Por Patty Fuentes

Guanayén de día parece ser un caserío tranquilo.

De noche, la delincuencia se apodera de cada esquina. En este pequeño pueblo, ubicado en la parroquia San Francisco de Cara, del municipio Urdaneta del estado Aragua, nadie quiere hablar. Al menos voluntariamente pocos se atreven a dar información acerca del caso de siete asesinatos en 13 años que ha ido a parar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos: el de la familia Barrios.

Muchas versiones se han creado en torno a este caso. Mientras que la información que se ha dado a conocer hasta ahora es que funcionarios de la Policía de Aragua han ajusticiado, sin razón aparente, a siete miembros del grupo familiar, los vecinos de Guanayén manifiestan que, probablemente, se trate de peleas entre bandas, porque, a su juicio, los asesinados estuvieron involucrados en actos delictivos.

Son muchos los homicidios que se han presentado en el humilde pueblo, pero el caso de la familia Barrios es uno de los pocos que ha salido a la luz pública, quizás por el hecho de que las siete víctimas forman parte de un mismo grupo familiar o porque los parientes que quedan han sabido asesorarse para llevar el hecho a instancias internacionales.

«Los padres eran gente seria, pero a los demás los han matado porque son unos delincuentes, son un desastre. Robaban, atracaban, andaban por ahí pata e’ bola con armamento…

Esos bichos son malos; el problema viene de que esa gente es una plaga, nacieron así. Los vecinos estamos felices de que los Barrios se hayan ido; la gente seria no quiere ni que se los nombren porque han herido, matado, robado y violado a muchos», expresa un vecino de 61 años de edad, nativo de Guanayén, que prefirió resguardar su identidad.

LA INEFICIENCIA DE LA FISCALÍA El primer homicidio ocurrió en 1998 cuando un presunto enfrentamiento entre policías y ciudadanos acabó con la vida de Benito Barrios, de 28 años, quien dejó huérfanos a dos niños.

Por este caso, el Ministerio Público imputó por el delito de homicidio intencional simple en grado de complicidad correspectiva a cuatro funcionarios de Poliaragua en 2007. Según la investigación de la Fiscalía, los uniformados intentaron simular un enfrentamiento, pero no hubo registro de las supuestas armas que poseía Benito Barrios. Actualmente, los cuatro efectivos policiales se encuentran en libertad: tres de ellos recibieron medidas sustitutivas y el otro tuvo una sentencia que nunca se cumplió.

En el año 2003, fue asesinado de nueve disparos Narciso Barrios, de 22 años, quien era hermano de Benito. Según cuenta un vecino, a Narciso, conocido como «Panco», «tuvieron que matarlo porque había asesinado a un Policía de Guárico y a muchas otras personas, así que la policía lo mató».

Por esta muerte, hay tres funcionarios imputados, quienes de acuerdo con la Fiscalía también

ntentaron simular un enfrentamiento.

En ninguno de estos dos casos se han realizado las audiencias preliminares a los imputados y las otras cinco muertes están archivadas. «Ha habido sobreseimiento, sobre todo por la actuación del fiscal 20 de Aragua, Néstor Luis Castellanos, quien ha sido premiado con ascenso al Tribunal Supremo de Justicia», denuncia el abogado de la familia Barrios, Luis Aguilera.

Efectivos de Poliaragua que no revelaron sus identidades aseguran que el primer asesinato sí fue cometido por funcionarios de ese cuerpo policial, pero «las últimas muertes han sido ajustes de cuenta porque son delincuentes que se matan entre ellos mismos».

El uniformado considera que culpan a la policía «por conveniencia, por una demanda millonaria que tienen ahí. Lo más fácil es echarle la culpa a quien puedes demandar, porque como la policía representa al Estado, lo demandan ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. La familia Barrios sabe que si no decía que los culpables eran los policías, nadie los iba a ayudar porque son todos unos delincuentes».

El policía se refiere a que desde el año 2004 la familia Barrios tiene medidas de protección por parte de las instancias internacionales, para lo cual fue designada la Guardia Nacional.

«La hermana mayor de los Barrios parece que trabaja con unos jueces en Maracay que la asesoraron para poner este caso a nivel de los tribunales interamericanos. Dicen que los asesinos son los Poliaragua, no se sabe… Dicen que son las organizaciones ganaderas que tienen poder, tampoco se sabe», afirma Marcos Morales, de 58 años, quien tiene siete años viviendo en Guanayén.

LA TEORÍA ROBIN HOOD La versión que maneja Morales es que los Barrios «se dedicaban a hacer el papel de Robin Hood, es decir, robaban ganado a las fincas de los alrededores del pueblo para darle a las personas que necesitaban porque en Guanayén hay una extrema pobreza, la gente tiene mucha necesidad».

Sin embargo, el vecino aclara que, aunque conoció a los últimos dos hermanos que asesinaron porque vivían en la casa de al lado de la suya, no puede decir ni que «eran unos santos», ni lo contrario. «Jugaba con ellos, conversábamos, echábamos broma, pero hasta ahí. Sólo sé que robaban día a día ganado, pero no lo puedo asegurar porque no estuve en los hechos… Es lo que dicen. Muchos roban ganado, pero como ellos eran una familia grande, sobresalieron», dice. La familia Barrios llegó a Guanayén hace aproximadamente 30 años. El primero que fue asesinado, Benito Barrios, era un gran jinete, según cuentan los vecinos.

«Vinieron de Guárico, él era coleador, se montaba por debajo, daba vueltas, se paraba tipo las películas. Los demás tenían más mañas, como en todos los pueblos que la delincuencia ha venido evolucionando», comenta un vecino.

Otro habitante de Guanayén relata que los primeros Barrios vinieron «derrotados» y los hijos nacieron en dicho pueblo, «se fueron jodiendo poco a poco, robando fincas, caballos, matando gente y animales pa’ venderlos. «El ejemplo de los que iban naciendo era ese, se volvían todos malos. Llevaron el caso a nivel internacional porque ya no se podían defender. Hay policías que puede que los hayan matado pero tenían que hacerlo pa’ proteger a la comunidad. También se piensa que fueron sicarios, por ajuste de cuentas, ya que la policía casi no se mete en esos líos», añade.

Hoy en día, continúa el luto de la familia Barrios, mientras los vecinos de Guanayén se sienten aliviados. Sólo quedan tres miembros del grupo familiar en el pueblo y el resto ha ido huyendo hacia otros estados.

 

Toda historia tiene más de dos versiones. En la de los siete asesinatos de la familia Barrios, en Guanayén (estado Aragua), se ha dejado ver la posición de los policías, la de la comunidad y la del propio grupo familiar.

 

Mientras algunos efectivos de la Policía de Aragua, cuerpo que presuntamente estuvo involucrado en los homicidios, aseguran que los culpan por «conveniencia», la comunidad asegura que los Barrios eran partícipes de actos delictivos.

 

Sin embargo, la familia afirma que sus parientes fueron perseguidos y hostigados por los uniformados antes de ser asesinados. «A la gente le gusta hacer comentarios sin tener pruebas. Si mis hermanos hubieran sido unos delincuentes, como dicen, hubiesen estado presos. Para eso están los organismos competentes, no para matar a la gente porque en Venezuela no existe la pena de muerte», manifiesta Eloisa Barrios, hermana de cuatro de las víctimas y tía de tres de ellas.

 

A su juicio, el hecho de que los funcionarios imputados por los primeros dos casos no hayan sido castigados, genera más delincuencia por parte de los Poliaragua. «Como están metidos en un monte, matan y nadie hace nada. Así fueron matándolos a todos.

 

Como los primeros policías andan sueltos tranquilotes, los otros saben que pueden hacer lo mismo sin que les pase nada», dice.

 

UN PUEBLO SIN LEY Guanayén es la tierra de nadie. La familia Barrios, en su mayoría, fue criada allí. Néstor, sobrino de cuatro de las víctimas, considera que la comunidad que declara en contra de su grupo familiar lo hace por miedo a la policía. «Saben que si dicen algo, van a ser golpeados como nosotros. A muchos otros les ha pasado, pero cuando denuncian los amenazan, así que prefieren quedarse callados por miedo a perder su vida», indica.

 

«Muchos policías nuevos son llevados para allá para enseñarlos. Como es un pueblo sin ley, ahí aprenden a golpear a la gente. La policía es la que pone la ley. Ellos dicen que ellos son los que mandan y uno no tiene derecho ni de opinar», añade el joven de 25 años de edad que en enero también resultó herido.

 

Eso ocurrió el pasado 2 de enero a las 9:00 pm.

 

«Yo estaba con unas muchachas cerca de la cancha y llegó una moto. El parrillero nos apuntó con una escopeta. Salimos corriendo, pero me dispararon en el hombro y me caí. Como no pude pararme, siguieron disparándome y me hice el muerto hasta que se fueron. Me hirieron también en el glúteo», relata.

 

Néstor sostiene que intentaron asesinarlo por haber sido testigo presencial de la muerte de su tío Narciso en 2003. «Fueron tres policías los que lo mataron.

 

Estaban uniformados, yo los vi. Desde ese momento, me han hostigado y golpeado. Me llevaban detenido y me decían que soy un chismoso. Siempre me la aplicaban hasta que me fui de Guanayén», denuncia.

 

 

 

 

 

 

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