Andrea Chacón | José Luis Fernández-Shaw (*)
Teniendo en cuenta el impacto que provoca la violencia armada en niños, niñas y (principalmente) adolescentes, nos proponemos en este artículo aportar un conjunto de datos que posibiliten avanzar en la construcción de un perfil de estas víctimas en el tiempo, complejizando la problemática para abrir el espacio a una discusión sin prejuicios sobre la situación de nuestros jóvenes y el contexto de sus muertes.
A partir de la década de los años noventa, la violencia se ha vuelto una realidad cada vez más cotidiana entre los venezolanos, siendo una de sus más dramáticas expresiones la cantidad de homicidios de los cuales tenemos referencia en distintos contextos. Esta situación se traduce en marcas que transforman la vida de las víctimas y su entorno cercano, especialmente cuando los afectados son niños, niñas y adolescentes (NNA), que apenas están empezando a construir su vida.
Esta dinámica de violencia se inserta en un contexto en donde el país ha logrado importantes avances en la protección de la vida de los niños y niñas en sus primeros años de vida. En general, a partir del año 1999, el Estado venezolano ha aplicado un conjunto de políticas públicas que han logrado disminuir las muertes ocasionadas por enfermedades prevenibles, tales como las infecciosas, parasitarias y bacterianas, es decir, aquellas que directamente dependen del entorno socio-ambiental del niño o niña.
Sin embargo, este importante logro empieza a perder relevancia cuando se examinan las muertes de adolescentes ocasionadas por la violencia; en pocas palabras, se están salvando vidas de niños y niñas en sus primeros años de vida, pero se están perdiendo cuando estos infantes llegan a ser adolescentes y se encuentran expuestos a la violencia, especialmente la vinculada con armas.
Por esta razón, al hablar de las defunciones de los NNA debe profundizarse en el origen de ellas, ya que la dinámica de las causas de muerte varía de acuerdo al momento del ciclo vital en el que ocurre el fallecimiento; así, los más jóvenes, generalmente, fallecen por enfermedades, mientras que los adolescentes están muriendo cada vez más por la violencia armada.
Tabla 1. Venezuela. Tasas de mortalidad* por enfermedades y violencia armada niños, niñas y adolescentes (0 a 17 años) de acuerdo a grupos de edad. 1997, 2005 y 2010.
* Tasa calculada en función a 100.000 habitantes de 17 años o menos. / Fuente: Cálculos propios, en función a datos del MPPS.
Los datos de la tabla 1, ratifican lo expuesto, observándose que en el período comprendido entre 1997 y 2010 disminuyen de forma significativa las tasas de mortalidad de menores de 4 años, pero al mismo tiempo, se produce un notable incremento en las defunciones originadas por las armas de fuego entre los adolescentes.
A continuación presentaremos, en primer lugar, el perfil histórico de los niños, niñas y adolescentes que han fallecido por la violencia vinculada con las armas de fuego. Posteriormente, se sitúan estas víctimas en un contexto geográfico tomando en cuenta los móviles declarados para estas muertes.
¿Cuáles son las fuentes del estudio?
Los datos analizados en el presente artículo provienen de dos fuentes; la primera de ellas consiste en los Anuarios de Mortalidad del Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS) para los años 1997, 2005 y 2010. Y en segundo lugar, se utilizan los datos policiales del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) para el año 2010, publicados en el informe de la Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme, titulado Sentido e impacto del uso de armas de fuego en Venezuela. Resulta interesante cotejar ambas fuentes para complementar la información a través de las distintas miradas que tienen cada una de ellas: la sanitaria y la policial.
Para el análisis de la información, los datos de las causas externas[1] de muerte del MPPS fueron reclasificadas para crear la categoría muertes violentas[2], adicionalmente, este tipo de fallecimiento se analiza de acuerdo a la presencia o no de armas de fuego[3].
¿Por qué se hace hincapié en las muertes vinculadas a armas de fuego?
Las armas de fuego se han convertido en un elemento común en las muertes de los menores de 17 años, de hecho para el año 2010, el 78% de los fallecimientos en ese grupo de edad fueron ocasionados por ellas (MPPS, 2010).
Así, el arma de fuego pasa a ser más que un simple objeto, dada su alta letalidad y los significados de poder que son atribuidos a ella en los distintos contextos en que se genera la violencia.
Dibujando la cara de los niños, niñas y adolescentes que mueren…
Durante los trece años analizados en el presente estudio, la violencia armada ha aumentado de forma continua su incidencia en las muertes de niños, niñas y adolescentes: entre 1997 y 2010 la tasa de muertes violentas por armas se duplicó, para terminar situándose en 12,5 por cada 100.000 personas menores de 17 años.
Gráfico 1. Venezuela. Tasas de mortalidad* por violencia armada en niños, niñas y adolescentes (0 a 17 años). 1997, 2005 y 2010.
* Tasa calculada en función a 100.000 habitantes de 17 años o menos. / Fuente: Cálculos propios, en función a datos del MPPS.
Sin embargo, este aumento de la tasa nacional de muertes violentas no se distribuye de forma homogénea entre ambos sexos y los distintos grupos de edad de menores.
Observemos primero las tendencias que muestran los jóvenes de sexo masculino. Se encuentra que los varones adolescentes entre 15 y 17 años son los que sufren de forma más intensa las consecuencias de la violencia armada, mostrando la mayor tasa de mortalidad en todos los años analizados, para todos los grupos de edad y en ambos sexos. Asimismo, este grupo etario ha tenido el mayor crecimiento de su tasa en los últimos trece años al mostrar un aumento de 152%; para terminar situándose en 122,9 muertes violentas con armas por cada 100.000 varones entre 15 y 17 años.
Debe resaltarse la participación cada vez mayor del grupo de edad de 0 a 4 años, aunque con volúmenes de muertes mucho menores a los adolescentes, estas muertes aumentaron en un 134% su tasa entre 1997 y 2010, aunque aún se mantiene en niveles cercanos a 2. Estas muertes llaman la atención ya que, en alguna medida, pueden ser atribuibles a muertes accidentales, las llamadas balas perdidas, y su incremento puede referirnos a un contexto en donde es cada vez más usual el accionar de las armas de fuego.
Por otro lado, al analizar las muertes de las niñas y adolescentes de sexo femenino, resalta el hecho de que la participación de ellas en las dinámicas de la violencia armada es cada vez mayor, especialmente entre las adolescentes de 15 a 17 años; en el período analizado, el aumento de la tasa fue de 87%, para terminar situándose en 8,4 muertes violentas con armas por cada 100.000 adolescentes hembras.
Tabla 2. Venezuela. Tasa* de muertes violentas ocasionadas por armas de fuego en niños, niñas y adolescentes (0 a 17 años), de acuerdo al sexo y grupo de edad. 1997, 2005 y 2010
* Tasa calculada en función a 100.000 habitantes de 17 años o menos. / Fuente: Cálculos propios, en función a datos del MPPS.
En general, resulta preocupante que, más allá de los valores que muestren las tasas de mortalidad por armas, para todos los grupos de edad se evidencia un aumento en su incidencia, tanto hembras como varones están sintiendo las consecuencias de la dinámica de violencia en la que están inmersos distintos contextos del país.
Un dato que resulta interesante al analizar estas muertes violentas es el vinculado al lugar de la muerte del menor, debido a que, de alguna forma, describe los últimos momentos de la vida de ellos y el contexto en el ocurrió el hecho. Así, se tiene que los niños y niñas entre 0 y 4 años víctimas de la violencia, en la mayoría de los casos, mueren en hospitales o sus propios hogares. Mientras que los adolescentes entre 15 y 17 años, tanto hembras como varones, por lo general, mueren en las vías públicas. Este hecho puede hacer pensar que estos jóvenes no contaron con asistencia médica previa al deceso, lo cual, a su vez, puede relacionarse con dos hechos: el primero, la letalidad que implica el uso de armas, y el segundo, con posibles dinámicas de exclusión, vinculadas por ejemplo, a la zonas donde ocurren estos hechos; para explicar en pocas palabras esto, imagine el caso de un joven herido de bala en un barrio en donde el acceso de vehículos es limitado, por lo que difícilmente podría llegar al lugar una ambulancia a asistirlo.
Las lógicas de las violencias: los lugares y los motivos
El fenómeno de las muertes por violencia vinculada a las armas de fuego en niños, niñas y adolescentes presenta una marcada tendencia urbana, a diferencia de lo que ocurre con la tasa de defunciones por arma de fuego para la población en general, en donde es posible encontrar algunos contextos no exclusivamente urbanos[4].
Tabla 3. Venezuela. Municipios con mayor tasas de muertes violentas* ocasionadas por armas de fuego de niñas, niños y adolescentes (0 a 17 años), 2010
* Tasa calculada en función a 10.000 habitantes de 17 años o menos. / Fuente: Cálculos propios, en función a datos del MPPS.
Así, al analizar los veinte municipios con las mayores tasas de defunciones por arma de fuego, se encuentra que éstos son principalmente urbanos ubicados en la región central del país; en ellos, se destaca el lugar preponderante que ocupan el municipio Sucre del estado Miranda, una de las zonas con mayor presencia de barriadas populares en el país, y los denominados Valles de Tuy[5].
Este panorama nos parece sugerir que el impacto de violencia derivada de las armas de fuego sobre los jóvenes es por tanto un fenómeno fundamentalmente urbano.
Los resultados hasta ahora descritos nos han permitido conocer quiénes son estos NNA fallecidos y en dónde ocurrieron sus muertes, sin embargo, queda pendiente una de las preguntas que más interés puede generar para poder explicar este fenómeno de la violencia armada, el por qué.
Los motivos que originan estas muertes deben ser observados para construir un contexto general de la violencia armada y, aunque los datos disponibles son parciales y limitados, pueden arrojar pistas de análisis que potencien la discusión sobre este tema. Por lo tanto, se presentan a continuación los homicidios en los que estuvieron vinculados NNA de acuerdo a la cada uno de los motivos definidos como presuntos desde las estadísticas policiales.
Tabla 4. Venezuela. Municipio Libertador del Distrito Capital. Homicidios de personas de 0 a 17 años según motivo presunto. 2010.
Fuente: Cálculos propios, en función a datos del Cicpc publicados en el informe de la Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme, tituladoSentido e impacto del uso de armas de fuego en Venezuela.
Obsérvese que, contrariamente a lo que muchas veces el imaginario social cree y ha construido, la mayoría de los homicidios no puede ser catalogado, al menos en primera instancia, como la consecuencia de un acto delictivo para la apropiación de algún bien (robo). Algo similar encontró el estudio de la Comisión Presidencial para el Control de Armas, Municiones y Desarme para la población total[6], cuando sitúa al robo como motivo presunto inicial en el 12,7% de los homicidios con arma de fuego para el año 2010. Tal como vemos en la tabla 4, en el caso de las muertes por arma de fuego de los NNA este porcentaje es aún inferior (5,9%).
El motivo colocado como móvil presunto de las muertes es el “Ajuste de cuentas”, es decir conflictos entre los jóvenes que termina ocasionando que alguno de ellos accione un arma de fuego provocando la muerte de otro.
Zonas urbanas, barriadas populares y ajustes de cuentas se plasman en los datos para terminar dándonos un contexto en donde la sociedad queda en deuda por la incapacidad de generar una respuesta que no dependa de la mera acción policial para la contención del delito. Estrategias para quebrar los detonantes sociales y culturales presentes en el contexto descrito parecen imprescindibles si queremos frenar el avance del fenómeno que día a día resulta en el incremento de la muerte de nuestros jóvenes.
En este contexto, consideramos que es importante cerrar este artículo, señalando que morir por causas violentas es una forma de exclusión, nuestros jóvenes están siendo excluidos en el derecho más fundamental que pueda tenerse, la vida.
Andrea Chacón | José Luis Fernández-Shaw
Revista SIC 759 | 2013
*Los autores son sociólogos e investigadores.
[1] Refiriéndonos a todas aquellas causas de muertes ocasionadas por eventos externos o ajenos al cuerpo humano. [2] De esta forma se clasifican aquellas muertes externas en donde el hecho violento estuvo vinculado al fallecimiento, excluyéndose eventos como accidentes de tránsito, o caídas accidentales. [3] Los códigos de la CIE-10 vinculados a las muertes con armas de fuego son: X93, X94, X95, X72, X72, X74, Y22, Y23, Y24, Y35, W32, W33 y W34. [4] Para mayor referencia véase CHACÓN, Andrea y FERNANDEZ-SHAW, José Luis; La Violencia no es inevitable en Revista SIC Nro. 758, Centro Gumilla, Octubre, 2013. [5] La única excepción que encontramos para esta tendencia está dada por los municipios turísticos Mariño y Marcano del estado Nueva Esparta, en donde habría que ahondar mucho más en la investigación para comprender los elementos que están detrás de esta tasa de mortalidad. Sin embargo, no debe desligarse esta tendencia dada por los niños, niñas y adolescentes de la situación general de ambos municipios, dado que el incremento de la violencia armada ha sido significativo en este estado. [6] Véase Comisión Presidencial para el Control de Armas Municiones y Desarme; Sentido e Impacto del Uso de Armas de Fuego en Venezuela, CODESARME – UNES, Caracas 2012