona, como tantas veces en el pasado, la guerrilla que Santos se propone liquidar en sus cuatro años de gobierno y a quienes Chávez pidió abandonar la lucha armada como ya se hizo en otros países de la región.
Humberto Márquez
Puplicado en IPS