lissette gonzalezTítulo original: Habla la hija del Aviador: Papá y yo siempre tuvimos visiones políticas distintas

Este jueves se cumplen dos semanas del suicidio de Rodolfo González, quien estuvo casi un año preso en una celda del Sebin. Llamado «El Aviador» inicialmente por funcionarios del Gobierno, fue señalado como «el cerebro de las guarimbas». Su hija conversó con Contrapunto y dio pistas del por qué a su padre se le relaciona con el movimiento estudiantil
Airam Fernández.- Lissette González todavía habla en presente al referirse a su padre. «Es testarudo, sí, un poco. Pero al final uno aprende a lidiar con sus padres, ¿no?». «Al principio estuvo sólo en su celda, sólo tenía un radio y leía, yo le conseguía cosas para leer (…) pero él no es muy lector». «Es un hombre mayor, no pertenece a ninguna organización política, no es adinerado, ¿cómo va a ser el jefe de los demás?». Habla del hombre que pasó casi un año preso y que este jueves cumple dos semanas de fallecido. Cuando lo describe y recuerda cómo era, interrumpe su discurso y corrige: «Bueno, era, porque ya no está».

Tras un allanamiento practicado en su casa, Rodolfo González estuvo detenido en un calabozo del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) desde el 26 de abril del año pasado. Le imputaron tres delitos: asociación para delinquir, tenencia de explosivos y tráfico de armas de fuego. El presidente Nicolás Maduro y el entonces ministro de Relaciones Interiores y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, dijeron que González, de 64 años, capitán retirado de la Aviación Civil, era el «cerebro de las guarimbas». Lo apodaron «El Aviador».

Su hija, profesora e investigadora del área de Estudios Sociales y Políticos del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), admite que ambos tenían visiones políticas «muy distintas», pero desestima las acusaciones del oficialismo.

«No me parece muy apropiado llamarlo por el mote que le puso el Gobierno, pero bueno, después de su muerte la gente lo sigue llamando así y yo no puedo hacer nada al respecto», dice. En 45 minutos de conversación, es el único momento en el que su voz se quiebra.

Se detiene, mira hacia el piso, pero no pasa un minuto cuando se obliga a no llorar y retomar la serenidad para seguir la entrevista, con un discurso reflexivo en el que describe los hechos, hace mención a un cinturón y da pistas del vínculo que en vida tuviera su padre con protestas, con algunos estudiantes, incluso con Nixon Moreno, quien se casó en el exilio con la periodista Patricia Poleo y encabezó las manifestaciones del movimiento estudiantil de la Universidad de Los Andes en 2007, para luego refugiarse en la Nunciatura Apostólica en Caracas, tras enfrentar acusaciones por intento de homicidio y actos lascivos en perjuicio de una funcionaria policial del estado Mérida.

si había una protesta en tal sitio, él se movía y les llevaba agua y en general los apoyaba mucho. Si los estudiantes de tal parte vinieron a protestar por tal cosa, él se ponía de acuerdo con los vecinos y de pronto hacían almuerzos para llevarles a esos muchachos. Era todo lo que él hacía, ayudarlos, pero nunca organizó ninguna protesta.

– ¿Cómo va la investigación iniciada por el Ministerio Público tras el fallecimiento de su padre?

–Ellos están haciendo sus averiguaciones. La semana pasada nos llamaron a declarar, en medio de todo esto, y tuvimos que ir. Todo ha pasado muy rápido, desde el primer rumor, en la madrugada de aquel jueves, cuando no teníamos cómo verificar porque no podíamos ir al Helicoide a las 3 de la mañana. Pero amanecimos ahí y en eso llama la Fiscalía para confirmar la noticia. Después de eso y en medio de nuestro duelo hemos ido a declarar dos veces. Es muy pronto para una conclusión, creo yo. Ellos deben hacer varios peritajes, están en su proceso. En realidad no sé qué hay de nuevo en la investigación, más allá de lo que ya sabemos.

– ¿Cómo fue ese interrogatorio?

–Nos preguntaron qué nos había dicho mi papá ese día, cuándo fue la última vez que lo vimos, cómo estaba su estado de ánimo, si nos había dejado alguna carta; ahí cada una declaró: mi mamá, mi hermana y yo. Ya en la segunda visita todo fue más específico, nos mostraron una foto de una correa, nos preguntaron si esa correa era de él, si lo dejábamos tener correas, si le llevábamos cosas con regularidad, si había una normativa para entregarle sus cosas, qué llevarle, qué no. Ese tipo de preguntas puntuales.

– ¿Y cómo estaba su papá de ánimo?

–A veces tranquilo y a veces deprimido. La mayoría del tiempo preocupado, atormentado por cada vez que lo mencionaban en los programas de VTV. Cada vez que eso pasaba me decía: «Otra vez me volvieron a mencionar, busca en YouTube para que veas qué fue lo que dijo fulano». Y repetía: «Estoy fregado». Pero nosotras siempre tratábamos de animarlo, de alegrarlo, de convencerlo de que iba a salir de esa situación.

– ¿Cuándo fue la última vez que hablaron?

–El jueves 12 de marzo en la noche. Él me llamó, hablamos muy corto. Me dijo que le acababan de decir que lo iban a trasladar el viernes en la mañana, porque el miércoles, un día antes de que mi papá muriera, estuvo en el Sebin una comisión del Ministerio de Asuntos Penitenciaros, sin la ministra Iris Varela. Los tuvieron ahí todo el día en interrogatorios, a mi papá y a los muchachos: a Renzo Prieto, Yeimi Varela y Douglas Morillo. Porque son tres muchachos, mi papá y mi mamá, los que están en el mismo expediente. Mi papá me cuenta que los tuvieron en una sala, esperando varias horas, y que fue una cosa muy estresante para ellos.

Ese día, la mitad de los reclusos tenía visita. A mi papá le tocaba los jueves pero ese miércoles suspendieron la visita porque estaba el Ministerio ahí. Cuando hablamos, el miércoles en la noche, me dijo que no iba a haber visita porque el Ministerio iba a volver a ir, entonces yo no me organicé para ir a verlo. Mi mamá sí fue porque quería llevarle agua y algunas cosas, y entonces, cuando estaba ahí esperando, le dijeron que no se fuera porque parecía que la visita sí iba a poder entrar. Por eso mi mamá fue la única que lo vio antes de morir. Me dijo que estaba nervioso porque lo del traslado era inminente. El caso es que ese día él me llama en la noche, también volvió a hablar con mi mamá por teléfono, también llamó a mi tío Domingo, que es su hermano más cercano. A mí me dijo que le llevara la cédula al día siguiente porque lo iban a trasladar temprano. Ahí es que yo le pregunto a dónde, y él me dijo: «No sé». Yo no recuerdo que él me haya nombrado Yare para su traslado.

– ¿Cómo eran las visitas en el Sebin?

– El Sebin está hacinado, porque no sólo están los muchachos, hay otros presos, señores mayores, luego llegaron los directivos de Farmatodo, llegaron los tuiteros, en todos esos meses nos dimos cuenta de espacios que estaban inutilizados y que los convirtieron en pequeñas celdas. Iban acondicionando el especio a medida que llegaba la gente, la mayoría por razones políticas.

Uno se imagina algo más horrible antes de ir por primera vez, aunque en verdad es solo un lugar poco amistoso en el que no hay ventanas, sólo iluminación artificial. Hay un pasillo largo, el piso es de cerámica, está un poco sucio. Mi papá dice, o decía, que el baño y los lugares donde compartía con los demás estaban limpios. Cuando estás ahí no sabes cuándo es de día y cuando es de noche sino por el reloj. Ellos no salen todos los días al sol, como se supone debe ser, según las convenciones internacionales. Ese privilegio se da dos veces por semana porque hay muchos presos y los custodios se turnan, no hay un patio, no hay una cancha, entonces salen a un estacionamiento a caminar. Pero si el día que le toca está lloviendo, no salen, y no lo reponen hasta que vuelva a tocar, hasta la semana siguiente. Todo eso lo sé por mi papá.

Al principio estuvo solo en su celda, apenas tenía un radio y leía, yo le conseguía cosas para leer. Habíamos logrado después de varias veces que tuviera un televisor, porque él no es muy lector. Bueno, no era muy lector entonces. Era, porque ya no está. Yo pasé muchos meses buscándole las cosas que le gustan, cosas científicas. De las revistas de National Geographic le di mi colección poco a poco y cuando se me acabó pedí en Twitter, la gente me donó y así hacía en cada visita.

– ¿Qué ha sido lo más difícil de todo esto en el núcleo familiar?

–El tema con los niños. Yo tengo dos hijos: uno de 14 y otro de 8. Con el grande, sabe todo, pero el pequeño piensa que su abuelo murió por causas naturales. Igual mis sobrinas, pequeñas también. A medida que vayan creciendo se les irá explicando. Lo otro es que por el tema de que su abuelo estaba preso se la pasaban cuestionando todo, que por qué estaba ahí, que su abuelito era inocente, que por qué había tanta injusticia, me lo decían a cada rato. Y allí entra el rol difícil de los padres, el de dar explicaciones a temas como ese. A mí me preocupaba mucho no darle rienda a la rabia, yo hablaba con ellos, trataba de que vieran que los entendía pero les decía que no por eso debían tenerle rabia a un muchacho de 18 años que custodiaba la puerta del Sebin, porque ese muchacho no fue quien apresó a su abuelo.

Eso seguirá siendo lo más difícil de aquí al futuro: que este hecho no se convierta en una fuente de odio que se quede ahí sembrada. Mi idea es evitar que a futuro ellos quieran vengarse. Yo hago lo posible porque crezcan pensando en la manera de hacer un país donde nadie sea víctima de injusticias como estas, sin rencor por asuntos políticos, sobre todo.

–¿Hablaba de política con su papá?

–A veces. El tema político era álgido porque mi papá y yo no teníamos las mismas ideas políticas. A él le parecían bien esas protestas de 2014 y a mí no. No es que yo diga que no se debe protestar, no. Pero la manera como convocaron a mí no me pareció adecuada. Además, hubo acuerdos en la Mesa de la Unidad que fueron violados y yo no puedo estar de acuerdo con eso, porque creo en la justicia y la practico. Si hablábamos de política, comentábamos alguna declaración de algún dirigente, algo que alguien dijo, pero no era el tema favorito porque no opinábamos lo mismo. Las únicas veces en la vida que hemos votado por lo mismo es con candidatos unitarios, de resto mi papá y yo toda la vida tuvimos una visión política muy distinta. Él, por supuesto, consideraba que las protestas de ese tipo eran imprescindibles, y era una manera de pensar que mantenía incluso estando preso.

–Cuando allanaron la casa de sus padres, la de su hermana y la agencia de viajes de su mamá, se llevaron unos equipos, ¿se los devolvieron?

–No, lo que nos dicen es que hasta que la investigación no se acabe no pueden devolver nada. Ese momento de los allanamientos fue horrible, porque en el primero, que fue en casa de mi mamá, hubo que ir a firmar unas actas, declarar qué se llevaron, cuántos funcionarios eran, ahí es cuando dejan detenidos a mis padres. A mi mamá le dan una cautelar después y queda con régimen de presentación cada 30 días. Pero entonces, en el segundo allanamiento, que fue en casa de mi hermana, nos aterramos, pensamos que iban a operar así, que iban a meternos presos a todos poco a poco y no sabíamos por qué.

El tercer allanamiento fue el de la agencia de viajes. Se llevaron todos los equipos y hasta los libros contables. La agencia está funcionando porque conseguimos unos equipos prestados para que las chicas puedan hacer las reservaciones. No es que vender pasajes en estos tiempos sea un negocio boyante, pero era un negocio que necesitaba retomar su curso, ahora con mi papá preso. Entonces empezaron un sistema de facturación de cero, porque con todo lo que se llevaron se fue la facturación anterior y si tienes un negocio de ese tipo y no tienes contabilidad, el Seniat te multa.

–En varias oportunidades usted se ha quejado de la arbitrariedad del proceso de detención, ¿qué pasó exactamente?

–La averiguación de la Fiscalía se basa principalmente en un testimonio anónimo, que es el de un «patriota cooperante». Entonces, ya empezando por ahí, ¿cómo le van a llegar a alguien con una orden de detención por una cosa que dijo alguien que no tiene nombre? Se supone que para detener a alguien debe haber una prueba, no un testimonio encubierto. Eso viola el principio de que todo el mundo es inocente hasta que se pruebe otra cosa. Después, las audiencias se posponían, la preliminar duró un montón de meses, y luego, cuando la jueza dictaminó que mi papá y los muchachos que están con él en la causa tenían que ir a juicio y seguir detenidos mientras durara el juicio, pasaron meses y no se asignaba el tribunal, el juicio no empezaba. De hecho, no se asignó el tribunal de juicio hasta que mi papá murió. Así como te digo que lo del patriota cooperante no tiene ni pies ni cabeza, en ese mismo expediente están esos otros muchachos, que no se conocían entre ellos y ni conocían a mi papá o a mi mamá, y están asoaciados en eso. ¿Cómo puede ser posible? A uno lo agarraron en un campamento (de protestas), a otro lo agarraron en otro lado y el otro era vigilante en una casa, que ni siquiera protestasba, sólo cuidaba una casa que fue allanada.

– ¿Cómo cambió la rutina familiar desde el día del primer allanamiento?

–Al principio, los jueves y domingos íbamos las tres a visitar a mi papá. Después mi hermana empezó a trabajar. Yo aquí en la Universidad tengo horario flexible y no venía los jueves a menos que hubiera una cosa muy excepcional. A veces los domingos iban los primos, los nietos, tratamos siempre de que lo visitara la mayor cantidad de gente posible. Solo después de un montón de meses logramos que fuera el compadre, un vecino, un amigo. Procuramos que él estuviera visitado todo el tiempo. Nunca lo dejamos sólo.

– El presidente Nicolás Maduro se refirió a su padre como «uno de los cerebros de la insurrección guarimbera», ¿qué opina de eso?

–Eso es una cosa absolutamente loca. Mi papá es un hombre mayor, no pertenece a ninguna organización política, no es adinerado, ¿cómo va a ser el jefe de los demás? Rodríguez Torres mostró un organigrama y mi papá queda como si él le diera las órdenes a Leopoldo López, eso es totalmente loco.

– ¿Y por qué lo relacionan con las protestas? ¿Su papá marchó alguna vez o fue a alguna manifestación?

–Sí, claro. Él iba a todas las marchas, iba a más marchas que yo. Lo que sí hizo, no tanto en estas últimas protestas pero en otras ocasiones sí, es que si había unos estudiantes en huelga de hambre, si había una protesta en tal sitio, él se movía y les llevaba agua y en general los apoyaba mucho. Si los estudiantes de tal parte vinieron a protestar por tal cosa, él se ponía de acuerdo con los vecinos y de pronto hacían almuerzos para llevarles a esos muchachos. Era todo lo que él hacía, ayudarlos, pero nunca organizó ninguna protesta. Sobre todo ayudó a los de Mérida, con ellos tuvo una relación bastante estrecha, porque los apoyó cuando Nixon Moreno estuvo en la Nunciatura. Ahí los conoció más. Algunas veces, si venía alguien de la ULA y no tenía dónde quedarse, él ofrecía la casa. Más de una vez le dio alojamiento a estudiantes, pero hasta ahí. Lo que hizo fue ayudar y creo que por eso lo incriminan en todo esto, tanto tiempo después.

– ¿Qué hacía su padre antes de la detención, a qué se dedicaba?

–Trabajaba con un amigo que tenía una oficina. Él tenía muchísimo tiempo retirado, la situación económica de la casa era difícil porque tenía tiempo sin generar ingresos y la agencia de mi mamá no estaba en el mejor momento.

No sé muy bien a qué se dedicaba ese amigo de él, sé que era comerciante, pero mi papá le hacía como mandados, lo ayudaba con depósitos en el banco, a llevar papeles, ese tipo de cosas. Como un asistente.

–¿Pero qué tipo de trabajo hacía? ¿Quién era ese amigo?

–No sé muy bien, sé que era comerciante, pero mi papá le hacía como mandados, lo ayudaba con depósitos en el banco, a llevar papeles, ese tipo de cosas. Como un asistente. Yo la verdad no lo tengo claro porque además no era algo formal, no es que era su empleado. Sólo lo ayudaba.

–Hay versiones que indican que su padre había comentado con algún preso sobre sus intenciones de quitarse la vida, por la preocupación del traslado, ¿sabe si eso es verdad?

–Yo he oído, o mejor dicho, he leído que existen varios audios. Pero no sé si son verídicos, no sé quién es la persona que dijo eso. Creo que si mi papá le hubiera dicho a los muchachos lo que estaba planeando, ellos le hubiesen avisado a los guardias para que estuvieran pendientes. Ahora, que él haya dicho algo que ellos no interpretaron en referencia a lo que iba a hacer, eso sí pudiera ser. Parece que él venía diciendo algo como esto: «Vamos a hacer algo para que no nos trasladen, ya van a ver», algo así. Pero eso es lo suficientemente general como para que alguien lo interpretara de otra manera.

– ¿Cree que la muerte de su padre tuvo algo que ver con la liberación de presos como Christian Holdack?

–Probablemente impulsó, sí. Para el Gobierno es muy costoso un preso político muerto, aunque no asuma nadie ninguna responsabilidad ni se condene a nadie nunca. Yo creo que sí. Se están cuidando de perder a otras personas muy mayores u otros con riesgos y maltratos psicológicos, como Christian. Yo creo que sale más barato soltarlos que arriesgarse a tener otro episodio así, como el de mi papá, que genera demasiada visibilidad sobre el tema de derechos humanos a nivel internacional. Yo no tengo ninguna vinculación con el Gobierno para saber lo que traman o lo que piensan, pero es lo que yo pienso, que eso no fue casual. Además, todo ocurrió muy rápido. A alguien le cayó la locha y se dio cuenta de todo el costo de ser tan arbitrario y tan injusto.

– ¿Le molesta que le digan «El Aviador»?

–No me parece muy apropiado llamarlo por el mote que le puso el Gobierno, pero bueno, después de su muerte la gente lo sigue llamando así y yo no puedo hacer nada al respecto.

– ¿Cómo podría describirlo?

–Es testarudo, sí, un poco. Pero al final uno aprende a lidiar con sus padres, ¿no? Bueno, era testarudo, no le gustaba cambiar de opinión. Un hombre muy difícil, diría yo.

–Durante el tiempo que estuvo preso, ¿había intentado antes hacer algo como esto?

–Jamás. El sólo estaba muy deprimido, decía que no iba a aguantar, hace un par de meses ya nos había dicho que él estaba convencido de que lo iban a trasladar; de hecho, le había devuelto a mi mamá un lote de ropa porque decía que si lo trasladaban no se podía llevar todo eso. Deprimido, sí. Esa visita del ministerio fue muy fuerte para él. Y los rumores lo preocupaban, además, el picante que seguramente le ponen los custodios lo asustaba más.

Cuando él llamó diciendo que lo iban a trasladar y que necesitaba que le llevaran la cédula a las 7 de la mañana, eso no fue un invento suyo, eso se lo tuvo que haber dicho algún funcionario. Y quizás él toma la decisión que tomó por esa angustia, la desesperanza, y seguramente le aterraba qué nos iba a pasar a nosotras para irlo a visitar a un nuevo lugar, si teníamos que viajar fuera de Caracas, o pasar por todas las vejaciones que pasan los familiares de un preso común. Aunque lo apoyamos en todo momento, su convicción era que ya estaba condenado.

– Si tuviera la oportunidad de hablar con algún funcionario del Gobierno, ¿a quién elegiría y qué le diría?

–No quisiera hablar con nadie en particular. Mi mensaje es general: tanto que acusaron y acusan a los demás por las violaciones a los derechos humanos y las injusticias que se cometieron en el pasado, y ahora se están pareciendo demasiado a lo que critican. Para una persona, más para un funcionario, es muy difícil tener un discurso progresista cuando no acepta críticas o diversidad de opiniones. Yo llamaría a que prediquen con el ejemplo, a que cumplan con la ideología en la que dicen creer. Si creen en la igualdad y en la justicia, practíquenla, porque lo que están haciendo, todo este tema de presos políticos, no es de demócratas. (Airam Fernández, Contrapunto.com, http://www.contrapunto.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=18238:lissette-gonzalez-mi-papa-y-yo-siempre-tuvimos-una-vision-politica-muy-distinta&Itemid=264)

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